jueves, 3 de octubre de 2024

L O Q U E VA DE AY E R A H O Y

   

                   L O   Q U E   VA    DE  AY E R   A    H O Y      

                     (ANTOLOGÍA POÉTICA 1962-2022)


Sinopsis

 

Con este verso de Luis de Góngora el autor recoge sesenta años de quehacer poético en el que se suceden muestras de su larga trayectoria en el verso desde las formas clásicas hasta estructuras versales más abiertas, así como la evolución de sus registros. Recuperando viejas revistas, unas olvidadas y otras en el recuerdo de autores y autoras, y también  poemas extraídos de libros editados, el autor ha tenido a bien reunirlos en esta página para gozo de la memoria.

 

              PUENTE DE ZUAZO   (Soneto II)

 

Quiero verte en la aurora purpurina

cuando tu sol entre corales briila

y surge de la póntica buhardilla

lanzando espuma tu graciosa ondina.

 

Entonces labraré tu perla fina

sentado en la frescura de tu orilla

grrabándole una breve maravilla

que dejaré en tu nítida salina.

 

Quiero vrte. Después, cuando me vaya,

cuando esté lejos de tu verde playa,

tal vez te acuerdes de tu amante hombre.

 

Me llamarás incluso con el viento

al ver la perla que en ti busca asiento,

aquella perla en que grabé mi nombre.

 

 

 ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO 

septiembre de 1962

         

 

         EL CANTO DEL ESPOSO

 

       Dedicado a Pepita Carrión

       y Emilio Delgado, pintor, en su boda

                                 

 

 

Tus blancas manos me dan ovillado

el hilo oculto de todas las cosas.

                     Eduardo Marquina



I

En aquel luminoso norte de mis anhelos
te estoy mirando alegre, segura, amanecida.
En el lugar más blanco del alba, tu presencia
se funde con el tiempo: el alba eres tú misma.



Afición de paloma que agitas tu blancura
de hogar y la difundes alrededor del día;
tus alas me circundan con el precioso empeño
de darle forma alguna a la acción de mi dicha.



Tu próxima apariencia de generoso trigo
se levanta innovando mi asistencia de brisa,
y mi mano, furtiva labradora de sueños,
te ciñe, te acompasa tu profesión de espiga.

Tu aliento se levanta como una simple alondra
y con cuyo alborozo mi silencio disipa.
Se posa en mis proyectos, en mi insomnio, en mis manos,
y traza en mis palabras señuelos de caricia.



Vienes con el matiz preciso para hacerte
el motivo máss noble de mi mano de artista.
Mi alma será el lienzo donde haré reflejarte
con una intimidad más profunda y más viva.

 

Pondrás en mi ternura tu posesión de rosa,
tu interior primavera con cuya fe te afirmas.
Y una lluvia profusa de libres claridades
pondrás en mi esperanza, apoyo de tu vida.


I I

Yo sé que por mis ojos siempre miran tus ojos,
y por mi mano cálida se desliza tu mano.
Tu sonrisa gozosa es melliza a la mía
y el trazo de tu gesto me recuerda mis pasos.



Nos une como un nudo los haces del deseo
de palabras si halladas, ademanes más claros
que suplantan las frases cuando nuestras miradas,
sin dejar de ser ojos, se prolongan en brazos.




Sí; ojos graves que atienden la expresión de mi búsqueda.
y hasta mí se proyectan serenísimos, tácitos.
Tus miradas me dicen que he crecido en tu alma
desde donde me siento, si más hondo, más alto.



En mi sed te prolongas: eres sed infinita;
y a mí mismo regresas con el agua en los labios.
Pero mientras que tardas en venir, la distancia
de un latir con nostalgia de tu amor se ha poblado.



Creces como mis horas de soledad. Extiendo
tu recuerdo por donde la emoción le da un canto.
Con palabras, imágenes nos fundimos y juntos
en la misma esperanza nuestro sueño labramos.



Y es inútil la sombra despeñada, indolente,
que quisiera caer sobre nosotros. Algo
más fuerte que el poder oscuro del olvido
nos empuja y enseña a tenernos, a amarnos.



I I I

Ya la noche nos cubre con su negro silencio.
Mi voz, mis ojos, todo mi ser te busca. Pido
tu reflejo en mi calma donde vuelvo a encontrarme
alegremente tuyo, amoroso, tranquilo.



Fuera de nuestras manos cuanto existe enmudece.
Se estrechan nuestras voces con un tono benigno.
Hemos vuelto a mirarnos como un día en que nada
fue tan hermoso como nuestro encuentro imprevisto.



Sin embargo, es apenas un recuerdo, mas abre
la luminosidad de este instante distinto,
porque somos dos vidas, dos senderos que eligen
ya no ser paralelos sino un solo camino.

 

    Con dirección a un verso con casta consonancia

    van nuestros corazones con el amor por signo.
    Cerramos un silencio donde cabe el pasado
    y la sonrisa luego del porvenir abrimos.

 

Queda, pues, perfilado, cuando se aleja el sueño
y entre espacios de aurora se ensancha nuestro sitio,
con nuestra indisoluble persistencia de esposos
un árbol que proclama su amanecer activo.



El árbol que seremos cuando la luz traspase
la adolescente gracia de su ramaje umbrío,
y desde las raíces, subiendo por las ramas,
se desborde la savia que anuncia a nuestro hijo.

                              

        EDICIÓN PERSONAL, Noviembre de 1965

 

LA NOCHE TE HA TRAÍDO HASTA MI PENSAMIENTO…

 

 

La noche te ha traído hasta mi pensamiento.

Como inasible lluvia de finísimas frondas

caer te siento sobre mis manos apagadas,

mis manos que ya adquieren la forma del deseo.

Con un mágico gesto te construyo en mi sueño.

Embrujada la noche , tropieza, se resbala,

como un barco en zozobra la habitación revuelve.

 

Cuando despierto sé que la madrugada

                                    fue benigna conmigo,

pues rocíos de estrellas cayeron en mi sueño

                                   como agua en impluvio

y tanteo la cama

                      y solo estoy en lenta duermevela.

Pero sé que tú estás ya dentro de mi vida.

 

ISLA,  BOLETÍN DE LA SOCIEDAD  DE FOMENTO,

abril de 1966

 

 

 

 LOS  OJOS NUEVOS. SEGUIR EL CAMINO.

¿CUÁL ES EL CAMINO?

                                    

Ya he aceptado el hombre que me ha dado

 la circunstancia, barca que navega

por un mar encrespado algunas veces

y amenaza Dios sabe qué naufragio.

Ya habita ésta, mi voz, que se levanta

y posesión el gesto de mi mano.

Ya se asoma a mis ojos, las ventanas

que dan al mundo.  En él cómo contemplan

mis ojos la miseria que corroe

el corazón de esa manzana vieja.

Pero esa triste fruta solamente

puede regenerarse con la luz

que deje resbalar por su corteza:

luz viva procedente de unos ojos

que prometan ser nuevos. Su mirada

es idénticam al alba. Qué robusta

derrama su azulenca plenitud

aun por los corazones más indignos.

Oh. luz nueva de nuevos ojos, brilla,

sé dueña de tu noble claridad

y eleva sobre ti, sobre tu anhelo,

un sentido de búsqueda más fuerte

que este cansancio de sentirse vivo.

 

     HEREDADA SOLEDAD  (1967)

 

                     

 

ERES LA CLARIDAD DEL MEDIODIA…

 

 

Eres la claridad del meiodía,

unte de donde surjo y donde manao.

Mi curso está en el cuencoa de tu mano

y mi curso lo tengo en tu alegr´´ia.

 

Este río se crece en la agonía

se sentjrse más largo, más cercano

a su anhelado término montano

quie cilmina tu esbelta geografía.

 

Mujer, cómo atravieso la campiña

verde de tu esperanza mañanera

donde con ansia mi aluvión revuelvo.

 

Para que mi rumor hondo te ciña

desembovando busco la manera

de ver cçomo cómn tu vida me resuelvo.

 

ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,

mayo de 1967

 

 

ALUCINACIÓN O PARÁBOLA DE LAS VÍRGENES

 PRUDENTES

 

Han llamado a la puerta. Yo presiento

que eres Tú el que llamaste. No podría

ser otro el que supiese que aquí siento

la inquietud de que alguien llamaría.

 

 Abro la puerta.  ¡Si es tan sólo el viento

lo que se oye!… Me alucinaría

este esperanzador presentimiento

de que alguna visita yo tendría.

 

Te has ido, pero sé que Tú has llamado.

Dejo la entrada de mi alma abierta

por si vuelves, me encuentres preparado.

 

Tengo tu noble astucia descubierta:

sé que llamaste por que así has probado

si yo estaba velando tras la puerta.

 

REVISTA TORRE TAVIRA, octubre de 1967


 

TESTIMONIO

 

 Yo creo tener fe,

y es porque cada día

voy viendo que mi hombre

se da perfectamente

cuenta de que camina.

 

Y yo mismo prolongo

la sed de ese mañana

cuando apenas lo he visto

lejano o inalcanzable.

Yo creo que la fe

es la superación

constante de ese hombre

que ocupa nuestra vida.

 

 EL PAN

 

Cada migaja encierra un momento del día

donde se multiplica su bondad trascendente.

Cada migaja ablanda su experiencia amorosa

y minimiza con maternal tolerancia

la historia cotiodiana de su dura conquista.

 

 

Las horas moldearon su crujiente contorno

e imprimieron en él su aspereza de tacto.

El tiempo, inexorable, se hace lento cruzando

la rústica hendidura de sus parciales líneas

y le  lame ambicioso su morenez ardiente.

