Ya
en otra entrada de este blog tocamos en su día el tema de la poesía pura y
llegamos a la conclusión de que ésta no se definía por los temas más o menos
alejados de la lírica común en cuanto a vivencias cotidianas con un trasfondo
social.
Recuérdese
la batalla literaria entre los poetas puros y los impuros. Juan Ramón contra
Neruda, por ejemplo, tomándolos por cabeza de grupos. “Índice” contra “Caballo
verde para la poesía”, aunque medien unos años de existencia entre una y otra.
A
mi parecer la poesía pura no está en el tema sino en el lenguaje. El registro
poético se ha ido imponiendo a partir de lo que Jakobson llamó “la función
poética”. Para quienes lo han perseguido uno es el lenguaje de la narrativa y otro
es el de la poesía. Que ambas estructuras como procedimientos de expresión
literaria son primas hermanas, no cabe duda; pero que intentan distanciarse,
distinguirse, diferenciarse, también.
La
conciencia poética de que no se puede seguir repitiendo la forma con sus frases
hechas se va imponiendo y hoy raro es el que escribe que no intente
“transgredir” la lógica de la expresión con un amago surrealista, una
tentativa espontánea de deconstrucción
del lenguaje continuista.
Si
lo vemos detenidamente, en nada se distingue el lenguaje de Garcilaso del de
otros poetas de siglos siguientes. La blanca nieve,la colorada rosa, la furia
del mar en movimiento, los labios como rubíes, la cabellera de oro, en fin,
todos los lugares comunes son ya en gente que escribe tópicos respetables pero
en progresivo desuso.
Incluso
dentro de la poesía de la generación del 27 antecesora de la del 36, tampoco
vemos muchas diferencias. Como no sean un Federico García Lorca y un Miguel
Hernández, los anhelos de emancipación lingüística en otros poetas
co-generacionales son escasos y por ello las imágenes son también, en cierto
modo, deudoras del pasado, aunque suavemente mitigadas.
Algunos
poemas de Juan Ramón Jiménez de La
estación total tienen conciencia de esa necesidad de cambio de registro, si
bien el poeta onubense ya tuvo una
intuición a partir de Diario de un poeta
recién casado, libro con el que empieza una nueva fase de su poesía, la
intelectual, lejos de la fase sensitiva, en la que aún emplea una fraseología
modernista, como sabemos.
A
modo de conclusión, insisto en que desfigurar el lenguaje que se emplea en los
versos y sorprendiendo al lector es como entraríamos en una nueva época de la
poesía convenciendo con ello a los creen que la novedad poética está en el
verso libre y en el lenguaje desgastado y falto de sugerencias o en la
expresión delirante.
Realmente,
si lo miramos despacio, la poesía, hasta esta toma de conciencia creativa, ha
estado siempre obsesionada con el tema. Y a la gente, ¿qué le importaban, por
mucho que lo intentaran los poetas de los cincuenta y sesenta, los valores
humanos y la denuncia contra la política de la dictadura en el texto poético?
Poetas como Dámaso Alonso —Hijos de la
ira—, Blas de Otero, Celaya (“La poesía es un arma cargada de futuro”), Caballero
Bonald, Ángel González, Valente, Biedma, Mantero…, y otros muchos más de los años cincuenta y sesenta
gastaron sus municiones en una guerra
que ni les iba ni les venía a los
lectores. En fin, protestas y denuncias que no contribuían al registro poético
y que, sin embargo, a los poetas Novísimos, de espaldas a aquellas
preocupaciones temáticas, les vinieron muy bien para sacudir la poesía de esos
buenos deseos y tejer como en un lienzo nuevas aventuras expresivas, al menos
como un intento de entusiasta exploración.
Escribir
teniendo en cuenta qué clase de pureza
se ha de alcanzar, fuera de los temas sutiles de quienes creen que la poesía
pura es delicadeza de “Stil nuovo”, sería entonces transportar al lector,
sacarlo de la vulgaridad de los hechos cotidianos y montarlo en las alas ficticias del vuelo
hacia un mundo que no existe tal vez, pero, sin duda, es gratificante de
imaginar.
Ya
dijo Goethe que todo está dicho pero lo que haya de ser escrito ha de hacerse
con un nuevo lenguaje. O se viola la semántica o se sigue haciendo lo mismo:
poesía continuista aunque se premie y se alabe por el tema, sobre el cual
ya
citamos la frase del poeta francés Leconte de Lisle:”Solamente hay poesía en el
deseo de lo imposible y en el dolor de lo irreparable”). Por lo tanto, escribir
sería igual a crear. Y eso, comprendámoslo, no es nada fácil.