PRESENTACIÓN DE
ALMAS DE
ENCRUCIJADAS __________________
Soy una encrucijada de
caminos:
La gente, sexo, Dios, amor, la
muerte, Cielo o Nada, la buena o mala suerte, realidad o ilusión con desatinos.
Soy de buen gusto y vicios
clandestinos,
memoria que lo amargo y dulce
vierte,
voluntad sobornable, a veces
fuerte,
alma noble con dentros
asesinos.
Siempre estoy en el puente de
la duda
sin que a mi pensamiento nunca
acuda
esa luz que pedimos los
mortales.
Al fin, me iré mas sin saber
quién era éste que busca ahora la manera
de conciliar vilezas e
ideales.
Este es el autorretrato del
poeta, del autor de este bellísimo libro de sonetos que presentamos hoy aquí bajo el título de Almas de
encrucijadas, del prolífico y veterano poeta
isleño Juan Rafael Mena Coello. Pero, ¡ojo!,
no es el
autorretrato del autor, es el mío, es el retrato de cada uno de Uds., el retrato del hombre de
nuestro tiempo en la encrucijada vital, en el cruce de caminos de un tiempo
singular en el que el hombre de hoy se busca y no se encuentra. Este libro no
refleja el mundo del autor sino el de todos nosotros, la epopeya vital del hombre de
nuestros días convertida en epopeya
lírica. Y espero no suene a hipérbole.
JM. me encarga esta presentación y, siendo viejos amigos y compañeros desde
que compartimos docencia allá por los años 80 en el Instituto isleño de nuestro amores y pesares
“W. Benítez”, no podía negarme a que sea yo el que analice esta obra para Uds. Más aún, si
tenemos en cuenta que él mismo
prologó un libro similar mío, Corazón en vilo (Antología de sonetos líricos), que publiqué hace un par de años.
No es la primera vez que recibo este
encargo por parte suya —años atrás lo hice con Velo Rasgado en el incomparable marco de la
Biblioteca Lobo. Lo hago con placer aunque el
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trabajo
intelectual cada vez le resulta a uno más oneroso y difícil porque los años se encargan de que esto sea así.
Todo creador, y, el poeta lo es por excelencia, crea porque
necesita hacerlo pero para ello no solo es
imprescindible tener algo que expresar, algo que comunicar, que decir o plasmar sino saber
hacerlo con arte. JM, tan conocido de todos como poeta, es un creador de la palabra,
siempre ha tenido
algo que decir y siempre ha sabido decirlo, siempre ha tenido ideas que ha sabido trasmitir y
cristalizar bellamente en verso. Y lo ha hecho y hace con honestidad, con ingenio, con técnica, con inspiración, con
arte.
En Trabajos
de amor perdido,
una de las
grandes comedias de Shakespeare, hallamos una cita reveladora de
la misión del poeta amoroso —y
este libro no tiene otro tema que el amor en todas sus facetas: el placer, los celos, los desengaños, la fidelidad al mismo,
las traiciones, los deseos logrados,
los deseos insatisfechos, los recuerdos del amor vivido, el dolor del amor no logrado o perdido…—. Hablaba de una
cita de Shakespeare.
