Creo que el nivel
intelectual de una cultura se mide por la capacidad de sus escritores para
hacer una síntesis de sus pensamientos. Decía Baltasar Gracián, el gran
escritor conceptista del Barroco español, que más valen quintaesencias que
fárragos. Y que lo breve, si bueno, dos veces buenos.
Podríamos trasladarnos a
más citas de autores que confirman esta valoración que hace el escritor
aragonés, pero hemos de seguir su consejo en cuanto a la concisión.
Dice Séneca: No hay viento
favorable para quien no sabe a donde va.
Escribió La Rochefoucauld:
Las virtudes se pierden en el interés como los ríos en el mar.
Lo que convence del
aforismo es su brevedad, su valor universal y que, además, nos sorprende,
aunque sea utilizando la comparación como en los aforismos anteriores.
El epigrama, por su parte,
es considerado como una variante de la sátira, pero sujeto a una medida métrica y a una intención donde
la ironía tiene un papel de suma importancia.
También hemos de citar a Gracián
en este menester de brevísima sátira, pero hay un antecedente en el
poeta español Marcial, de la época imperial entre Domiciano y Trajano. Antes de
él hemos de recordar a Meleagro de Gadara y a Catulo en la Roma republicana.
Veamos su descripción por
el poeta español del siglo XVIII Tomás de Iriarte:
A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante.
Pongamos del poeta bilbilitano uno de los famosos epigramas, entre otros, que han pasado como muestras de tan difícil subgénero.
¿Por qué no te envío,
Pontifiliano, mis libros?
Para
que tú no me envíes, Pontifiliano, los tuyos.
En
cuanto a la metáfora, esa sustitución de
lo real por lo que se le parece, es también de uso en todas las literaturas.
Veamos
un ejemplo clásico en la literatura arábigoandaluza, Su autor es Abu-l-Hasan
al-Husri:
Si es el blanco el color de los vestidos de luto en al-Andalus, cosa justa es. ¿No me ves a mí, que me he vestido con el blanco de las canas, porque estoy de luto por la juventud?
Para
ser breve, diré que estos tres estilos de expresión literaria son cimas de la
creación. A ellas se llega después de un arduo ascenso hacia la perfección. Una
innegable madurez en la escritura y también en la lectura de quienes no pretendan
escribir y solamente leen.
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