L O Q U E VA DE AY E R A H O Y
(ANTOLOGÍA POÉTICA 1962-2022)
Sinopsis
Con este verso de Luis de Góngora el autor recoge sesenta años de quehacer poético en el que se suceden muestras de su larga trayectoria en el verso desde las formas clásicas hasta estructuras versales más abiertas, así como la evolución de sus registros. Recuperando viejas revistas, unas olvidadas y otras en el recuerdo de autores y autoras, y también poemas extraídos de libros editados, el autor ha tenido a bien reunirlos en esta página para gozo de la memoria.
PUENTE DE ZUAZO (Soneto II)
Quiero verte en la aurora purpurina
cuando tu sol entre corales briila
y surge de la póntica buhardilla
lanzando espuma tu graciosa ondina.
Entonces labraré tu perla fina
sentado en la frescura de tu orilla
grrabándole una breve maravilla
que dejaré en tu nítida salina.
Quiero vrte. Después, cuando me vaya,
cuando esté lejos de tu verde playa,
tal vez te acuerdes de tu amante hombre.
Me llamarás incluso con el viento
al ver la perla que en ti busca asiento,
aquella perla en que grabé mi nombre.
ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO
septiembre de 1962
EL CANTO DEL ESPOSO
Dedicado a Pepita Carrión
y Emilio Delgado, pintor, en su boda
Tus blancas manos me dan ovillado
el hilo oculto de todas las cosas.
Eduardo Marquina
I
En aquel luminoso norte de mis anhelos
te estoy mirando alegre, segura, amanecida.
En el lugar más blanco del alba, tu presencia
se funde con el tiempo: el alba eres tú misma.
Afición de paloma que agitas tu blancura
de hogar y la difundes alrededor del día;
tus alas me circundan con el precioso empeño
de darle forma alguna a la acción de mi dicha.
Tu próxima apariencia de generoso trigo
se levanta innovando mi asistencia de brisa,
y mi mano, furtiva labradora de sueños,
te ciñe, te acompasa tu profesión de espiga.
Tu aliento se levanta como una simple alondra
y con cuyo alborozo mi silencio disipa.
Se posa en mis proyectos, en mi insomnio, en mis manos,
y traza en mis palabras señuelos de caricia.
Vienes con el matiz preciso para hacerte
el motivo máss noble de mi mano de artista.
Mi alma será el lienzo donde haré reflejarte
con una intimidad más profunda y más viva.
Pondrás en mi ternura tu posesión de rosa,
tu interior primavera con cuya fe te afirmas.
Y una lluvia profusa de libres claridades
pondrás en mi esperanza, apoyo de tu vida.
I I
Yo sé que por mis ojos siempre miran tus ojos,
y por mi mano cálida se desliza tu mano.
Tu sonrisa gozosa es melliza a la mía
y el trazo de tu gesto me recuerda mis pasos.
Nos une como un nudo los haces del deseo
de palabras si halladas, ademanes más claros
que suplantan las frases cuando nuestras miradas,
sin dejar de ser ojos, se prolongan en brazos.
Sí; ojos graves que atienden la expresión de mi búsqueda.
y hasta mí se proyectan serenísimos, tácitos.
Tus miradas me dicen que he crecido en tu alma
desde donde me siento, si más hondo, más alto.
En mi sed te prolongas: eres sed infinita;
y a mí mismo regresas con el agua en los labios.
Pero mientras que tardas en venir, la distancia
de un latir con nostalgia de tu amor se ha poblado.
Creces como mis horas de soledad. Extiendo
tu recuerdo por donde la emoción le da un canto.
Con palabras, imágenes nos fundimos y juntos
en la misma esperanza nuestro sueño labramos.
Y es inútil la sombra despeñada, indolente,
que quisiera caer sobre nosotros. Algo
más fuerte que el poder oscuro del olvido
nos empuja y enseña a tenernos, a amarnos.
I I I
Ya la noche nos cubre con su negro silencio.
Mi voz, mis ojos, todo mi ser te busca. Pido
tu reflejo en mi calma donde vuelvo a encontrarme
alegremente tuyo, amoroso, tranquilo.
Fuera de nuestras manos cuanto existe enmudece.
Se estrechan nuestras voces con un tono benigno.
Hemos vuelto a mirarnos como un día en que nada
fue tan hermoso como nuestro encuentro imprevisto.
Sin embargo, es apenas un recuerdo, mas abre
la luminosidad de este instante distinto,
porque somos dos vidas, dos senderos que eligen
ya no ser paralelos sino un solo camino.
Con dirección a un verso con casta consonancia
van nuestros corazones con el amor por signo.
Cerramos un silencio donde cabe el pasado
y la sonrisa luego del porvenir abrimos.
Queda, pues, perfilado, cuando se aleja el sueño
y entre espacios de aurora se ensancha nuestro sitio,
con nuestra indisoluble persistencia de esposos
un árbol que proclama su amanecer activo.
El árbol que seremos cuando la luz traspase
la adolescente gracia de su ramaje umbrío,
y desde las raíces, subiendo por las ramas,
se desborde la savia que anuncia a nuestro hijo.
EDICIÓN PERSONAL, Noviembre de 1965
LA NOCHE TE HA TRAÍDO HASTA MI PENSAMIENTO…
La noche te ha traído hasta mi pensamiento.
Como inasible lluvia de finísimas frondas
caer te siento sobre mis manos apagadas,
mis manos que ya adquieren la forma del deseo.
Con un mágico gesto te construyo en mi sueño.
Embrujada la noche , tropieza, se resbala,
como un barco en zozobra la habitación revuelve.
Cuando despierto sé que la madrugada
fue benigna conmigo,
pues rocíos de estrellas cayeron en mi sueño
como agua en impluvio
y tanteo la cama
y solo estoy en lenta duermevela.
Pero sé que tú estás ya dentro de mi vida.
ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,
abril de 1966
¿CUÁL ES EL CAMINO?
Ya he aceptado el hombre que me ha dado
la circunstancia, barca que navega
por un mar encrespado algunas veces
y amenaza Dios sabe qué naufragio.
Ya habita ésta, mi voz, que se levanta
y posesión el gesto de mi mano.
Ya se asoma a mis ojos, las ventanas
que dan al mundo. En él cómo contemplan
mis ojos la miseria que corroe
el corazón de esa manzana vieja.
Pero esa triste fruta solamente
puede regenerarse con la luz
que deje resbalar por su corteza:
luz viva procedente de unos ojos
que prometan ser nuevos. Su mirada
es idénticam al alba. Qué robusta
derrama su azulenca plenitud
aun por los corazones más indignos.
Oh. luz nueva de nuevos ojos, brilla,
sé dueña de tu noble claridad
y eleva sobre ti, sobre tu anhelo,
un sentido de búsqueda más fuerte
que este cansancio de sentirse vivo.
HEREDADA SOLEDAD (1967)
ERES LA CLARIDAD DEL MEDIODIA…
Eres la claridad del meiodía,
unte de donde surjo y donde manao.
Mi curso está en el cuencoa de tu mano
y mi curso lo tengo en tu alegr´´ia.
Este río se crece en la agonía
se sentjrse más largo, más cercano
a su anhelado término montano
quie cilmina tu esbelta geografía.
Mujer, cómo atravieso la campiña
verde de tu esperanza mañanera
donde con ansia mi aluvión revuelvo.
Para que mi rumor hondo te ciña
desembovando busco la manera
de ver cçomo cómn tu vida me resuelvo.
ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,
mayo de 1967
ALUCINACIÓN O PARÁBOLA DE LAS VÍRGENES
PRUDENTES
Han llamado a la puerta. Yo presiento
que eres Tú el que llamaste. No podría
ser otro el que supiese que aquí siento
la inquietud de que alguien llamaría.
Abro la puerta. ¡Si es tan sólo el viento
lo que se oye!… Me alucinaría
este esperanzador presentimiento
de que alguna visita yo tendría.
Te has ido, pero sé que Tú has llamado.
Dejo la entrada de mi alma abierta
por si vuelves, me encuentres preparado.
Tengo tu noble astucia descubierta:
sé que llamaste por que así has probado
si yo estaba velando tras la puerta.
REVISTA TORRE TAVIRA, octubre de 1967
TESTIMONIO
y es porque cada día
voy viendo que mi hombre
se da perfectamente
cuenta de que camina.
Y yo mismo prolongo
la sed de ese mañana
cuando apenas lo he visto
lejano o inalcanzable.
Yo creo que la fe
es la superación
constante de ese hombre
que ocupa nuestra vida.
Cada migaja encierra un momento del día
donde se multiplica su bondad trascendente.
Cada migaja ablanda su experiencia amorosa
y minimiza con maternal tolerancia
la historia cotiodiana de su dura conquista.
Las horas moldearon su crujiente contorno
e imprimieron en él su aspereza de tacto.
El tiempo, inexorable, se hace lento cruzando
la rústica hendidura de sus parciales líneas
y le lame ambicioso su morenez ardiente.