La
traigo aquí porque de algún modo nos da
razón de un poemario como este —la diré en nuestro idioma por no parecer pedante y
renunciando a expresarla
en inglés que sería lo correcto: (Never durst a poet touch a pen to write Until his
ink was tempered with love's sighs. “Jamás empuña el poeta la pluma para escribir si antes no la ha
empapado con los suspiros del amor”. JM ha mojado bien su
pluma en ese tintero del amor. Diría que este poemario chorrea tinta de
amor por todas sus páginas porque no hay más tema que ese. En fin de cuentas, ¿qué otro
tema puede justificar el hacer poético mejor que el amor? ¿Y qué otra estrofa podría el
poeta escoger mejor que este modelo composivo, el más más
lírico de todos como es el soneto? Porque Almas de Encrucijadas está formado por 180
sonetos nada menos,
60, justo 60,
por cada una de las partes. TS Eliot, el poeta angloamericano y Premio Nobel, afirmaba en sus Selected Essays algo muy cierto,
que el soneto es el yunque donde se moldea el poeta, el crisol en el que se purifica —y añado: la forma lírica por
excelencia en la que el poeta condensa
y expresa mejor su inspiración—. Contra muchos de los poetas actuales diría que un poeta que se precie no puede
renunciar, no renuncia jamás al
empleo de esta forma métrica. JM es, y no descubro nada, menos aún aquí en La
Isla, un poeta total. Es el poeta isleño por antonomasia, de tal modo que, aunque haya otros nombres, entre los
que me incluyo, parece
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que
todos ellos palidecen ante su estatura como poeta —y lo digo como lo siento. Nobleza obliga—.
De ingente se podría calificar su producción, especialmente su producción lírica. No sé cuántos libros
lleva publicados, ¿50?,
¿60? ¿Cuántos tiene sin publicar? ¿Otros tantos? Él es el quE puede decírnoslo, porque yo no
voy a entrar en ello, sería un ejercicio inútil. Sí quiero,
debo, insistir en su talla como poeta, como escritor, al margen de otras
consideraciones. Pocos poetas han escrito la cantidad de versos que ha escrito Juan y todos
con una calidad técnica, inspiración y variedad temática poco comunes. Pero
hablemos de Almas de Encrucijadas, su última entrega.
Tres
partes tiene este libro y cada una de ellas consta de sesenta sonetos, ya he dicho. El amor entre
el petrarquismo y una visión más moderna; la vida de cada día con sus anécdotas triviales
y heroicas y lo trascendente de cara al más allá entre el enfado con Dios y
las preguntas sobre su existencia,
van configurando un río revuelto de ideas y sentimientos, en un oleaje
de contradicciones y dudas entre lo sentimental y lo reflexivo, entre el
escepticismo y la necesidad de la
creencia; un cara y cruz como la vida misma, y es ese carácter dispar a modo de
encrucijada lo que le da título a este poemario. Dentro de las tendencias de
posguerra, se podría considerar un
encuentro entre la poesía social y la llamada nueva poesía de la experiencia, son palabras del propio autor, que
no podemos pasar por alto.
La
Profª. CGT. se refiere en su magnífico Prólogo a la vigencia de esta modalidad estrófica y afirma:
“Con
desigual fortuna, el cultivo del soneto en España ha cumplido ya casi cinco siglos y, pese
a que algunos lo consideren como una fórmula caduca, no podemos dudar de su
vitalidad actual, siempre que admitamos que no se trata de repetir -copiar- lo que
otros poetas
han venido creando desde siglos atrás. A partir, sobre todo, de la segunda mitad del
pasado siglo, el soneto conoce un nuevo auge en nuestras letras”. (Hasta aquí la cita).
Almas
de encrucijadas tiene mucho de Antología pero no lo es del
todo, lo es parciamente al estar muchas de estas
composiciones extraídas de 15 poemarios suyos publicados entre 1981 y 2019. Una
encrucijada que no
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sólo
supone un punto de encuentro entre sonetos insertos en diversos libros de poemas sino también la
posibilidad de que el lector se sitúe ante diferentes formas de enfocar distintas
vivencias humanas, e incluso pueda tomar partido por alguna de las opciones que plantea”.
La
primera parte la titula, “Fogata de sonetos amorosos”, parte en la que el autor rinde culto —lo hemos
ya señalado— al tema amoroso, sin duda el tema más cantado en los sonetos de todos los
tiempos, y ello desde que Garcilaso adoptó esa forma estrófica originariamente
petrarquista para convertirla
en el subgénero literario que hoy es tras el auge alcanzado en el Siglo de Oro de nuestras Letras, lo que hace
que el soneto sea el modelo estrófico más sólido y cultivado de nuestra poesía. La
maestría de esta obra que
comentamos es fruto de una grandísima inspiración y de una técnica exquisita en la que el verso
endecasílabo y, algo menos, el alejandrino, forman un todo a través de una amplia gama de combinaciones métricas.
El amor
como tema sobresaliente y adoptando múltiples caras o facetas, lo que confiera al libro un
carácter poliédrico que se hace patente en formas múltiples: desde
el canto al
cuerpo femenino -visualizado en el movimiento, en los ojos, en
la mirada; en la evocación de amores frustrados, en el deseo
cumplido y en el deseo malogrado; en los celos, en el lamento por la ausencia
de la amada; en la exaltación de la mujer como amante, como esposa, como madre; en los amores prohibidos o
censurados; en la relación amante/amada
con el mar como testigo y hasta competidor en la
aventura amorosa, i.e. la exaltación/excitación que produce ver el cuerpo de
mujer en su
desnudez en el
hábitat marino (algo
muy presente, recurrente diría, en gran parte del poemario). Y
junto a esta imaginería femenina las
típicas de la poesía amorosa: el amante prisionero de su
pasión:
Prisionero me siento, prisionero
de tu paso elegante, de tu paso,
y acaso me resisto un poco, acaso,
no quiero declararme a ti, no quiero.
Hermoso y
conseguido ejemplo de esa figura
de repetición llamada epanadiplosis, que resulta tan efectista porque la primera o
segunda palabra
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de
cada verso se repite como un eco al final del mismo dejando en el oído una cierta sensación de belleza y musicalidad.
Tema
importante es el de la mujer, como protagonista o centro de nuestras vidas —como madre, hermana, esposa e hija:
Mujer: tú, madre en que la
sangre amasa
el amor, los trabajos, los
desvelos
para que el hijo, altar de tus
anhelos,
sea el puntal más seguro de la
casa.
Mujer: hermana, piedra y
argamasa
del muro de unos ímpetus
gemelos
a los míos, esfuerzos
paralelos
para erigir sobre la misma
basa.
Mujer: esposa que me das
aliento
y eres íntima y cálida aliada,
como en la retaguardia de mi
guerra.
Mujer: hija, raíz de mi
contento,
como tus ascendientes,
entregada
a seguir la cadena de la
tierra.
La amada es considerada como una fortaleza
inexpugnable que solo puede
ser conseguida utilizando mil argucias por parte del amado.
Tema
especialmente recurrente en esta primera parte es la pérdida de la belleza y la juventud:
sonetos 36, 49,52, 54— cuyo primer verso me recuerda aquel soneto de Shakespeare cuyo primer verso dice
así: Look
in thy glass, and tell the face Thou viewest.
Aquí
se introduce otro matiz: el de la tristeza ante la visión—Se mira en el espejo
y se entristece—. Y vuelve al tema en el
58. El aludido 52 dice así:
Te vi de joven, cuerpo
estatuario,
alas de delgadez en tu figura,
un garbo en el andar, leve
cintura,
gala juncal de aquel abril
plenario.
Pasó el tiempo. Una más del
vecindario.
Esposa y madre y gestos de
madura,
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seno caído con feliz holgura,
ostentoso y bailón el
tafanario.
No eres tú aquella sílfide
armoniosa
ni yo aquel con romántica
mirada
de nuestra primavera
bulliciosa.
Pero para el amor no importa
nada:
Madura o joven, siempre será
amada
quien mucho enamoró cuando era
hermosa.
Y el beso, los besos —los
logrados y los frustrados— Aquel beso que un
día quise darte/se me quedó enredado en el deseo—. La felicidad; el apetito carnal; los
recuerdos del pasado, de lo vivido; la aventura esporádica —La noche se acercaba a paso lento/de mano de
la brisa hasta
la playa. La
pasión controlada o desbordada. Pero es en la exaltación, en el elogio al cuerpo femenino
donde el poeta brilla de manera especial. Veamos
solo un ejemplo, cómo se describe la mano de
la amada mediante el empleo de oportunas anáforas situadas de una manera originalísima—Tu mano al principio de cada verso
del primer cuarteto; Déjala, en
los del segundo
cuarteto, para ir alternando una u otra en los tercetos. Técnica
e inspiración de altos vuelos:
Tu mano está, alhelí, sobre la
mía.
