1808-1814
¡Que no pasaréis, franceses,
por la Isla de León!
Que el Caño de Sancti Petri
os servirá de portón
al que llamaréis en vano
con caballo y con cañón.
Las baterías erguidas
con un humilde blasón
os esperan, coraceros,
granaderos de tesón,
en la Isla que nos queda
de la España en postración,
como un pedazo de tierra,
que es el último rincón
donde el heroísmo pone
a prueba esta guarnición.
Frente a lanchas cañoneras
frente al húsar y al dragón,
salineros de escopeta
cargadas con la pasión
de quien siente como ultraje
el pie francés de invasión;
voluntarios que disparan
con tino del corazón.
Del Castillo Sancti Petri
a la Carraca un pregón
relampaguea en el aire
defendiendo este bastión,
y la valentía isleña
pone a la Isla un cordón
que os prohíbe que paséis
y traigáis desolación
a los hijos de esta Isla
que ponen su pundonor
recorriendo palmo a palmo
la marisma, el salazón,
las compuertas, los esteros
con su recio salicor,
la batería, el reducto...
Barco con tripulación
es esta Isla que niega
hundirse en este temor
de ser francesa, y navega
rumbo ya a su salvación
con brújula de coraje
y un empeño en su timón
de salvar a España entera
y ser ciudad de alto pro,
pergamino de una historia
que ha escrito el más alto honor.
¡Que no pasaréis, franceses,
por la Isla de León!
O
RETORNOS EN
DE UNA ISLA QUE SE FUE