viernes, 24 de octubre de 2025

PRÓLOGO A LA SAGA DE CÁNTIGO LLANO O CÓMO APRENDE A CANTAR UN MIRLO BLANCO

 

PRÓLOGO A LA SAGA DE CÁNTIGO LLANO CÓMO APRENDE A CANTAR UN MIRLO   BLANCO

 

Es difícil contarse uno a sí mismo su propia vida temiendo que la ficción se le acerque con  sobornos de maquillajes para el rostro tantas veces feo e inquietante de la realidad.

En toda narración autobiográfica se echan un pulso el anhelo de la sinceridad y el simpático  delito de cohecho con que guiña la imaginación aconsejando mejorar el pasado irreparable.

Se narra lo que fue y lo que se quiso que fuese.

Los personajes que aparecen como escolta del protagonista real se presentan unos  como fueron y otros como pudieron ser, hijos del  que los gestó en ese embarazo del lenguaje entre la realidad y el deseo, que es como decir lo inevitable y lo imaginable. Son pues, personajes  ajenos a que habían de pasar como por el fielato de la rememoración y a la lectura de los que leyeren. Cántigo Llano (Canto Llano. Llano: sin  acompañamiento de música, como humildad ante el Cántico sanjuanista después de leído por el joven aspirante a poeta) es la puerta que se abre a seis habitaciones de la conciencia (Vete a Madrid, El amor tras los visillos, Roza tu nombre mi memoria, Al trasluz del tiempo y dos novelas más sin título aún) a las que tiene acceso a hurtadillas el autor como llevando contra las amenazas oscuras de la indiferencia de su entorno un candil de rescate y también de satisfacción Con él ha logrado iluminar los rincones más oscuros de su pretérito  pluscuanimperfecto. Por ello mismo desempolva los estantes de ideas y creencias, en frase orteguiana. Esos avatares podrían comprometer su visión de la vida y el mundo que se desnudaba ante su curiosidad entretejida con las hilazas de unas ideas que brincan y unas creencias que tiemblan, pero que quieren reconciliarse como sobre el agua también puede caminar el fuego.  

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