Tu mano, animalito de ternura.
Tu mano, que calienta, que
perdura.
Tu mano, lazo de tu cercanía.
Déjala, que es suave compañía.
Déjala, que es la puerta más
segura.
Déjala, que es final de mi
aventura.
Déjala, que es compás de mi
armonía.
Tu mano es mi más clara
trayectoria.
Déjala y no me quites su
sosiego.
Tu mano, cuenco ardiente de mi
historia.
Déjala, que mantenga siempre
el fuego.
Tu mano, donde entierro mi
memoria.
Déjala, te lo pido como un
ciego.
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Todo los temas se sitúan en un contexto de
plena actualidad. No hablamos
del amor cortés, del amor ideal o idílico en un escenario pastoril o bucólico sino del
amor en un entorno presente, son historias de hoy, historias vividas unas,
presenciadas otras por el poeta en lugares cercanos al poeta, con personajes cercanos
al poeta es decir,
La Isla como
escenario, y el
hombre isleño como protagonista—sea el poeta mismo o el hombre de
la calle—. Estas historias
o personajes se revisten y encuadran frecuentemente dentro del conocido mito del Don
Juan, en el que el poeta se encarna, introduciendo
el prototipo conquistador y
masculino por antonomasia, lo que resulta fácilmente
entendible por el lector.
El gran problema para el crítico, para el
analista de este poemario
es la enorme variedad temática que tiene. Hemos tratado de describir esta primera
parte con unos breves trazos pero podemos decir sin temor a equivocarnos que estamos
ante una inmensa pinacoteca en la que sus
múltiples cuadros reflejan un mundo rico en escenas, situaciones y personajes muy
distintos unos de otros y de una
enorme riqueza.
De la segunda parte, titulada “Sonetos de
ida y vuelta por la vida”
la prologuista, la Dra. García Tejera, dice textualmente que forma:
“… una serie de meditaciones, de reflexiones (con cierto carácter
moralizante, un tanto quevedesco) que a menudo ofrecen
una visión amarga y desencantada de la existencia humana.
El poeta, que se muestra aquí como un cronista de lo que
ocurre a su alrededor, aborda una amplia variedad de temas,
sobre todo centrados en el vivir cotidiano y en las relaciones
humanas. Pero como poeta no puede conformarse con
testimoniar lo que ocurre en su entorno, sino que, a partir de su incisiva mirada, nos
descubre lo que la apariencia oculta.
Así, en
la mayor parte de estos sonetos se muestra la doble cara
-haz y envés- de la realidad. Porque la mera apariencia suele ser
engañosa: encubre a
menudo situaciones muy diferentes
que se escapan a la mirada superficial; de ahí el empleo
frecuente del término “máscara” y el uso constante de
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la paradoja como recurso expresivo en unos
poemas que, en muchos
casos, resultan ser una especie de manual o recetario práctico de supervivencia”.
El juicio de la Dra. Gª. Tejera es acertado
pero yo no me atrevería a afirmar que las tres partes constituyen compartimentos
estancos, diferenciados
unos de otros por su temática, menos aún por su técnica expresiva. No creo que ese haya sido
el propósito del autor, se
trata, bajo mi punto de vista, de agrupar, en la medida de lo posible, temas parecidos. En
efecto, a lo largo de la obra aparecen sonetos que podrían ser incluidos en una
u otra parte. No se tome, pues, esta clasificación de un modo estricto sino
orientativo, El libro tiene un carácter unitario
innegable, si bien esta segunda parte toque aspectos
más socializantes y
moralistas que no
aparecen tan nítidamente en la primera
parte: la lucha por la existencia; elamor oculto por un vecino—Gritar quisiera que
ama a su vecino—; la estampa de la mujer infiel;
del marido infiel; la bisexualidad—Te miras al espejo y por no ver/lo que
advirtiendo estás, cierras los ojos—; los
problemas domésticos; la
mujer insatisfecha; la infidelidad de él o de ella o de los dos; el drama de la soltería:
Atardecida rosa es tu
hermosura,
Gala de barrio ya en mujer
madura,
no salgas a la calle y, si lo
haces,
tápate los oídos por si acaso
tu exuberancia célibe, a tu
paso,
arranca chispas de las más
voraces.
