Ni Antonio Machado ni Manuel tuvieron
descendencia en sus matrimonios. Sabemos el drama de Antonio con la muerte prematura
de su esposa, la soriana Leonor Izquierdo. Esta experiencia le arrancó al poeta de Campos de Castilla esos versos
desgarradores. Fijémonos en la metáfora del primero:
Señor, ya me arrancaste lo que yo
más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Manuel, por su parte,
que se casó con la sevillana Eulalia Cáceres, escribió estos versos. No sabemos
a qué se refiere el poeta, pero ¿podríamos aventurar que era por su carencia de
hijos, si nos atenemos al “imposible” y “al sin querer divino”? Es una
suposición nada más por parte de quien los admira y los ha leído con mucha
frecuencia.
Ya el pobre corazón eligió su camino.
Ya a los vientos no oscila, ya a las olas no cede,
al azar no suspira, ni se entrega al Destino…
Ahora sabe querer, y quiere lo que puede.
Renunció al imposible y al sin querer divino.
Sea
como fuere, aquí tenemos dos lingotes líricos que la desgraciada circunstancia
extrajo de las minas poéticas de ambos vates, que también fueron hombres y tendrían
aspiraciones comunes como los demás ciudadanos en calidad de esposos y padres.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario