DEL ESPLENDENTE MAR, DEL PERSEGUIDO AMOR
(EDITORIAL DALYA, 2017)
PRÓLOGO
Hay encuentros fortuitos que sin embargo provocan con el paso de los años intensas historias de amistad y/o de amor. Así se puede calificar la entusiasta relación que Juan R. Mena ha mantenido con la Poesía, así con mayúsculas. Fue puro azar y muy llamativa la manera en que este isleño universal tuvo conciencia de que existían los poemas y de que estos tenían la facultad de interpretar el mundo y de interpelar al tiempo. El descubrimiento supuso para él un cauce para expresar alegrías y tristezas, derrotas y utopías…
Todo empezó mientras hojeaba uno de los tebeos para señoritas que atesoraba su hermana. Hay que imaginar que ya llevaba dentro una predisposición para lo inmaterial y lo sublime. Lo cierto es que Juan quedó prendido por el ritmo cadencioso que encierra la buena poesía y por la emotividad que es capaz de despertar en el espíritu del lector. A partir de ese momento leyó la obra de los más diversos autores, al tiempo escribía versos sin descanso. La pasión y el deslumbramiento lo acompañaron en esta etapa de su vida.
Debo resaltar el enorme esfuerzo que debió realizar un joven criado en un ambiente humilde en el que los libros de cualquier tipo brillaban por su ausencia. Así era entonces nuestra España, en la que había que buscarse el sustento día a día y en la que no había tiempo para la cultura y mucho menos para la cultura y la poesía.
El descubrimiento de la Literatura despertó la conciencia del poeta llamado Juan R. Mena. Pronto se dio cuenta de que si quería mejorar y evolucionar en su producción literaria solo podía hacerlo a través de las herramientas que le proporcionaría el estudio. Primero estudió Bachillerato y después se licenció en Filología Hispánica. Mientras lo hace va ganando algunos premios literarios y publicando sus primeros libros.
Hay que catalogar la obra poética de Juan R. Mena de ingente, variada y profunda. El motivo de esta grandeza es que no se conformó nunca con transitar los caminos trillados ya por otros. Primero dominó las formas clásicas, como el soneto, el romance o la décima que estaban tan en boga en la España de la posguerra. Quiso más, para ello se alejó de ese clasicismo amanerado y lastrado por la costumbre con la intención de llegar a una nueva poesía. Originalidad en los temas, un lenguaje poético novedoso y la búsqueda de nuevas formas fueron sus metas. Fue así como también se sumergió en la poesía arábigo-andaluza, quería esa sensualidad y armonía que la caracterizan.
Mientras tanto fueron apareciendo algunos de sus más importantes libros, como Sísifo, Prohibido paraíso o Un resplandor enciende hoy mi memoria, por citar algunos de ellos. A destacar La Araucaria, antología poética publicada por el Ayuntamiento de San Fernando y precedida de un profundo estudio de Enrique Montiel.
El libro que estoy presentando, DEL PERSEGUIDO AMOR, DEL IMPOSIBLE MAR… (Antología poética de mar y amor) es una recopilación de poemas publicados por el autor entre 1980 y 2013. En él hay poemas de obras como Desnuda claridad y Fiebre de verano.
Con esta selección, ha buscado el autor enfrentar dos realidades insondables y convulsas al mismo tiempo: amor y mar (o viceversa), dos conceptos que simbolizan lo infinito e inabarcable, la pasión y la agonía, y también representan una alegoría de la elevación espiritual y esa dulce aspiración, tan humana, de tranquila felicidad mientras soñamos despiertos.
Mar y amor constituyen de este modo dos substancias que se funden en una para conformar un manifiesto de lo que debe ser la poesía, la pasión y la vida. Se convierten así en retratos de lo que es nuestro cambiante planeta y de los sentimientos que alberga nuestro corazón.
Para crear esa etérea y vívida atmósfera, utiliza Juan R. Mena dos recursos. El primero es la apasionada búsqueda de un lenguaje literario de altura: hablo de la metáfora innovadora y de la imagen provocadora y luminosa. Lo consigue con unos textos sublimes, que consiguen enfrentar intelecto y sentimientos, paráfrasis de lo que es la existencia humana.
El otro recurso es la métrica, de la que el autor es estudioso y maestro. Nada hay en el poemario que suene a improvisación. Huye deliberadamente de esa dictadura del verso libre –rara vez lo utiliza- que tanto está empobreciendo la poesía actual. Son muchos los tipos de versos que utiliza, desde el endecasílabo y el alejandrino hasta un verso de veintidós sílabas, y algunas más –no es verso libre, no, juega con heptasílabos hasta conseguir ritmo y musicalidad-, con ello busca la construcción de inmensas realidades poéticas, como esos mares y amores que trata de delimitar y definir. El lector queda así impresionado, suspendido entre el propio escenario en el que vive y esa otra imagen lírica que emerge ante su intelecto para zarandearlo y abrirle los ojos. Cuando lo hace se encuentra ante una visión distinta del mundo y de las cambiantes formas que lo delimitan, como lo volátil del amor y del perfil de las olas.