El drama de la mujer no agraciada, es decir,
de la fea —Feo
es el rostro pero
el cuerpo hermoso./ Ríe y se mueve con desenvoltura./ Solterona y de avispa la cintura./
Simpática y de espíritu animoso. El drama de la que por necesidad se dedica al
oficio más viejo del mundo: A falta de dineros, hay arrojos./ La
miseria se ha
vuelto una tenaza./Aprieta cada
día su amenaza./El hambre
quita velo a los sonrojos. Me he referido al carácter unitario del libro, buena prueba de ello es el
soneto 39 de esta parte, en el
que se vuelve a tratar la
pérdida de la belleza en la mujer, su fragilidad:
Yo, espectador que fui de tu
hermosura,
el que admiró tu ritmo de
caderas,
el que cantara ayer tus
primaveras
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y tu verano de beldad madura;
tú, que pusiste a prueba mi
cordura
lanzándome tus flechas más
certeras
desde el arco sutil de tus
ojeras
para clavarme un tiento de
aventura,
hoy miro tu vejez arrinconada,
tu cabeza es un ave
desnortada,
y yo, con mi congoja
vacilante.
Pude hacerte feliz y me
arrepiento
de no haber sucumbido a aquel
tu tiento
y ser, rendido, tu mejor
amante.
Y, ¿cómo yo? La desgana de la esposa (“Amada
indispuesta”) frente al
ardor del marido. La
crítica al político —siempre oportuna en estos tiempos que corren— y, para que
esta crítica parezca más cáustica y realista lo hace en primera persona, i.e.
el poeta se encarna en el político:
Hago promesas yo desde el atril
en la campaña a punto de elecciones.
Soy gárgola de buenas intenciones
y a todos doy honrado mi perfil.
Detrás de mi proyecto concejil
yo me amaso, secretas, mis razones
para nunca tener preocupaciones
si después de las urnas salgo edil.
Que me cuenten después entre los
pillos,
esos que van llenando sus bolsillos
con sudor del erario ciudadano.
Que otros sean políticos honestos,
que yo con mis discursos y mis gestos,
doy paz a mi futuro, de antemano.
Esta disposición
o combinación de
les tercetos —aab/ccb— es,
con diferencia la más utilizada. Y está el retrato de la casquivana; el elogio de
la soltería, el chulo guaperas;
el
asombro ante la belleza de ciertas mujeres, belleza que nos deja sin palabras: Este verso persigue
lo imposible/ mas la palabra se declara muda./ Incluso desespera y se desnuda/y llora su pobreza
irredimible.
Estos y otros muchos temas
componen esta segunda parte. Será el lector el que podrá disfrutarlos. Uno, en fin de
cuentas, no puede sino hacer un pequeño esbozo de los mismos.
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Y, finalmente, la tercera
parte. “Sonetos
que rondaron la frontera”.
Frontera aquí es ese punto, ese límite impreciso y desconocido, a la vez, que separa la vida
de la muerte. Constituye toda serie de sonetos trascendentales o existenciales con los que el autor expresa sus
temores, sus dudas
sobre sí mismo, sobre Dios, sobre el más allá, plantea interrogantes, en otras palabras, analiza
su yo mediante diálogos consigo mismo y en ellos analiza o intenta analizar su naturaleza existencial, sus
actitudes frente a la vida, su proceder o
comportamiento en el día a día. Particularmente
hermosos
aquellos en los que el poeta plantea su relación con Dios en una línea que podríamos
calificar de plenamente mística. “Un Dios a menudo oculto e incluso huidizo
cuya ausencia llena de incertidumbre, cuando no de congoja, a quien lo invoca” —en palabras de
la prologuista Profª. Gª.T.
