BREVE Y PROFUNDO: ENTREVISTA A JUAN RAFAEL MENA B
Por Ramón Luque Sánchez
Suele decirse que la poesía es una actividad vocacional y que el poeta nace, no se hace. Juan Rafael Mena, autor de incontables libros y muchos premios literarios, viene al mundo en la posguerra española, en el seno de una familia humilde. El descubrimiento de la poesía cuando era un adolescente marcaría toda su vida. El ansia por escribir y hacerlo bien le llevó a estudiar. Se puede decir que la poesía le dio a su vida una grandeza épica de la que hubiera carecido de no ser escritor.
P. ¿Quién es realmente Juan Rafael Mena?
R. Uno que vive y escribe cuando le parece.
P. ¿Qué queda en ti del niño que fuiste?
R. Como a todo el mundo, recuerdos, unos más presentes y otros más lejanos. Lo cierto es que de niño yo jamás presentí la poesía. Mi gusto estaba en los tebeos de entonces y, a ratos, en el dibujo. La poesía apareció cuando iba a cumplir los 16 años, al final del verano de 1959.
P. ¿Qué poeta está infravalorado?
R. Manuel Machado, que ha sido eclipsado por su militancia política.
P. ¿Realmente la poesía sirve para algo?
R. Sirve para mucho más de lo que se dice por humildad. Todo el mundo lleva un germen de poesía por dentro, aunque no la escriba. Todo el mundo es poeta cuando ama, elogia, ve un paisaje o cree en el más allá. Lo que ocurre es que solamente la valoran y la escriben los que se acercan a ella. Todo el mundo es poeta de sus propios sueños.
P. ¿Qué te ha enseñado la vida que no hayas aprendido en los libros?
R. La vida es una experiencia distinta a la de la lectura. Sin embargo, a veces vida y libro se encuentran en frases que nos sirven. Ahí está el triunfo de los libros. Los buenos libros reconcilian la verdad con la belleza y dejan de ser una batalla entre lo real y lo evasivo.
P. ¿Y viceversa?
R. Los libros distraen y enseñan igual que la vida pero con otro idioma.
P. ¿Qué piensas que has aportado a la poesía?
R. De todo lo editado, creo que mi empeño, en los últimos años, de exponer con buena voluntad que escribir poesía es apostar por la función poética, de modo que lo escrito sorprenda, como dice Vixtor Shklovski en su obra El arte como artificio. La poesía no es sólo comunicación sino también arte de comunicar con esa función poética ya aludida. Lo demás es repetir registros del pasado literario como ya dije en mi libro Poesía, filón de la palabra, pero que cada cual haga lo que le venga en gana.
P. ¿Cuál de tus libros regalarías a un viandante cualquiera? ¿Y a otro poeta?
R. Como regalo Fiebre de verano, donde hay estructuras versales abiertas, además de las imágenes con una historia amorosa. A un poeta, el libro ya mencionado Poesía, filón de la palabra.
P. Esencialmente se te conoce como poeta, aunque últimamente has publicado un libro de relatos, otro de pensamientos y, finalmente, dos novelas. ¿Qué te empuja a tu edad a tener una actividad intelectual y creativa tan grande?
R. En cuanto a las novelas, están escritas en los años 80 y 90, pero muy reelaboradas. Son por ello, autobiografía. Los relatos estaban escritos para certámenes. Los pensamientos es una antigua afición mía de expresar con toda la concisión posible pensamientos sobre la vida y todos sus matices. Lo que me lleva a cierta edad a preocuparme por la creación y publicación es mi amor a literatura, que me salvó la vida primero en la biblioteca y después en varios institutos, dicho con agradecimiento.
P. Sin pensarlo dos veces, di el nombre de un libro, un poema y un pensamiento que te acompañen en la vida.
R. Un libro: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda,
Un poema: La rima LII de Bécquer: Olas gigantes que os rompéis bramando.
Y un pensamiento: No es pobre el que tiene poco, sino el que mucho desea, de Séneca.
Enero de 2022
MAR O INVOLUNTARIO CEMENTERO
Manada de dinosaurios
es el mar largo que ruge,
saltan sus olas y maman
de la borrasca sus ubres
y relámpagos y truenos
se desatan de las nubes.
Yo comprendo tu dolor
que con olas te sacude
llorando por tantos náufragos
que en tu corazón se hunden.
Juan Rafael Mena
DEL ESPLENDENTE MAR, DEL PERSEGUIDO AMOR
(EDITORIAL DALYA, 2017)
PRÓLOGO
Hay encuentros fortuitos que sin embargo provocan con el paso de los años intensas historias de amistad y/o de amor. Así se puede calificar la entusiasta relación que Juan R. Mena ha mantenido con la Poesía, así con mayúsculas. Fue puro azar y muy llamativa la manera en que este isleño universal tuvo conciencia de que existían los poemas y de que estos tenían la facultad de interpretar el mundo y de interpelar al tiempo. El descubrimiento supuso para él un cauce para expresar alegrías y tristezas, derrotas y utopías…
Todo empezó mientras hojeaba uno de los tebeos para señoritas que atesoraba su hermana. Hay que imaginar que ya llevaba dentro una predisposición para lo inmaterial y lo sublime. Lo cierto es que Juan quedó prendido por el ritmo cadencioso que encierra la buena poesía y por la emotividad que es capaz de despertar en el espíritu del lector. A partir de ese momento leyó la obra de los más diversos autores, al tiempo escribía versos sin descanso. La pasión y el deslumbramiento lo acompañaron en esta etapa de su vida.