 

El fuego que ha cocido su forzada victoria

participa en su grave simbolismo. Le aporta

un calor suficiente que hace denso su empeño:

garantiza su urgente finalidad y en ella

santifica, consuma su oblación generosa.

 

El sabor que desprende  le da forma al deseo

de materializar su noble objeto y solo

se siente mejor hecho, más sazonado y propio

y se sabe, además, común y necesario.

 

VERDE YERBA, ANTOLOGÍA HISPANOAM ERICANA

 DE POESÍA (1968)

 SONETO EPISTOLAR A LA VIRGEN DEL CARMEN

 DE LA ISLA DE SAN FERNANDO (CÁDIZ)

 

 

Destinatario: el místico Carmelo.

Nombre: La Virgen, Madre o la Señora.

Tiempo: cualquier momento es buena hora.

Población: en Espíritu o en el Cielo.

 

Esta oración que parte desde el suelo

y por su poca fe se me demora,

sabe que ha de llegar cuando la aurora

del día de María rompa el vuelo.

 

 

Entonces qué temblor y qué latido

tendrá la Salve en esta boca enana

cuando inicie el fervor su recorrido.


Cierro la carta ya porque cercana

tengo el alba y, por tanto, me despido:

hasta verte ascendiendo en la mañana.

 

DIARIO DE CÁDIZ,  julio de 1969


 

  OTOÑO TRAS LA VENTANA

 

                    A Germán Caos Roldán

 

Apareces qué lento en la neblina,

muchacho adusto, otoño adolescente.

Tu mirada es opaca e indiferente

sobre los panoramas se avecina.

 

Vienes con nubarrones y camina

tu pie indeciso cautelosamente

y pasa entre las lluvias por tu frente

una inconclusa imagen setembrina.

 

De tus manos resbalan unas hojas

escuálidas en cuyas nerviaciones

sabes guardar tus pálidas congojas;

 

y asomado, de cerca, a los cristales,

pareces, cuanto más triste te pones,

un niño pobre y sucio de arrabales.

 

ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,

agosto de 1969

 

 

 EL MEJOR RECUERDO

 

 Vienes desde el lugar de mi existencia

más apacible, menos duradero.

Tu entusiasta  afición de vïajero

se cumple: he reclamado tu asitencia.

 

Vestido de feliz reminiscencia

resaltas, elegante pasajero,

de todos los recuerdos que yo espero

lleguen a la estación de mi conciencia.

 

Al doblar las esquinas de mis sienes

los sensibles vecinos de mi pecho

por la emoción se sienten absorbidos.

 

Y entras en mi silencio porque vienes

a tributrme tu mejor provecho,

que al instante reciben mis sentidos.

 

REVISTA BAHÍA, PLIEGOS POÉTICOS DEL CAMPO

DE GIBRALTAR,  agosto de 1969

 

 ROMANCE  ESPERANDO

 

 ¿A quién esperas, a quién

atalayando la calle?

Oh, madre, ¿qué a quién espero?

Verdad que no espero a nadie.

 

Entonces ¿por qué inpaciente,

como quien espera a alguien,

clavas la ansiosa mirada

en el fondo de la calle?

 

Costumbre, madre, costumbre,

pero yo no espero a nadie.

 

Hijo. ¿costumbre, costumbre?

Dime quién es ese alguien

que te clavado en la esquina

con una ansiedad tan grande.

 

Qué pena, madre, que pena

que en la vida haya contrastes.

 

Qué e¡ pena esperar bien

que a veces se esperan en balde.

 

Dime, hijo, ¿quién a tus ojos

es la reina de la calle?

¡No, madre, si yo no espero…

Verdad que no espero a nadie!            

 

ISLA, BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE FOMENTO,

diciembre de 1970


         ELEGÍA DEL SUR

 

                        I

 

No quiero recordar aquellos días,

los de larga paciencia y voz oculta,

detrás de mí, de aquel muchacho ingenuo

que se ganaba el pan vendiendo frutas

y le daba las gracias a diario

al generoso dios de la verdura.

Inevitablemente se me viene

a la memoria. Con la luz difusa

del tiempo que se apaga en los suceso

sencillos, estoy viendo cómo busca

algo más en la vida que pasar

el rato entre las cosas diminutas.

 

De la pleamar aquella que subía

por su pecho, me queda ahora la espuma

nada más. La blancura purifica

el corazón tan grávida de música.

Pero me basta. Es más: me considero

indigno de su herencia, aquella lucha

que sostuvo por mí, por este hombre

que quizá no encendió su luz futura

como debió. como tal vez no pueda

encender entre muros de penumbras

en este día, sombra evocatoria,

en que el vivir es realidad desnuda,

sin aquel traje de esperanza nueva

tan hecho a la medida de su furia

juvenil, aquel cuerpo de optimismo

que fue desmoronándose en la pugna.

