Una novela es una historia que se
cuenta fuera de la ficción poética, aunque no esté exenta de un cierto grado de
imaginación en lo que se refiere al planteamiento del contenido y en cuanto a
situación y personajes. Una novela puede presentarse como una recreación lírica
del autor, pero no por ello ha de estar carente de tema. La técnica estilista
tampoco ha de ejercer un protagonismo que eclipse el asunto que dé sustancia
humana al texto. Ni inmovilismo extático ni acción vertiginosa. A partir de
este compromiso con la realidad cada autor reviste a sus criaturas y el entorno
de ellas con el estilo que le parece adecuado a los fines de la novela. Riqueza
y brillantez no están reñidas con la sequedad y el desnudismo. Dependen esos
procedimientos del carácter y el contexto. Todos ellos se pueden dar cita en
una novela y su ensamblaje podrá a prueba la habilidad de un narrador.
El realismo como dogma, o sea: la
verosimilitud, ha de presidir el texto, sin
que se le vea al autor que quiere meter,
a modo de contrabando, poesía, filosofía, ciencia o periodismo, sexo y
frivolidades en esa novela.
Lo más valioso es dibujar los
caracteres de los personajes, la coherencia de individuos y nivel cultural,
intenciones del autor de retratar una época, un ambiente, una familia, un
personaje en especial. A través de todo esto, el autor ha de revelar lo que él
piensa de la realidad y la condición humana en todo su complejo muestrario
versátil. Es la democracia en la literatura. Es el otro polo del planeta del
hombre, es decir: lo real por oposición a lo idealizado.
La novela surge con el auge de una
nueva clase social: la burguesía, una clase que nada tiene que ver con la
aristocracia, inspiradora de la épica ni con el clero, fuente del sentimiento
religioso.
De ahí que su motivación sea la de
expresar cómo es la forma de pensar y sentir esa nueva clase de gentes que nada
tienen que ver con las exquisiteces de un estrato social superior y que, por lo
contrario, se ha de ganar la vida por sus propias manos en lucha contra las
dificultades que entraña un oficio de mercader, de tejedor, de agricultor, de
zapatero, de constructor, de cochero, de administrativo, de criado de unos
señores, de médico, de soldado raso y tal vez mercenario… En fin, un trasunto
de las vivencias humanas a nivel de las necesidades básicas de lo que significa
vivir en un orbe amenazado por los imprevistos de las circunstancias. Una
novela ha de tener una columna vertebral como tema central y las costillas son
elementos que complementan su cuerpo narrativo.
En cuanto al estilo, el registro es
de suma importancia: ahí se ve el dominio de la escritura que tiene el autor,
en la que no deben faltar las metáforas, las comparaciones y la sinestesia,
cuando sean oportunas; también, y con más presencia, la ironía, la antítesis,
la paradoja, el humor…, por poner algunas figuras retóricas, que no son las
únicas tampoco.
Hay que huir del lenguaje plano que
aburre al lector por lo que tiene de previsto y manido.
Una observación imprescindible está en el papel que juega el narrador. Se ha de evitar que el narrador piense por los protagonistas. Ha de tener un límite en su intervención y actuar solamente como una especie de presentador de situaciones y protagonistas.
Son ellos las
que ha de pensar por medio del monólogo interior las intimidades de sus
pensamientos. Sin que sea un tratado de psicología, una novela es un trasunto
de la vida humana y el novelista un notario de lo que acontece en su entorno,
pasando ese mensaje por la alquimia de sus recursos verbales para hacerlo
atractivo a los lectores.
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