De dos maneras nos presenta Juan el mar. Una es cuando lo denomina “el mar”, en masculino. Sus olas y bramidos resuenan en los oídos del lector para romper su tranquilidad, nos presenta entonces a un inmenso océano, que se erige en una latente amenaza, como todo lo que nos supera y nos es desconocido. Nos habla entonces de lo insondable e inabarcable. Distinto es cuando escribe de “la mar”, se refiere ahora a ese otro mar en el que se bañaba cuando era un niño, a esa playa en la que soñaba ser escritor mientras paseaba. Es este un mar femenino, dulce y sereno, casi maternal, alegoría de puerto y camino por el que transitar arrobado por el vuelo de las gaviotas y la belleza de un atardecer.
Igual pasa con el amor, cálido y sosegado unas veces, pero bucólico y dulce cuando mece a los enamorados con la música de lo infinito y la felicidad. El autor desnuda los sentimientos humanos para mostrarnos todo un catálogo de lo que es el enamoramiento y la pasión erótica, que es su culmen.
Significativa es también la forma con la que enaltece el mar y el amor, mientras que el amor está descrito utilizando esencialmente el soneto, con su estructura tan definida y su rima tan musical, para representar el mar utiliza el verso largo, que envuelve todo con sus palabras como si fuesen la espuma de las olas al romper contra un acantilado.
En el fondo, lo que subyace en toda la obra es un diálogo entre el mar, el amado y la amada, capaces entre los tres de crear un atmósfera lírica que estremece y enerva los sentidos al mismo tiempo.
Leer a Juan R. Mena siempre es un deleite, en este caso también es un aprendizaje de lo que es la forma poética y de cómo jugar con las palabras para crear emociones capaces de sorprendernos y estremecernos.
Ramón Luque Sánchez
SINOPSIS
Del esplendente mar, del perseguido amor es un conjunto de poemas donde se revela un amor imposible, junto el mar. no sólo como testigo sino como oponente también, para darle al drama amoroso un toque de fantasía.
En cuanto a la forma, el poemario alterna las estructuras libres con las rigurosas como el soneto y el verso blanco.
CLAVES PARA INTERPRETAR
DEL ESPLENDENTE MAR, DEL PERSEGUIDO AMOR.
El libro contempla la ficción dramática de la amada, el amante y el mar.
Empieza con la admiración por el cuerpo de la amada (como si fuera una Venus que sale de una concha del mar, como en el cuadro de Boticelli, pág. 13), sigue con la conquista (pág. 14), se mantiene en un tira y afloja con la rivalidad del mar (págs. 54 y 82) y acaba con un adiós y la nostalgia de la lejanía de la amada por parte del amante ( pág.104).
Se ha de comprender que se trata de una historia imaginaria en la que el amante tiene celos del mar, ya que la amada está cerca de él y se mete en sus aguas a gusto olvidándose del amante que la está contemplando enamorado entre el celo y el elogio.
Hay poemas en los que se descubre este triángulo amoroso, poemas en los que el amante sufre, vacila, tiene miedo de perder a la amada, y otros poemas en los que el amante exalta la potencia del mar; entonces puede aparecer como la mar; es decir, como escenario inevitable para que discurra la acción poética y el argumento, que lleva a una frustración al final, sea un pretexto para la creación de símiles y metáforas. Es, pues, el amante el reportero del drama al que asiste él mismo como si fuese un personaje que está fuera del trío que desaparece al final, quedando sólo la angustia del amante, que confirma su amor a la amada en la forzada lejanía y en la inevitable separación.
EL MAR PONE UN ANILLO DE MÚSICA A TU CUERPO
El
mar pone un anillo de música a tu cuerpo.
¿Sabes?
Eres la estatua del día en miniatura.
Tiene
tu cuerpo el brillo del comienzo del mundo
porque
te hicieron ánfora para la primavera.
Te
miro y mis mejores palabras enmudecen
y
hasta me faltan ojos que descifren tu cuerpo.
Te
hace un coro de olas el mar y te moldea,
venus
carnal, con manos viriles de salitre.
Te
quiere desposar y te alhaja de espumas,
pero
eres mía ahora, y él, tan grande y sinfónico,
que
me llena de orgullo y le dejo que en broma
MAR DESAFIANTE
El mar que como a un ánfora volcaba
en tu cuerpo un filón de pedrería,
me gruñe y lanza con altanería
olas con mala espuma a cual más brava.
Mal amigo este mar que me contaba
cuando yo a solas a su andén venía,
y él era tren de la melancolía,
historias que a mis pies cabrilleaba.
Después de que yo al mar te presentara,
se enamoró de ti como si fuera
tu cuerpo cala donde él descansara.
Pero, por mucho que te poseyera,
pero, por mucho que ese mar te amara,
¡no te amaría como yo lo hiciera!
DEL ESPLENDENTE MAR, DEL PERSEGUIDO AMOR
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