 

La lonja sabe mucho de sus días

hilvanados por hilos de preguntas

hermosas a la vida, aves de asombro

que esparcieron su vida por la anchura

del mundo de su entorno: la araucaria,

las salinas, el pueblo, el sol, la abulia

del verano subiendo al mediodía

las calles empedradas, la convulsa

voz caliente del viento de levante

en las esquinas polvorientas, turbias.

Arriba, la ventana y sus macetas

de geranios, detrás el cuarto, absurda

habitación para alojar un sueño

que crece cada día, que se adjunta

el bajo cielo azul y los esteros

y el corazón también que ama y estudia

el primer año de bachillerato

sin escuchar las íntimas excusas

que la razón expone cuando ya

el vivir se acompleja y dificulta.

 

Y, al final, ¿para qué? La vida era

seguir viviendo, no pensar en muchas

cosas sino aceptar lo cotidiano

como una sed de proseguir la ruta

de cada día hasta llegar al hombre

que vive escasamente y se acostumbra

a no ser quien quería y que recuerda

a aquel que se ganaba con las frutas

el pan, mientras guardaba sus poemas

en el secreto de su voz oculta.

 

                      I I

 

Igual que el toro sale al ruedo, vamos

a la arena caliente de la vida.

Vivir, como si fuera una embestida,

y con ella en el ciego mundo entramos;

 

y nos llueven después los bellos ramos

de banderillas, sigue la corrida,

la furia a la muleta sometida.

Con media espada nos desmoronamos.

 

 Después viene el arrastre del olvido.

Las mulillas del tiempo nos alejan

al matadero desapercibido.

Igual que al toro, igual, igual nos dejan,

y hasta borran las huellas que reflejan

nuestro paso sangriento y removido.

 

 

                I I I

 

De aquella copla me quedó su historia,

su argumento sonoro de tristeza.

Aún recuerdo el latir de su guitarra,

el ebrio corazón de la taberna.

Aquellos hombres de cigarro y vino

con olor de marismas y de espuertas

de caballas. Aquel salado viento

de levante llorando en las macetas.

de claveles. Aquel quejido antiguo,

sollozo y cante de una vida lenta.

Aquellos días, repetidos, agrios,

que dieron a la copla nervio y vena.

Y de la copla me quedó su historia

y el niño que la oyó y que me la cuenta.

 

                        I V

 

Ella vivía

con la imagen del niño todavía.

Y el niño se hizo hombre.

y siguió siendo niño por su nombre.

Para ella, no obstante,

el hombre estaba oculto con el niño delante.

—Ay, mi niño—decía.

Y el niño era tan hombre que ni serlo quería.

y el niño creció tanto,

que conoció el misterio y el secreto del llanto.

Murió el niño —el hombre digo.

Y ella guardó el recuerdo de aquel niño consigo.

Así ella vivía

con la imagen del niño todavía.

 

SUPLEMENTO ANTOLÓGICO TORRE TAVIRA, 1971

 


                      POEMA V

 

Ahí viene el ciego con su sombra a cuestas,

con su mundo incoloro y desmayado

y la apretada soledad oscura

rompiendo el muro vecinal del tacto.

Ahí viene el ciego en medio de la gente.

como una isla, el ser más solitario,

Regresa de vender su lotería,

el pan que ha ido moldeándose en sus labios

y que no ha visto, pero que ha sentido.

cocer en la tristeza de sus párpados.

 

Ved al ciego que viene y no nos dice

cómo está el día, si está bueno o malo

que para él el mundo es siempre el mismo,

que es recia madrugada todo  el año.

Ahí el ciego, toca las paredes,

luego la acera, su bastón en mano,

con un mundo de sombras para él solo,

con un mundo que nadie ha penetrado.

 

            POEMA  V I I I

 

Sale enero a tomar el sol. La calle

por donde antes pasara al mediodía

llorando, se ha secado. Suenan gritos

de niños como piedras que cayeran

dentro de un pozo. Ladra un perro y cruza

un sol enfermo por las azoteas.

Abajo, como siempre,  el cierro donde

hilvana su nostalgia la soltera

(“el pretendiente aquel que era bajito

pero amable, Dios sabe a quién corteja…”).

Cotidiana, invernal fuga del tiempo

en la pasividad de la alhucema.

 

Las cinco de la tarde. Se levanta

un vientecillo sobre las almenas

donde lloran las sábanas con sordos

rumores el blancor de su pureza.

 

Desde las azoteas se ve el pueblo

tendido en la quietud de la marea,

que le da un verde abrazo y la clausura,

geografía celosa y centinela

¿de qué? ¿de sus salinas,  sus esteros,

su puente,  sus acacias,  sus palmeras,

su paraíso de dormido tiempo,

retira luminoso de la tierra?

 

              TIERRA ESCONDIDA  (1972)

                  POEMA IV

 

 

Cubro la soledad, rompo el instante

anaranjado de la tarde. Aspiro

esta perfume de abandono. Ausencia

de rumores ociosos, de ruidos.

 

Soy un hombre total aquí. La vida

se concreta en mi ser: un individuo,

alguien por quien la tarde arriba incendia

las cúpulas sombrías de los pinos.

Voy solo, pero más solo que nunca

dialogando en lo íntimo conmigo

Me desprendo de viejas resonancias

urbanas, de pesares, del oficio.

 

La pureza del yo por un instante

toma semblanza tersa de Jacinto.

Sube un olor de mínima grandeza

y humildad colosal.  Algo imprevisto

que había en mí me envuelve y me transforma.

Me renueva, me va dejando  limpio.

Me sé más puro, más pequeño y grande

al mismo tiempo porque soy más digno

de hablar con la presencia de lo hermoso

que me sale a lo largo del camino.

 

 He perdonado todo. Mi pasado

se me cayó a las aguas del olvido

y mi presente con color de cielo

de atardecer, se me parece a un niño.

 

Aquí en la paz de este lugar soy otro,

aunque por fuera siga siendo el mismo.

 

           CLARIDAD RETENIDA (1972)


              CONTRA- POEMA

 

                          A Antonio Hernández

 

     Será mejor así.

                                Eludiré palabras

    que no vengan al caso, que no sean necesarias

    para que el hombre siga su costumbre

    tremenda e ineludible de luchar y acabarse.

 

   Voy a seleccionar vocab¡os.

   ¿Os gustan estos:

   Vida, incertidumbre, miedo, batalla

                                                      sin héroe,

  indiferencia, soledad, rutina

  y muerte?

 

 Ya he prescindido

 de todas las palabras que os venían

 molestando durante tantos años.

                                                    He roto

 pentagramas  de versos musicales

 Haced de ese poema renegado

 un fósil para la vitrina

 de la burla y, por pura paradoja,

 un testamento de ceniza, olvido,

 una apagada huella,

 el rastro de que hubo un hombre

 de alegría y tristeza lo mismo que vosotros,

 como vosotros buscador de algo

 que no satisficieron las palabras.

 

BAHÍA, PLIEGOS POÉTICOS DEL CAMPO

DE GIBRALTAR, abril, 1973


 

DOS NNOSTALGIAS MUERTAS DE OTRO TIEMPO

 

 

            PRIMERA

Pude decirle al oído

y en un instante: Te quiero.

Pero me contuve. O caso

me dio vergüenza de ello.

Sentí un temblor, como un pájaro

que me volara en el pecho

y era mi respiración

un hondo poxo secreto.

Vi que después de esperarla

se alejaba de mi intento,

tantas veces malogrado

de salir hacia su encuentro.

 

Aquella última vez

parecía un tren el tiempo

que se escapaba veloz

de mi mano y mi deseo.

Ella, nubecilla blanca,

iba con aire sereno

dándole al paso un compás

sospechosamente lento.

 

Pero no pude decirle

nada. Me faltó el resuello

y me quedó para siempre

un vago remordiminto.

 

           SEGUNDA

Por esta puerta, recuerdo,

pasaba. No se me olvida,

llena del oro fragante

de las tardes septembrinas.

En la falda de estampados

dibujo la luz ponía

un parpadeo y un guiño

de rendición amarilla.

El aire, húmeda pluma,

se me adelanta y suspira

con una blandura dócil

hasta su mueca escondida.

 

Y yo, pálido y callado

centinela de la esquina,

la estoy viendo cómo deja

caer el  agua más limpia

de su reír en las cuencas

dolientes de mi desidia.

Y recuerdo que me dije

para mí mismo y con ira

más de una vez cuando ella

pasaba lenta y tranquila.

 

—Yo no sé lo que me pasa

ni qué temblor me domina

mientras ella va pasando

y mordiéndose la risa.

 

BAHÍA, PLIEGOS  POÉTICOS DEL CAMPO

DE GIBRALTAR, agosto de 1974

 


 

ZAFIROS PARA INCRUSTACIONES EN LA PULSERA

DE AZAHRA

                               LA NOCHE

 

 La dinamita roja del atardecer ha abierto un hondo y ancho pozo en el horizonte. El día, tiznado minero, se sumerge en él con la lámpara Davy del crepúsculo y cava sin parar hasta que arranca chispas al cuarzo  de las primers estrellas.

                 

    MIRANDO LLENARSE UNA COPA DE CHAMPÁN

 

Una mujer de cabellera rubia se ahoga y en la desesperación se tiras del collar, lo rompe y hace saltar sus numerosas perlas blancas.

 

              EL HUEVO MIENTRAS SE FRÍE

 

La calzada resbaladiza del aceite ha provocado un irritante accidente de caída en el huevo: la yema, como una maestra azorada, ha enrojecido de vergüenza porque le silbaban los bulliciosos discípulos de la clara circundante.  

 

                                    EL PAN

 

En la abundancia pagana del cocido el pan introduce su apostolado sencillo para hacer más blanda y asimilable la digestión. Así pues, para constatar su misión digestiva, después del almuerzo, su cuerpo es desmenuzado como la piel de un mártir fervoroso.

 

                     DONDE SE ROMPE EL MAR


Bajo el atardecer nuboso las olas me parecen manadas dispeorsas de toros que braman, se astillan las cornamentas  y se precipitan  en las rocas como si huyeran de la vara que aguija encolerizado el mayoral del viento.

 

                                   EL VINO


Cuando los llevaban al lagar Estoy por decir que las rosas rojas han tomado de los aljibes sus penetants frescuraste prendaste de los racimos y me dijiste que eran como zarcillos de esmeraldas labradas. Pero ahora mira la copa donde han quedado convertidos en un resplandeciente brazalete de oro.

      

                          LAS ROSAS ROJAS

 

Estoy por decir que las rosas rojas han tomado de los aljibes su penetrante frescura, por sustentáculo, los talles delgados y oscilantes de las doncellas y para el color la sangre que ha corrido por las calles de al Andalus.

 

TARAYAL, núm. 13 (1975)


 

      VIENES A MI MEMORIA Y TE SITÚAS…


 

        Vienes a mi memoria y te sitúas

en uno de los años de tu lucha

aquella entre membrillos y naranjas,

      con tu camisa a cuadros, tu bufanda

       arrinconando a enero bajo el cuello,

       de aquella lonja, madre de la astucia

 y de la picardía del sustento,

 escuela de ocio, chanza y aguardiente,

 noticiero de chismes populares

 y guiñol de las broma y tu drama.

 

 Mas, como siempre, olvidas las fatigas

 de tu esfuerzo, tus brazos como mástiles

 donde estaban erguidas, temblorosas

 las inseguras jarcias de futuro

 velamen desplegado de tu casa,

 arboladura de tu pan diario

 y proa contra mares de miserias,

 siempre el ancla del ánimo elevada.

 

 Te quedan, sin embargo, mariposas

 de luz, de días claros, medallones

 de sol, músicas dóbiles de lluvia

 tras los cristales de la puerta, sombras

 de gentes que se fueron, leves roces

 de versos principiantes, la alegría

 como un trozo de barca que se salva

 del naufragio de un tiempo irreparable.

 

       CAL, revista de poesía, 1976




SI YO SUPIERA…

 

 

Si yo supiera

que una palabra basta,

que una palabra puede

todavía pararnos

en la calle,

detenernos delante

del hombre,

aislarnos en la casa

o comentarla como

se desmigarla el pan…

 

Si yo supiera

que la palabra puede

desenterrar el júbilo

que nos trajo en otro tiempo

si la palabra fuera

por lo menos igual

que un lázaro escondido

en las gargantas,

si yo pudiera abrirle

las tortuosas, difíciles

calles de los oídos,

endulzarla

para que ofrezca un poco

de resistencia, pero

qué hago si hay mañanas

que ni yo mismo sé

dónde la puse, o la perdí

la noche antes,

se me cayó gastada,

consumida colilla

de la promesa ¿a quién?,

cuando ya no me sirve

ni como una ganzúa, ni

siquiera como un látigo

para exigirme. 

                           Pero

si yo pudiera un día

recomponer pedazo a pedazo

otra vez la palabra…

 

PALABRAS DE MÁS (1977)




EN EL SUBTERRÁNEO DE LOS CIEGOS…

 

     En el subterráneo de los ciegos, en el hoyo donde

gime el enfermo desahuci,ado,

      entre los tejidos de la carne que punza el garfio

del dolor,

     deslizándome por la lengua de la alegría

en el mar cuando

     se muda de piel en la playa, desgarrado y bronco,

bronco;

      en el conmovido corazón de la música,

salvando

       las distancias que hay entre la fe

y la incredulidad,

       recomponiendo los hilos rotos de la marona

de la esperanza,

       subiendo al mástil de la idea novísima

y combatida,

       arrastrando la barca desfondada de otra idea

retrógada y superada,

       estoy siempre germinando como la crisálida

de un tiempo nuevo,

       pariente de la estrella, tengo alas y soy súbdito

del barro, pero tributo a la codicia

       de todo cuanto pide vida,

me acabo en cada moribundo y vuelvo a nacer

      en cada niño,

tengo nombre y me pierdo en las sombras

      de las muchedumbres, poseo

el corazón de más secretas historias exquisitas,

      pero también me uno a cada hilo de la trama

de la gente.

