sábado, 20 de junio de 2020

MÁS HOMBRE QUE POETA, MÁS POETA QUE HOMBRE…




Leyendo un día una obra del colombiano José María Vargas Vila, me encontré con unas razones expuestas por ese escritor acerca de las valoraciones humanas y literarias de los escritores. Muy en concreto, mi atención se detuvo en el siguiente texto:


“…nuestro Whitman es Alrnafuerte, la más recia contextura de poeta que haya nacido jamás bajo cielos de la América; mientras en Darío y en Nervo el Hombre valía menos que el Poeta porque ignoraron la Vida Heroica o no quisieron vivirla, volvieron la espalda al Dolor Colectivo y sólo supieron de su propio Dolor que expresaron en rimas armoniosas; en Almafuerte el Hombre iguala al Poeta y lo supera en ocasiones…”.

A partir de entonces hice continuas reflexiones acerca de este tema, tan importante para el juicio que nos formulamos a veces, de manera involuntaria, cuando oímos hablar a un poeta o escritor, o bien cuando nos dan referencias de alguno en cuestión, sin que hayamos solicitamos tales referencias y las escuchamos de boca de otro escritor o poeta indignado o agradecido, o bien un parecer imparcial sea cual fuere su actitud hacia los escritores y poetas en general.

En esos comentarios se suele superponer estratos verbales acerca de unos y otros tanto favorables como adversos. Podríamos traer a renglón de esta página la fama de poetas que eran en su trato áspero e incordiantes y escribían luego poemas delicados y de fibra muy humana; podríamos recordar casos en nuestra literatura española pero, por prudencia, pues sería desagradable citar nombres de ilustrísimos divos de las letras, ya que tal desvelamiento podría resultar decepcionante para sus admiradores y admiradoras.


Ahora bien, nos queda la advertencia de que se ha de estar en guardia cuando nos sucedan contrasentidos donde al asombro le siga el desencanto.

Bueno, al fin y al cabo, somos hombres y mujeres con todo nuestro trastero de contradicciones y palinodias cuando la razón nos convence a pesar de nuestra resistencia avergonzada íntimamente. Hemos de gozar de las páginas por un poeta que sea más poeta que hombre y que cuando lo conocemos como hombre el poeta corra el riesgo de desinflar el respeto que nos causó antes de conocerlo.

El fenómeno contrario puede ser también irritante; es decir, que el poeta sea más hombre que poeta, y dicho esto con ironía, ello vaya en demérito de lo que escribe. Hemos dicho arriba que se podría citar autores que nos dan ejemplos de ambos casos pero es mejor renunciar a semejante nómina, y agradecer, literariamente hablando, unas páginas o unos versos que nos causen tanta admiración como deseos de no conocer a los autores personalmente, y sea por temor a la desilusión, ya sea por un sentimiento de inefable romanticismo, como se cuenta de Piotr Chaikovski con respecto de su protectora Nadejda von Meck, aunque este ejemplo no sea estrictamente adecuado al caso que comentamos.


Concluyamos. Saliéndonos un poco de la especulación que hace Vargas Vila de Almafuerte, Rubén Darío y Amado Nervo, digamos sin más circunloquios elegantes que se ha de ser más buena persona que buen poeta, porque lo contrario lleva al lector a la admiración por un buen poeta que no sea buena persona pero no lo ama, como si, en vez de en el altar de sus afectos, se pusiese al genio creador en una alta y fría hornacina, lejos del corazón.

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