El fuego que ha cocido su forzada victoria
participa en su grave simbolismo. Le aporta
un calor suficiente que hace denso su empeño:
garantiza su urgente finalidad y en ella
santifica, consuma su oblación generosa.
El sabor que desprende le da forma al deseo
de materializar su noble objeto y solo
se siente mejor hecho, más sazonado y propio
y se sabe, además, común y necesario.
VERDE YERBA, ANTOLOGÍA HISPANOAM ERICANA
DE POESÍA (1968)
SONETO EPISTOLAR A LA VIRGEN DEL CARMEN
DE LA ISLA DE SAN FERNANDO (CÁDIZ)
Destinatario: el místico Carmelo.
Nombre: La Virgen, Madre o la Señora.
Tiempo: cualquier momento es buena hora.
Población: en Espíritu o en el Cielo.
Esta oración que parte desde el suelo
y por su poca fe se me demora,
sabe que ha de llegar cuando la aurora
del día de María rompa el vuelo.
Entonces qué temblor y qué latido
tendrá la Salve en esta boca enana
cuando inicie el fervor su recorrido.
Cierro la carta ya porque cercana
tengo el alba y, por tanto, me despido:
hasta verte ascendiendo en la mañana.
DIARIO DE CÁDIZ, julio de 1969
OTOÑO TRAS LA VENTANA
A Germán Caos Roldán
Apareces qué lento en la neblina,
muchacho adusto, otoño adolescente.
Tu mirada es opaca e indiferente
sobre los panoramas se avecina.
Vienes con nubarrones y camina
tu pie indeciso cautelosamente
y pasa entre las lluvias por tu frente
una inconclusa imagen setembrina.
De tus manos resbalan unas hojas
escuálidas en cuyas nerviaciones
sabes guardar tus pálidas congojas;
y asomado, de cerca, a los cristales,
pareces, cuanto más triste te pones,
un niño pobre y sucio de arrabales.
ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,
agosto de 1969
más apacible, menos duradero.
Tu entusiasta afición de vïajero
se cumple: he reclamado tu asitencia.
Vestido de feliz reminiscencia
resaltas, elegante pasajero,
de todos los recuerdos que yo espero
lleguen a la estación de mi conciencia.
Al doblar las esquinas de mis sienes
los sensibles vecinos de mi pecho
por la emoción se sienten absorbidos.
Y entras en mi silencio porque vienes
a tributrme tu mejor provecho,
que al instante reciben mis sentidos.
REVISTA BAHÍA, PLIEGOS POÉTICOS DEL CAMPO
DE GIBRALTAR, agosto de 1969
atalayando la calle?
Oh, madre, ¿qué a quién espero?
Verdad que no espero a nadie.
Entonces ¿por qué inpaciente,
como quien espera a alguien,
clavas la ansiosa mirada
en el fondo de la calle?
Costumbre, madre, costumbre,
pero yo no espero a nadie.
Hijo. ¿costumbre, costumbre?
Dime quién es ese alguien
que te clavado en la esquina
con una ansiedad tan grande.
Qué pena, madre, que pena
que en la vida haya contrastes.
Qué e¡ pena esperar bien
que a veces se esperan en balde.
Dime, hijo, ¿quién a tus ojos
es la reina de la calle?
¡No, madre, si yo no espero…
Verdad que no espero a nadie!
ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,
diciembre de 1970
ELEGÍA DEL SUR
I
No quiero recordar aquellos días,
los de larga paciencia y voz oculta,
detrás de mí, de aquel muchacho ingenuo
que se ganaba el pan vendiendo frutas
y le daba las gracias a diario
al generoso dios de la verdura.
Inevitablemente se me viene
a la memoria. Con la luz difusa
del tiempo que se apaga en los suceso
sencillos, estoy viendo cómo busca
algo más en la vida que pasar
el rato entre las cosas diminutas.
De la pleamar aquella que subía
por su pecho, me queda ahora la espuma
nada más. La blancura purifica
el corazón tan grávida de música.
Pero me basta. Es más: me considero
indigno de su herencia, aquella lucha
que sostuvo por mí, por este hombre
que quizá no encendió su luz futura
como debió. como tal vez no pueda
encender entre muros de penumbras
en este día, sombra evocatoria,
en que el vivir es realidad desnuda,
sin aquel traje de esperanza nueva
tan hecho a la medida de su furia
juvenil, aquel cuerpo de optimismo
que fue desmoronándose en la pugna.
La lonja sabe mucho de sus días
hilvanados por hilos de preguntas
hermosas a la vida, aves de asombro
que esparcieron su vida por la anchura
del mundo de su entorno: la araucaria,
las salinas, el pueblo, el sol, la abulia
del verano subiendo al mediodía
las calles empedradas, la convulsa
voz caliente del viento de levante
en las esquinas polvorientas, turbias.
Arriba, la ventana y sus macetas
de geranios, detrás el cuarto, absurda
habitación para alojar un sueño
que crece cada día, que se adjunta
el bajo cielo azul y los esteros
y el corazón también que ama y estudia
el primer año de bachillerato
sin escuchar las íntimas excusas
que la razón expone cuando ya
el vivir se acompleja y dificulta.
Y, al final, ¿para qué? La vida era
seguir viviendo, no pensar en muchas
cosas sino aceptar lo cotidiano
como una sed de proseguir la ruta
de cada día hasta llegar al hombre
que vive escasamente y se acostumbra
a no ser quien quería y que recuerda
a aquel que se ganaba con las frutas
el pan, mientras guardaba sus poemas
en el secreto de su voz oculta.
I I
Igual que el toro sale al ruedo, vamos
a la arena caliente de la vida.
Vivir, como si fuera una embestida,
y con ella en el ciego mundo entramos;
y nos llueven después los bellos ramos
de banderillas, sigue la corrida,
la furia a la muleta sometida.
Con media espada nos desmoronamos.
Las mulillas del tiempo nos alejan
al matadero desapercibido.
Igual que al toro, igual, igual nos dejan,
y hasta borran las huellas que reflejan
nuestro paso sangriento y removido.
I I I
De aquella copla me quedó su historia,
su argumento sonoro de tristeza.
Aún recuerdo el latir de su guitarra,
el ebrio corazón de la taberna.
Aquellos hombres de cigarro y vino
con olor de marismas y de espuertas
de caballas. Aquel salado viento
de levante llorando en las macetas.
de claveles. Aquel quejido antiguo,
sollozo y cante de una vida lenta.
Aquellos días, repetidos, agrios,
que dieron a la copla nervio y vena.
Y de la copla me quedó su historia
y el niño que la oyó y que me la cuenta.
I V
Ella vivía
con la imagen del niño todavía.
Y el niño se hizo hombre.
y siguió siendo niño por su nombre.
Para ella, no obstante,
el hombre estaba oculto con el niño delante.
—Ay, mi niño—decía.
Y el niño era tan hombre que ni serlo quería.
y el niño creció tanto,
que conoció el misterio y el secreto del llanto.
Murió el niño —el hombre digo.
Y ella guardó el recuerdo de aquel niño consigo.
Así ella vivía
con la imagen del niño todavía.
SUPLEMENTO ANTOLÓGICO TORRE TAVIRA, 1971
POEMA V
Ahí viene el ciego con su sombra a cuestas,
con su mundo incoloro y desmayado
y la apretada soledad oscura
rompiendo el muro vecinal del tacto.
Ahí viene el ciego en medio de la gente.
como una isla, el ser más solitario,
Regresa de vender su lotería,
el pan que ha ido moldeándose en sus labios
y que no ha visto, pero que ha sentido.
cocer en la tristeza de sus párpados.
Ved al ciego que viene y no nos dice
cómo está el día, si está bueno o malo
que para él el mundo es siempre el mismo,
que es recia madrugada todo el año.
Ahí el ciego, toca las paredes,
luego la acera, su bastón en mano,
con un mundo de sombras para él solo,
con un mundo que nadie ha penetrado.
POEMA V I I I
Sale enero a tomar el sol. La calle
por donde antes pasara al mediodía
llorando, se ha secado. Suenan gritos
de niños como piedras que cayeran
dentro de un pozo. Ladra un perro y cruza
un sol enfermo por las azoteas.
Abajo, como siempre, el cierro donde
hilvana su nostalgia la soltera
(“el pretendiente aquel que era bajito
pero amable, Dios sabe a quién corteja…”).
Cotidiana, invernal fuga del tiempo
en la pasividad de la alhucema.
Las cinco de la tarde. Se levanta
un vientecillo sobre las almenas
donde lloran las sábanas con sordos
rumores el blancor de su pureza.
Desde las azoteas se ve el pueblo
tendido en la quietud de la marea,
que le da un verde abrazo y la clausura,
geografía celosa y centinela
¿de qué? ¿de sus salinas, sus esteros,
su puente, sus acacias, sus palmeras,
su paraíso de dormido tiempo,
retira luminoso de la tierra?
TIERRA ESCONDIDA (1972)
POEMA IV
Cubro la soledad, rompo el instante
anaranjado de la tarde. Aspiro
esta perfume de abandono. Ausencia
de rumores ociosos, de ruidos.
