martes, 24 de octubre de 2023

DOS MIRADAS A LA MUJER


Aquí tenemos dos maneras de mirar a la mujer. Por una

parte, Lope de Vega, que trató íntimamente a una docena

de ellas por lo menos.

De ese número, dos fueron esposas.

Tuvo como unos quince hijos y acabó en la vejez llorando

las enfermedades ciega (¿por diabetes?) y raptos de locura)

 y la muerte de su último amor: Marta de Nevares, mucho más

joven que él.

Su visión de la mujer es positiva a pesar de que no se olvide

de ciertas reacciones espontáneas del alma femenina.


ES LA MUJER DEL HOMBRE LO MÁS BUENO…

Lope de Vega

Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos, cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata:
es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer al fin como sangría,
que a veces da salud, y a veces mata.

 

Francisco de Quevedo no deja resquicio para considerar la condición de la mujer más allá de un ser que, según la edad, puede ir de un cierto encanto juvenil a un desagrado a medida que va cumpliendo años. Es un hecho literario aceptado que fue un misógino. Algunos estudiosos de su obra atribuyen la misoginia a sus defectos físicos, que dieron cierta acritud a su carácter.


A LA EDAD DE LAS MUJERES

                          Francisco de Quevedo

 

De quince a veinte es niña; buena moza

de veinte a veinticinco, y por la cuenta

gentil mujer de veinticinco a treinta.


¡Dichoso aquel que en tal edad la goza!

De treinta a treinta y cinco no alboroza;

mas puédese comer con sal pimienta;

pero de treinta y cinco hasta cuarenta


anda en vísperas ya de una coroza.

A los cuarenta y cinco es bachillera,

ganguea, pide y juega del vocablo;

y cumplidos los cincuenta, da en santera,

y a los cincuenta y cinco echa el retablo.

Niña, moza, mujer, vieja, hechicera,

bruja y santera, se la lleva el diablo.

viernes, 13 de octubre de 2023

AFORISMO, EPIGRAMA, METÁFORA

 


 

Creo que el nivel intelectual de una cultura se mide por la capacidad de sus escritores para hacer una síntesis de sus pensamientos. Decía Baltasar Gracián, el gran escritor conceptista del Barroco español, que más valen quintaesencias que fárragos. Y que lo breve, si bueno, dos veces buenos.

Podríamos trasladarnos a más citas de autores que confirman esta valoración que hace el escritor aragonés, pero hemos de seguir su consejo en cuanto a la concisión.

Dice Séneca: No hay viento favorable para quien no sabe a donde va.

Escribió La Rochefoucauld: Las virtudes se pierden en el interés como los ríos en el mar.

Lo que convence del aforismo es su brevedad, su valor universal y que, además, nos sorprende, aunque sea utilizando la comparación como en los aforismos anteriores.

El epigrama, por su parte, es considerado como una variante de la sátira, pero sujeto  a una medida métrica y a una intención donde la ironía tiene un papel de suma importancia.  También hemos de citar a Gracián  en este menester de brevísima sátira, pero hay un antecedente en el poeta español Marcial, de la época imperial entre Domiciano y Trajano. Antes de él hemos de recordar a Meleagro de Gadara y a Catulo en la Roma republicana.

Veamos su descripción por el poeta español del siglo XVIII Tomás de Iriarte:

 

A la abeja semejante,

para que cause placer,

el epigrama ha de ser

pequeño, dulce y punzante.


Pongamos del poeta bilbilitano  uno de los famosos epigramas, entre otros, que han  pasado como muestras de tan difícil subgénero.

¿Por qué no te envío, Pontifiliano, mis libros?

Para que tú no me envíes, Pontifiliano, los tuyos.

En cuanto a la metáfora, esa sustitución  de lo real por lo que se le parece, es también de uso en todas las literaturas.

Veamos un ejemplo clásico en la literatura arábigoandaluza, Su autor es Abu-l-Hasan al-Husri:

Si es el blanco el color de los vestidos de luto en al-Andalus, cosa justa es. ¿No me ves a mí, que me he vestido con el blanco de las canas, porque estoy de luto por la juventud?

 

Para ser breve, diré que estos tres estilos de expresión literaria son cimas de la creación. A ellas se llega después de un arduo ascenso hacia la perfección. Una innegable madurez en la escritura y también en la lectura de quienes no pretendan escribir y solamente leen.

 

martes, 3 de octubre de 2023

DOS QUEJAS “A LO DIVINO” DE LOS HERMANOS MACHADO

 



 

Ni Antonio Machado ni Manuel tuvieron descendencia en sus matrimonios. Sabemos el drama de Antonio con la muerte prematura de su esposa, la soriana Leonor Izquierdo. Esta experiencia le arrancó al poeta de Campos de Castilla esos versos desgarradores. Fijémonos en la metáfora del primero:

Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

 

Manuel, por su parte, que se casó con la sevillana Eulalia Cáceres, escribió estos versos. No sabemos a qué se refiere el poeta, pero ¿podríamos aventurar que era por su carencia de hijos, si nos atenemos al “imposible” y “al sin querer divino”? Es una suposición nada más por parte de quien los admira y los ha leído con mucha frecuencia.


Ya el pobre corazón eligió su camino.
Ya a los vientos no oscila, ya a las olas no cede,
al azar no suspira, ni se entrega al Destino…
Ahora sabe querer, y quiere lo que puede.
Renunció al imposible y al sin querer divino.

 

Sea como fuere, aquí tenemos dos lingotes líricos que la desgraciada circunstancia extrajo de las minas poéticas de ambos vates, que también fueron hombres y tendrían aspiraciones comunes como los demás ciudadanos en calidad de esposos y padres.

 Sus otros hermanos, José y Francisco, sí los tuvieron, pero de Joaquín no sé nada.

 

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