martes, 6 de abril de 2021

RESURRECCIÓN DEL LIRISMO

 

Después del romanticismo, el concepto de poeta lírico estuvo en entredicho, de manera que había que ser un poeta realista, digamos que persiguiendo una especie de objetividad rayana en lo impersonal. Eso ocurrió con buenos poetas como Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce, que estaban bien dotados pero su obediencia a ese realismo antípoda del movimiento romántico les hizo escribir una poesía falta de alma, alma personal, como saliendo de sus propias raíces humanas.

Después vinieron Bécquer y Rosalía de Castro y el lirismo volvió de nuevo por sus fueros sellando una poesía en la que el espíritu salía de su jaula obligada y revoloteaba por el poema   como un precioso colibrí con canto de ruiseñor.

Hoy hemos vuelto a la poesía impersonal, en algunos casos versolibrista, como si ello fuese una novedad, un rupturismo innovador.

Con excepción de algunos poetas auténticos que no voy a nombrar, esa poesía lastrada además por los temas obligados que impusieron los Novísimos, campea en revistas y libros como una consigna.

Pero siempre retornará ese lirismo que rompe como un volcán con  lava de palabras anunciadoras de que el alma poética no ha muerto y que sigue viva como una especie de Cid que gana batallas después de muerto.




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