Soy un hombre total aquí. La vida
se concreta en mi ser: un individuo,
alguien por quien la tarde arriba incendia
las cúpulas sombrías de los pinos.
Voy solo, pero más solo que nunca
dialogando en lo íntimo conmigo
Me desprendo de viejas resonancias
urbanas, de pesares, del oficio.
La pureza del yo por un instante
toma semblanza tersa de Jacinto.
Sube un olor de mínima grandeza
y humildad colosal. Algo imprevisto
que había en mí me envuelve y me transforma.
Me renueva, me va dejando limpio.
Me sé más puro, más pequeño y grande
al mismo tiempo porque soy más digno
de hablar con la presencia de lo hermoso
que me sale a lo largo del camino.
He perdonado todo. Mi pasado
se me cayó a las aguas del olvido
y mi presente con color de cielo
de atardecer, se me parece a un niño.
Aquí en la paz de este lugar soy otro,
aunque por fuera siga siendo el mismo.
CLARIDAD RETENIDA (1972)
CONTRA- POEMA
A Antonio Hernández
Será mejor así.
Eludiré palabras
que no vengan al caso, que no sean necesarias
para que el hombre siga su costumbre
tremenda e ineludible de luchar y acabarse.
Voy a seleccionar vocab¡os.
¿Os gustan estos:
Vida, incertidumbre, miedo, batalla
sin héroe,
indiferencia, soledad, rutina
y muerte?
Ya he prescindido
de todas las palabras que os venían
molestando durante tantos años.
He roto
pentagramas de versos musicales
Haced de ese poema renegado
un fósil para la vitrina
de la burla y, por pura paradoja,
un testamento de ceniza, olvido,
una apagada huella,
el rastro de que hubo un hombre
de alegría y tristeza lo mismo que vosotros,
como vosotros buscador de algo
que no satisficieron las palabras.
BAHÍA, PLIEGOS POÉTICOS DEL CAMPO
DE GIBRALTAR, abril, 1973
DOS NNOSTALGIAS MUERTAS DE OTRO TIEMPO
PRIMERA
Pude decirle al oído
y en un instante: Te quiero.
Pero me contuve. O caso
me dio vergüenza de ello.
Sentí un temblor, como un pájaro
que me volara en el pecho
y era mi respiración
un hondo poxo secreto.
Vi que después de esperarla
se alejaba de mi intento,
tantas veces malogrado
de salir hacia su encuentro.
Aquella última vez
parecía un tren el tiempo
que se escapaba veloz
de mi mano y mi deseo.
Ella, nubecilla blanca,
iba con aire sereno
dándole al paso un compás
sospechosamente lento.
Pero no pude decirle
nada. Me faltó el resuello
y me quedó para siempre
un vago remordiminto.
SEGUNDA
Por esta puerta, recuerdo,
pasaba. No se me olvida,
llena del oro fragante
de las tardes septembrinas.
En la falda de estampados
dibujo la luz ponía
un parpadeo y un guiño
de rendición amarilla.
El aire, húmeda pluma,
se me adelanta y suspira
con una blandura dócil
hasta su mueca escondida.
Y yo, pálido y callado
centinela de la esquina,
la estoy viendo cómo deja
caer el agua más limpia
de su reír en las cuencas
dolientes de mi desidia.
Y recuerdo que me dije
para mí mismo y con ira
más de una vez cuando ella
pasaba lenta y tranquila.
—Yo no sé lo que me pasa
ni qué temblor me domina
mientras ella va pasando
y mordiéndose la risa.
BAHÍA, PLIEGOS POÉTICOS DEL CAMPO
DE GIBRALTAR, agosto de 1974
ZAFIROS PARA INCRUSTACIONES EN LA PULSERA
DE AZAHRA
LA NOCHE
La dinamita roja del atardecer ha abierto un hondo y ancho pozo en el horizonte. El día, tiznado minero, se sumerge en él con la lámpara Davy del crepúsculo y cava sin parar hasta que arranca chispas al cuarzo de las primers estrellas.
MIRANDO LLENARSE UNA COPA DE CHAMPÁN
Una mujer de cabellera rubia se ahoga y en la desesperación se tiras del collar, lo rompe y hace saltar sus numerosas perlas blancas.
EL HUEVO MIENTRAS SE FRÍE
La calzada resbaladiza del aceite ha provocado un irritante accidente de caída en el huevo: la yema, como una maestra azorada, ha enrojecido de vergüenza porque le silbaban los bulliciosos discípulos de la clara circundante.