      A veces pienso si mi vida tiene sentido a solas;

   sin embargo,

         incluso en ese instante mi soledad es como

  un hondo valle

        que reproduce el eco de la resonancia del mundo

 

                                             SÍSIFO   (1977)

 

       

EL HABITANTE DEL VERANO

 

 

Multiplicado estoy como la arena

en esparcidas ascuas estivales,

ardo en cada mirar incandescente

de las pupilas cálidas de julio,

habito en cabelleras, brazos, senos,

gestos y corazones de muchachas

converso con los jóvenes, me agita

el dinamismo de sus alborotos,

cual desasida espora entre la espuma

beso el metal radiante de la orilla;

soy eco de la risa de los niños,

desbarato sus juegos, los rehago

como la paciencia intemporal del ocio;

pueblo la holgada madurez del padre,

la apacibilidad de las esposas;

disfruto en cada breve refrigerio,

flameo en el plumaje de la siesta,

con la lengua marítima del aire

narro insólitas fábulas marinas,

doy cadencia al fragor del oleajes,

ordeno su exaltada pedrería,

atempero su fiebre llameante

y suavizo los peplos de la brisa;

asomado a los ebrios ventanales

de mis sentidos el sosiego

y en mi atezada piel ha establecido

su inviolable palacio la inocencia.

 

Me voy por las terrazas, me extravío

por el bosque caliente de las voces

la espesura de las fisonomías.

Vibro radial. En mi latencia asumo

esta innúmera acción. La vid del día

está enverada en mi naturaleza.

Cumplido estoy.  La tierra se embriaga

con las uvas moradas del ocaso.

 

              QUEDA LA TIERRA (1978)



RICARDO MOLINA SE ENCUENTRA DE NUEVO 


Un mirlo blanco, un tránsito de nubes

rozan los fríos pórticos del aire,

hiende el atardecer su última nave

en el agua rojiza del poniente,

flota el silencio en la mitad del río,

sugiere tierna pátina de historia

el puente, la ciudad o una muralla.

Medina Azahara duerme en el recuerdo,

resplandecen los pasos de esta hora,

llegan con ellos sueños y señales,

arden latidos de un renacimiento

que llena olvidos, calles y abandonos,

se levantan los días regresados,

se acercan y te piden un anillo

para que te desposes con la vida

como ayer, como cuando la cantabas,

y era ese canto, novio de bellezas,

tu identidad con todo lo creado.


REVISTA GAVIOTA DE POESÍA (1979)


 EL MAR PONE UN ANILLO DE MÚSICA A TU CUERPO

 (ANDANTE SEGURO)

 

     El mar pone un anillo de música a tu cuerpo.

 

¿Sabes? Eres la estatua del día en miniatura.

 

   Tiene tu cuerpo el brillo del comienzo del mundo

 

porque te hicieron ánfora para la primavera.

 

   Te miro y mis mejores palabras enmudecen

 

y hasta me faltan ojos que descifren tu cuerpo.

 

   Te hace un coro de olas el mar y te moldea,

 

venus carnal, con manos viriles de salitre.

 

   Te quiere desposar y te alhaja de espumas,

 

pero eres mía ahora, y él, tan grande y sinfónico,

 

   que me llena de orgullo y le dejo que en broma

 

ciña con un anillo de música tu cuerpo.

 

 

                      De Fiebre de verano (1980)


 POEMA TESTAMENTARIO PARA DAR ALIENTO A UN NIÑO

 

   Romperán la guirnalda, las frondas emotivas,

la secular corona de las paternidades,

   el arco poderoso, florido de proezas silenciosas y mínimas

 de las generaciones;

   la cadena del tiempo, eslabones de óxido de dolor y penumbras

de los renunciamientos:

   desaparecerán los cantos maternales que dieron a la casa

sus ecos milenarios,

   helechos afectivos cubriendo la molicie sagrada que fundaron

venerados ancestros,

   oh santos pebeteros de palabras unánimes, atril incandescente

de ejemplos memorables;

   borrarán esas huellas de esfuerzo que encendieron los claros ascendientes

y el remanso de esperas y fructificaciones que fue ayer la familia,

   desbordado será por sucios aluviones de ejarbes de locuras,

cachones de infortunios;

    el niño estará solo como nunca indefenso frente al viento y al rayo

frente a las ignominias de ocasionales padres, frente a la cobardía

    felizmente explicadas con razones impunes.

 

   ¿No habrá nadie que ponga su mano defensora como escudo

inviolable de su rota inocencia, de su candor frustrado por las garras

    de un mundo por todas las violencias hostigado y ceñido su cuello

 por la cuerda insufrible del hambre?

   ¿No habrá un hombre por ámbitos de pájaros, de flores,

de juguetes, y risas, alamedas y gritos, deteniendo las horas,

    haciéndolas más dulces, más blandas y amorosas en torno de los niños?

    Hijo mío que creces a la sombra de un sueño y atraviesas caminos

de lechosos guijarros,

   mecido por vaivenes de fatigas peternas y desvelos mayores,

perseverancia y lucha.

  ¿qué mundo es el que espera mañana tu saludo de obrero o de poeta,

de varón decidido, heredero al azar de un pasado imborrable

   que asumirás seguro?

 

   Yo, hijo mío, no tengo nada más que la flor marchita de un cansancio,

sacrificio sin horas

    y el fuego, el fuego amigo luchador y difícil

de una enorme esperanza.

                              

 ERYTHIA, TERTULIAS LITERARIAS  (1981)



REGRESO DE RAFAEL ALBERTI AL MAR DE SU INFANCIA 


   
Se entristece la crin de la larga escancana,

polvareda de tiza que emblanquece las rocas.

Agoniza el reflujo igual que una sirena
que esconde en los bajíos su cabellera de algas.
Mar o piedra engastada en la pulsera
que es la bahía, llora con su flauta de brisas
la ausencia de su amante, manirroto de pájaros

dispensador de azules, violinista del aire,

poeta cuyos versos apostaron un día

contra el fiero amargor del salitre el retorno,
la vuelta del hijo pródigo de la belleza.

Pero, mientras que tarda, las olas van trenzando
historias y leyendas de naufragios y amores,
cantan los mareajes, se emborrachan las brújulas,
retumba en la escollera gaditana su nombre,
su deuda de nostalgia florece de corales
y gime en Sancti Petri, o llora en la Puntilla
el luto de un otoño ceñido de neblinas;
de Cádiz a Tarifa enhebran los levantes
las tardes, las mañanas que encendieron su nombre,
que mecieron sus labios al calor de un poema.

El mar no se conforma con la vieja promesa
de su llegada y rompe compuertas y palangres,
ya embravece y destroza cantiles y navazos,
desbarata con mano de gigante de agua
caladeros y jábegas, aparejos y velas.

Desde fauces marinas profundas y abisales
surgen oscuros búfalos de oleajes y espejos.
Maretas y marolas anuncian el prodigio,
la llegada del padre, del hermano, del novio
que prometió de lejos, con anillos de música,
desposar a la blanca bahía, a la doncella
que dormita en su urna —claro mar de mañana.

La arena ya florece de huellas, de reflejos,
y levanta su tirso de claridad el día.

Alberti, el patriarca de olas como borregos,
el pastor de mastines, los fogosos cachones
que olfatean rompientes y ladran en las playas,
aquí está y ha clavado su bandera de gozo
a la orilla de un cofre donde fulge la historia,
en la quilla de un buque, capitán del asombro:
¡vámonos mar adentro de la alucinación!

Primavera-Verano ZUBIA, Córdoba (1982)


  A UN FALUCHO A MEDIO CUBRIR

POR EL CIENO DE UN MUELLE PESQUERO

 

 

Con la cerviz ya hundida y castigada

por el peso de soles y de brumas,

ofreces todavía a las espumas

el honor de tu vértebra empinada.

 

Que estuvo tu bodega abarrotada

de peces, lo recuerdas y te abrumas;

pero, a pesar, de que hedor te inhumas,

resistes, sin embargo, la bajada.

 

Ni el colmillo del agua compañera,

ni el verdín que a tu proa la adornara

perdonan a tu sucia calavera;

 

igual que el pescador que te embarcara

hoy su vejez lo abate y desampara

y se muere, mirándote, a tu vera.

 

 ALJAMBRA, REVISTA DE POETAS ANDALUCES (1983)  



CANCIÓN DE CUNA

 

Hija mía, que vienes

a un mundo contrahecho,

al recodo más sucio

que tiene el universo,

al fondo miserable

de un hondo pozo ciego,

yo te he traído a ti

como a mí me trajeron.

 

Aprende como yo

a buscar en el cieno

con coraje y fatiga

una azucena, un verso.

Que ese será el hallazgo

en que apoyes tu aliento,

la más fiel alegría

de todos tus contentos

que te acompañará

en tu postrer destierro,

y esa será la herencia

y todo el testamento

que dejarás un día

a tu hijo, con riesgo

de decirle lo mismo

que yo te estoy diciendo:

—“Hijo mío, que vienes

a un mundo contrahecho…”.

 

POESÍA ANDALUZA (ALMERÍA, 1985)

 

 ENRÉDENME LAS NIEBLAS FUNERALES…

 

Enrédenme las nieblas funerales

que es esa cabellera removida.

Piérdame la galaxia estremecida

que son tus altos ojos zodiacales.

 

 

Caliéntenme tus pechos candeales

con su sangre nupcial y desprendida.

Enciéndame tu vientre de parida

con su calor de cuevas maternales.

 

Todo es ahora como un prado manso,

todo es égloga en que me maravillo

y una arcadia ideal de escapatoria.

 

Todo se irá: tu cuerpo y tu remanso.

Todo: el fruto y su júbilo amarillo

y quedará el vacío y la memoria.

 

           Cruel, amada vida (1986)

 

 

 


 

 



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