Debo resaltar el enorme esfuerzo que debió realizar un joven criado en un ambiente humilde en el que los libros de cualquier tipo brillaban por su ausencia. Así era entonces nuestra España, en la que había que buscarse el sustento día a día y en la que no había tiempo para la cultura y mucho menos para la cultura y la poesía.
El descubrimiento de la Literatura despertó la conciencia del poeta llamado Juan R. Mena. Pronto se dio cuenta de que si quería mejorar y evolucionar en su producción literaria solo podía hacerlo a través de las herramientas que le proporcionaría el estudio. Primero estudió Bachillerato y después se licenció en Filología Hispánica. Mientras lo hace va ganando algunos premios literarios y publicando sus primeros libros.
Hay que catalogar la obra poética de Juan R. Mena de ingente, variada y profunda. El motivo de esta grandeza es que no se conformó nunca con transitar los caminos trillados ya por otros. Primero dominó las formas clásicas, como el soneto, el romance o la décima que estaban tan en boga en la España de la posguerra. Quiso más, para ello se alejó de ese clasicismo amanerado y lastrado por la costumbre con la intención de llegar a una nueva poesía. Originalidad en los temas, un lenguaje poético novedoso y la búsqueda de nuevas formas fueron sus metas. Fue así como también se sumergió en la poesía arábigo-andaluza, quería esa sensualidad y armonía que la caracterizan.
Mientras tanto fueron apareciendo algunos de sus más importantes libros, como Sísifo, Prohibido paraíso o Un resplandor enciende hoy mi memoria, por citar algunos de ellos. A destacar La Araucaria, antología poética publicada por el Ayuntamiento de San Fernando y precedida de un profundo estudio de Enrique Montiel.
El libro que estoy presentando, DEL PERSEGUIDO AMOR, DEL IMPOSIBLE MAR…(Antología poética de mar y amor) es una recopilación de poemas publicados por el autor entre 1980 y 2013. En él hay poemas de obras como Desnuda claridad y Fiebre de verano.
Con esta selección, ha buscado el autor enfrentar dos realidades insondables y convulsas al mismo tiempo: amor y mar (o viceversa), dos conceptos que simbolizan lo infinito e inabarcable, la pasión y la agonía, y también representan una alegoría de la elevación espiritual y esa dulce aspiración, tan humana, de tranquila felicidad mientras soñamos despiertos.
Mar y amor constituyen de este modo dos substancias que se funden en una para conformar un manifiesto de lo que debe ser la poesía, la pasión y la vida. Se convierten así en retratos de lo que es nuestro cambiante planeta y de los sentimientos que alberga nuestro corazón.
Para crear esa etérea y vívida atmósfera, utiliza Juan R. Mena dos recursos. El primero es la apasionada búsqueda de un lenguaje literario de altura: hablo de la metáfora innovadora y de la imagen provocadora y luminosa. Lo consigue con unos textos sublimes, que consiguen enfrentar intelecto y sentimientos, paráfrasis de lo que es la existencia humana.
El otro recurso es la métrica, de la que el autor es estudioso y maestro. Nada hay en el poemario que suene a improvisación. Huye deliberadamente de esa dictadura del verso libre –rara vez lo utiliza- que tanto está empobreciendo la poesía actual. Son muchos los tipos de versos que utiliza, desde el endecasílabo y el alejandrino hasta un verso de veintidós sílabas, y algunas más –no es verso libre, no, juega con heptasílabos hasta conseguir ritmo y musicalidad-, con ello busca la construcción de inmensas realidades poéticas, como esos mares y amores que trata de delimitar y definir. El lector queda así impresionado, suspendido entre el propio escenario en el que vive y esa otra imagen lírica que emerge ante su intelecto para zarandearlo y abrirle los ojos. Cuando lo hace se encuentra ante una visión distinta del mundo y de las cambiantes formas que lo delimitan, como lo volátil del amor y del perfil de las olas.
De dos maneras nos presenta Juan el mar. Una es cuando lo denomina “el mar”, en masculino. Sus olas y bramidos resuenan en los oídos del lector para romper su tranquilidad, nos presenta entonces a un inmenso océano, que se erige en una latente amenaza, como todo lo que nos supera y nos es desconocido. Nos habla entonces de lo insondable e inabarcable. Distinto es cuando escribe de “la mar”, se refiere ahora a ese otro mar en el que se bañaba cuando era un niño, a esa playa en la que soñaba ser escritor mientras paseaba. Es este un mar femenino, dulce y sereno, casi maternal, alegoría de puerto y camino por el que transitar arrobado por el vuelo de las gaviotas y la belleza de un atardecer.
Igual pasa con el amor, cálido y sosegado unas veces, pero bucólico y dulce cuando mece a los enamorados con la música de lo infinito y la felicidad. El autor desnuda los sentimientos humanos para mostrarnos todo un catálogo de lo que es el enamoramiento y la pasión erótica, que es su culmen.
Significativa es también la forma con la que enaltece el mar y el amor, mientras que el amor está descrito utilizando esencialmente el soneto, con su estructura tan definida y su rima tan musical, para representar el mar utiliza el verso largo, que envuelve todo con sus palabras como si fuesen la espuma de las olas al romper contra un acantilado.
En el fondo, lo que subyace en toda la obra es un diálogo entre el mar, el amado y la amada, capaces entre los tres de crear un atmósfera lírica que estremece y enerva los sentidos al mismo tiempo.
Leer a Juan R. Mena siempre es un deleite, en este caso también es un aprendizaje de lo que es la forma poética y de cómo jugar con las palabras para crear emociones capaces de sorprendernos y estremecernos.
Ramón Luque Sánchez
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