EL PAN
En la abundancia pagana del cocido el pan introduce su apostolado sencillo para hacer más blanda y asimilable la digestión. Así pues, para constatar su misión digestiva, después del almuerzo, su cuerpo es desmenuzado como la piel de un mártir fervoroso.
DONDE SE ROMPE EL MAR
Bajo el atardecer nuboso las olas me parecen manadas dispeorsas de toros que braman, se astillan las cornamentas y se precipitan en las rocas como si huyeran de la vara que aguija encolerizado el mayoral del viento.
EL VINO
Cuando los llevaban al lagar Estoy por decir que las rosas rojas han tomado de los aljibes sus penetants frescuraste prendaste de los racimos y me dijiste que eran como zarcillos de esmeraldas labradas. Pero ahora mira la copa donde han quedado convertidos en un resplandeciente brazalete de oro.
LAS ROSAS ROJAS
Estoy por decir que las rosas rojas han tomado de los aljibes su penetrante frescura, por sustentáculo, los talles delgados y oscilantes de las doncellas y para el color la sangre que ha corrido por las calles de al Andalus.
TARAYAL, núm. 13 (1975)
VIENES A MI MEMORIA Y TE SITÚAS…
Vienes a mi memoria y te sitúas
en uno de los años de tu lucha
aquella entre membrillos y naranjas,
con tu camisa a cuadros, tu bufanda
arrinconando a enero bajo el cuello,
de aquella lonja, madre de la astucia
noticiero de chismes populares
y guiñol de las broma y tu drama.
Mas, como siempre, olvidas las fatigas
de tu esfuerzo, tus brazos como mástiles
donde estaban erguidas, temblorosas
las inseguras jarcias de futuro
velamen desplegado de tu casa,
arboladura de tu pan diario
y proa contra mares de miserias,
siempre el ancla del ánimo elevada.
Te quedan, sin embargo, mariposas
de luz, de días claros, medallones
de sol, músicas dóbiles de lluvia
tras los cristales de la puerta, sombras
de gentes que se fueron, leves roces
de versos principiantes, la alegría
como un trozo de barca que se salva
del naufragio de un tiempo irreparable.
CAL, revista de poesía, 1976
Si yo supiera
que una palabra basta,
que una palabra puede
todavía pararnos
en la calle,
detenernos delante
del hombre,
aislarnos en la casa
o comentarla como
se desmigarla el pan…
Si yo supiera
que la palabra puede
desenterrar el júbilo
que nos trajo en otro tiempo
si la palabra fuera
por lo menos igual
que un lázaro escondido
en las gargantas,
si yo pudiera abrirle
las tortuosas, difíciles
calles de los oídos,
endulzarla
para que ofrezca un poco
de resistencia, pero
qué hago si hay mañanas
que ni yo mismo sé
dónde la puse, o la perdí
la noche antes,
se me cayó gastada,
consumida colilla
de la promesa ¿a quién?,
cuando ya no me sirve
ni como una ganzúa, ni
siquiera como un látigo
para exigirme.
Pero
si yo pudiera un día
recomponer pedazo a pedazo
otra vez la palabra…
PALABRAS DE MÁS (1977)
EN EL SUBTERRÁNEO DE LOS CIEGOS…
En el subterráneo de los ciegos, en el hoyo donde
gime el enfermo desahuci,ado,
entre los tejidos de la carne que punza el garfio
del dolor,
deslizándome por la lengua de la alegría
en el mar cuando
se muda de piel en la playa, desgarrado y bronco,
bronco;
en el conmovido corazón de la música,
salvando
las distancias que hay entre la fe
y la incredulidad,
recomponiendo los hilos rotos de la marona
de la esperanza,
subiendo al mástil de la idea novísima
y combatida,
arrastrando la barca desfondada de otra idea
retrógada y superada,
estoy siempre germinando como la crisálida
de un tiempo nuevo,
pariente de la estrella, tengo alas y soy súbdito
del barro, pero tributo a la codicia
de todo cuanto pide vida,
me acabo en cada moribundo y vuelvo a nacer
en cada niño,
tengo nombre y me pierdo en las sombras
de las muchedumbres, poseo
el corazón de más secretas historias exquisitas,
pero también me uno a cada hilo de la trama
de la gente.
