domingo, 14 de noviembre de 2021

AHORA SE LLEVA ESTO…

 

 Sabido es que los poetas que no tienen talento suficiente para independizarse de las modas y, sobre todo, de quienes se valen de las modas como trincheras para ejercer de francotiradores, pasan tras su biombo de pretextos de un lugar a otro del escenario poético.

Se nos vienen a la memoria poetas que no tuvieron en cuenta esas modas a las que el poeta mexicano Amado Nervo llamaba “comadres antagónicas”. Una cosa es la evolución de un movimiento poético y otra el asco por lo que dejó de llevarse y que tuvo hermosos frutos que han de servir de modelo y entusiasmo.

Pongo un ejemplo con el primer Neruda. Crepusculario es un libro con resabios modernistas, pero su transición a los Veinte poemas de amor y una canción desesperada se le obliga a considerarlo un poeta que supo “superar” una moda y crear otra, a pesar de las críticas de Juan Ramón Jiménez, que, pasado el tiempo, lo elogió. El mismo Juan Ramón pasó de su modernismo —las etapas sensitiva e intelectual, sobre todo— a una poesía desnuda y liberada de los esquemas octosílabo y alejandrino respectivamente. A partir de La estación total su verso vuelve al esquema endecasílabo en algunos poemas—“El otoñado”, “Su sitio fiel”…— y con ella renueva felizmente la poesía lírica en castellano.

 

Si nos vamos atrás nos encontramos con que Miguel Hernández sabe renovar la tradición poética con un lenguaje sorprendente como ocurre en el poema “Eterna sombra”, además de otros, tal y como en la Elegía a Federico García Lorca”, por ejemplo. Otro caso lo tenemos en el poema “Se querían” de Vicente Aleixandre.

Los rupturismos aventuristas no sirven nada más que para demostrar que el poeta de turno en la cuerda floja de la frivolidad no sabe renovarse, que es lo importante. “Renovar y sorprender”, como dijo Vivaldi y recogió Stravinski. Lo demás es, repito, dar palos de ciego.

Mejor quedarnos en una poesía bien hecha, aunque sea o parezca vieja y se nos venga al oído aquello de J.R.J.: “Tolerar a los viejos…”.

De un tiempo acá generaciones de jóvenes poetas — y otros mayores reciclados— se afanan en hacer cosas nuevas creyendo que el versolibrismo, además de unas extrañas improntas surrealistas, los liberará del pasado.

Me parece, me parece, dicho con toda honestidad, que eso es volverle la espalda a la tradición literaria española.

Y es que da alegría cuando se lee a poetas, ellos y ellas, que son capaces de hacer de Guadiana: o sea, sacar de bajo tierra del olvido lo que se ha postergado, eso que es permanente, algo así como un instinto artístico constructor pero con un lenguaje nuevo, como querían Goethe y Víctor Sklovski.

Que se pregunte: ¿Qué es lo que se lleva? Y se responda: lo que vale.

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