sábado, 16 de diciembre de 2023

TRADICIÓN Y MODERNIDAD

 


Muchos y muchas que escriben no saben que están influidos por los textos traducidos de poemas ingleses y norteamericanos ( o de cualquiera otra lengua). Y no lo digo por el contenido sino por la forma de presentar el poema. La gente joven, que se suele en su mayoría dejarse arrebatar por las novedades, más aún si carece de formación básica de elementos de la escritura, escribe acordándose de esos poemas sin rima y sin ritmo. No es que éstos sean imprecindibles para escribir poesía, pero el ritmo es incuestionable para darle arquitectura al poema. Lo contrario no deja de ser prosa deshilachada que evidencia la  ignorancia del que escribe, o también manifestar sus ínfulas de genialidad. Y es que desde la famosa libertad del romanticismo todo el mundo quiere innovar y soñar con ser un genio rompedor; pero sabemos que la poesía es un conjunto de forma y fondo, aunque estas condiciones suenen a preceptiva tradicional. Logradísimos poemas contemporáneos están escritos con riguroso metro demostando una actitud respetuosa con el pasado literario, de donde procedemos los que hoy escribimos. Me acuerdo de poetas como Miguel Hernández, que fundió el ritmo ortodoxo con algunos versos libres pero dándoles a todos ellos un aire de homogeneidad. Véanse las odas  dedicadas a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda. Es lo auténticamente moderno: fundir tradición y moderdidad. Y es que escribir con las reglas de la tradición no significa no salir del clasicismo a ultranza, sino darle flexibilidad al poema. Otra cosa es, repito, la ignorancia reiterada y, a veces voluntaria que le da la espalda al acervo de los siglos que nos puede enseñar y beneficiar en nuestro quehacer poético. El mismo Vicente Aleixandre escribió su poema “Se querían” en buenos versos alejandrinos a pesar de que casi todo su obra está en clave versolibrista, y es que la generación del 27 se enriquece hendiéndose entre las aguas de la usanza clásica y las  de las vanguardias, como sabemos. Lo admirable es fundir el pasado literario con ciertas innovaciones que no contradigan esa fluencia que nos llegan de los magisterios canónicos, sino que la hermoseen, lo cual denota por parte de quienes escriben tres cosas: gratitud al pasado, conocimiento y habilidad.

Como habrá notado el lector, lo que me parece aceptable y satisfactorio, al menos para mí, es que se vea en lo que se escribe una huella de nuestros clásicos; ellos, que nos deleitaron y enseñaron. Vaya, como un brindis, por la memoria magistral que sirve de faro en el revuelto mar de las innovaciones.

 

 

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