A veces pienso si mi vida tiene sentido a solas;
sin embargo,
incluso en ese instante mi soledad es como
un hondo valle
que reproduce el eco de la resonancia del mundo
SÍSIFO (1977)
EL HABITANTE DEL VERANO
Multiplicado estoy como la arena
en esparcidas ascuas estivales,
ardo en cada mirar incandescente
de las pupilas cálidas de julio,
habito en cabelleras, brazos, senos,
gestos y corazones de muchachas
converso con los jóvenes, me agita
el dinamismo de sus alborotos,
cual desasida espora entre la espuma
beso el metal radiante de la orilla;
soy eco de la risa de los niños,
desbarato sus juegos, los rehago
como la paciencia intemporal del ocio;
pueblo la holgada madurez del padre,
la apacibilidad de las esposas;
disfruto en cada breve refrigerio,
flameo en el plumaje de la siesta,
con la lengua marítima del aire
narro insólitas fábulas marinas,
doy cadencia al fragor del oleajes,
ordeno su exaltada pedrería,
atempero su fiebre llameante
y suavizo los peplos de la brisa;
asomado a los ebrios ventanales
de mis sentidos el sosiego
y en mi atezada piel ha establecido
su inviolable palacio la inocencia.
Me voy por las terrazas, me extravío
por el bosque caliente de las voces
la espesura de las fisonomías.
Vibro radial. En mi latencia asumo
esta innúmera acción. La vid del día
está enverada en mi naturaleza.
Cumplido estoy. La tierra se embriaga
con las uvas moradas del ocaso.
QUEDA LA TIERRA (1978)
RICARDO MOLINA SE ENCUENTRA DE NUEVO
Un mirlo blanco, un tránsito de nubes
rozan los fríos pórticos del aire,
hiende el atardecer su última nave
en el agua rojiza del poniente,
flota el silencio en la mitad del río,
sugiere tierna pátina de historia
el puente, la ciudad o una muralla.
Medina Azahara duerme en el recuerdo,
resplandecen los pasos de esta hora,
llegan con ellos sueños y señales,
arden latidos de un renacimiento
que llena olvidos, calles y abandonos,
se levantan los días regresados,
se acercan y te piden un anillo
para que te desposes con la vida
como ayer, como cuando la cantabas,
y era ese canto, novio de bellezas,
tu identidad con todo lo creado.
REVISTA GAVIOTA DE POESÍA (1979)
EL MAR PONE UN ANILLO DE MÚSICA A TU CUERPO
(ANDANTE SEGURO)
El mar pone un anillo de música a tu cuerpo.
¿Sabes? Eres la estatua del día en miniatura.
Tiene tu cuerpo el brillo del comienzo del mundo
porque te hicieron ánfora para la primavera.
Te miro y mis mejores palabras enmudecen
y hasta me faltan ojos que descifren tu cuerpo.
Te hace un coro de olas el mar y te moldea,
venus carnal, con manos viriles de salitre.
Te quiere desposar y te alhaja de espumas,
pero eres mía ahora, y él, tan grande y sinfónico,
que me llena de orgullo y le dejo que en broma
ciña con un anillo de música tu cuerpo.
De Fiebre de verano (1980)
POEMA TESTAMENTARIO PARA DAR ALIENTO A UN NIÑO
Romperán la guirnalda, las frondas emotivas,
la secular corona de las paternidades,
el arco poderoso, florido de proezas silenciosas y mínimas
de las generaciones;
la cadena del tiempo, eslabones de óxido de dolor y penumbras
de los renunciamientos:
desaparecerán los cantos maternales que dieron a la casa
sus ecos milenarios,
helechos afectivos cubriendo la molicie sagrada que fundaron
venerados ancestros,
oh santos pebeteros de palabras unánimes, atril incandescente
de ejemplos memorables;
borrarán esas huellas de esfuerzo que encendieron los claros ascendientes
y el remanso de esperas y fructificaciones que fue ayer la familia,
desbordado será por sucios aluviones de ejarbes de locuras,
cachones de infortunios;
el niño estará solo como nunca indefenso frente al viento y al rayo
frente a las ignominias de ocasionales padres, frente a la cobardía
felizmente explicadas con razones impunes.
¿No habrá nadie que ponga su mano defensora como escudo
inviolable de su rota inocencia, de su candor frustrado por las garras
de un mundo por todas las violencias hostigado y ceñido su cuello
por la cuerda insufrible del hambre?
¿No habrá un hombre por ámbitos de pájaros, de flores,
de juguetes, y risas, alamedas y gritos, deteniendo las horas,
haciéndolas más dulces, más blandas y amorosas en torno de los niños?
Hijo mío que creces a la sombra de un sueño y atraviesas caminos
de lechosos guijarros,
mecido por vaivenes de fatigas peternas y desvelos mayores,
perseverancia y lucha.
¿qué mundo es el que espera mañana tu saludo de obrero o de poeta,
de varón decidido, heredero al azar de un pasado imborrable
que asumirás seguro?
Yo, hijo mío, no tengo nada más que la flor marchita de un cansancio,
sacrificio sin horas
y el fuego, el fuego amigo luchador y difícil
de una enorme esperanza.
ERYTHIA, TERTULIAS LITERARIAS (1981)
REGRESO DE RAFAEL ALBERTI AL MAR DE SU INFANCIA
Se entristece la crin de la larga
escancana,
polvareda de tiza que emblanquece las rocas.
Agoniza el reflujo igual que una sirena
que esconde en los bajíos su cabellera de algas.
Mar o piedra engastada en la pulsera
que es la bahía, llora con su flauta de brisas
la ausencia de su amante, manirroto de pájaros
dispensador de azules, violinista del aire,
poeta cuyos versos apostaron un día
contra el fiero amargor del salitre el retorno,
la vuelta del hijo pródigo de la belleza.
Pero, mientras que tarda, las olas van trenzando
historias y leyendas de naufragios y amores,
cantan los mareajes, se emborrachan las brújulas,
retumba en la escollera gaditana su nombre,
su deuda de nostalgia florece de corales
y gime en Sancti Petri, o llora en la Puntilla
el luto de un otoño ceñido de neblinas;
de Cádiz a Tarifa enhebran los levantes
las tardes, las mañanas que encendieron su nombre,
que mecieron sus labios al calor de un poema.
El mar no se conforma con la vieja promesa
de su llegada y rompe compuertas y palangres,
ya embravece y destroza cantiles y navazos,
desbarata con mano de gigante de agua
caladeros y jábegas, aparejos y velas.
Desde fauces marinas profundas y abisales
surgen oscuros búfalos de oleajes y espejos.
Maretas y marolas anuncian el prodigio,
la llegada del padre, del hermano, del novio
que prometió de lejos, con anillos de música,
desposar a la blanca bahía, a la doncella
que dormita en su urna —claro mar de mañana.
La arena ya florece de huellas, de reflejos,
y levanta su tirso de claridad el día.
Alberti, el patriarca de olas como borregos,
el pastor de mastines, los fogosos cachones
que olfatean rompientes y ladran en las playas,
aquí está y ha clavado su bandera de gozo
a la orilla de un cofre donde fulge la historia,
en la quilla de un buque, capitán del asombro:
¡vámonos mar adentro de la alucinación!
Primavera-Verano
ZUBIA, Córdoba (1982)
A UN FALUCHO A MEDIO CUBRIR
POR EL CIENO DE UN MUELLE PESQUERO
Con la cerviz ya hundida y castigada
por el peso de soles y de brumas,
ofreces todavía a las espumas
el honor de tu vértebra empinada.
Que estuvo tu bodega abarrotada
de peces, lo recuerdas y te abrumas;
pero, a pesar, de que hedor te inhumas,
resistes, sin embargo, la bajada.
Ni el colmillo del agua compañera,
ni el verdín que a tu proa la adornara
perdonan a tu sucia calavera;
igual que el pescador que te embarcara
hoy su vejez lo abate y desampara
y se muere, mirándote, a tu vera.
ALJAMBRA, REVISTA DE POETAS ANDALUCES (1983)
CANCIÓN DE CUNA
Hija mía, que vienes
a un mundo contrahecho,
al recodo más sucio
que tiene el universo,
al fondo miserable
de un hondo pozo ciego,
yo te he traído a ti
como a mí me trajeron.
Aprende como yo
a buscar en el cieno
con coraje y fatiga
una azucena, un verso.
Que ese será el hallazgo
en que apoyes tu aliento,
la más fiel alegría
de todos tus contentos
que te acompañará
en tu postrer destierro,
y esa será la herencia
y todo el testamento
que dejarás un día
a tu hijo, con riesgo
de decirle lo mismo
que yo te estoy diciendo:
—“Hijo mío, que vienes
a un mundo contrahecho…”.
POESÍA ANDALUZA (ALMERÍA, 1985)
ENRÉDENME LAS NIEBLAS FUNERALES…
Enrédenme las nieblas funerales
que es esa cabellera removida.
Piérdame la galaxia estremecida
que son tus altos ojos zodiacales.
Caliéntenme tus pechos candeales
con su sangre nupcial y desprendida.
Enciéndame tu vientre de parida
con su calor de cuevas maternales.
Todo es ahora como un prado manso,
todo es égloga en que me maravillo
y una arcadia ideal de escapatoria.
Todo se irá: tu cuerpo y tu remanso.
Todo: el fruto y su júbilo amarillo
y quedará el vacío y la memoria.
Cruel, amada vida (1986)
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