Es lo que se ha venido en llamar “el silencio de
Dios” y la orfandad que ese silencio crea en
el alma del creyente. El Dios deseado y
deseante del ”Animal de fondo” juanramoniano:
Es una historia que me desconcierta.
¿Cómo llevando a Dios aquí conmigo
y, siendo incluso mi mejor amigo,
mi vida a oscuras va sin que Él lo
advierta?
Ante el Mal tiemblo y paso como alerta
y siempre como en frío desabrigo.
¿Cómo Dios, que está en mí, de esto
testigo,
mi alma deja al peligro descubierta?
Si Él me acompaña en esta larga prueba,
sé bien que de la mano no me lleva
y siento en mí la soledad del hombre.
Triste es llevar a Dios tan junto y
dentro,
y que no salga nunca a nuestro
encuentro
por mucho que lo llame por su nombre
Y naturalmente el trance
final, o el trance inicial: la muerte, presente en diversos poemas de esta parte: Somos ruda vendimia
de la muerte/ y es esta vida humana su
lagar./Cada uno, una uva por pisar,/ y el tiempo con pisadas se divierte. Los numerados 11, 28 y 40
se ocupan de este tema y es
Caronte, el
barquero infernal, el
vigilante de la
Laguna Estigia, el imprescindible maestro de ceremonias poniendo
un toque, una atmósfera
mítica a ese
inquietante final que a todos nos espera.
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Por
aquí y por allá aparecen pinceladas de poesía metafísica en la línea de John Donne: —Cuando toco mi piel, palpo mi calavera …—. Incluso sonetos completos. El 45,
concretamente, es abordado bajo el prisma de la más estricta ortodoxia cristiana:
Mientras se pudra el cuerpo que yo era
o las cenizas que quedaran, vuelen;
mientras los míos mi recuerdo velen,
reciente la partida que emprendiera,
¿qué haré yo mientras tanto por la
esfera
de la que nadie ha vuelto, aunque la
celen
la esperanza y la fe, y ellas revelen
otra vida en la intriga de la espera?
¿Despertaré buscando a Dios, gozoso
lo que suba de mí, menesteroso
de ese puerto, final de la aventura?
¿Qué será Dios: Amor, Conocimiento,
o mano que nos da el merecimiento
de lo que aquí nuestro vivir procura?
El tema del Carpe diem horaciano aparece
especialmente en el soneto 38:
Sé feliz mientras
puedas, como dice Epicuro./ No dejes que las sombras enturbien tu sonrisa./ Ponle freno al
caballo urbano de la prisa./Siéntete en el
islote de una dicha seguro. El sexo —al que llama “alcahuete del placer”— no podía estar
ausente: Tú, Sexo, un
alcahuete del placer,/ te quieres
zambullir en la
ignorancia./ Carnal piscina
es esacircunstancia,/agua
en la que te vas a estremecer. El poder del dinero
(Soneto 18):
El dinero se ríe de la gente.
Él es el dueño de sus corazones.
Él es una palanca de pasiones.
Él hace al más rebelde un obediente.
Nadie le vuelve el ojo indiferente.
Nadie lo excluye de sus emociones.
Nadie ignora el poder de sus blasones.
Nadie lo acusa de que es indecente.
El dinero, aliado que nos une,
es también enemigo que desune.
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Él es el genio de la paradoja.
Tanto a su humillación nos encadena,
que, aun siendo vil metal, le damos pena
y de nuestras rodillas se sonroja.
Bien, creo que debo ir
terminando. Aunque el poeta se sitúa entre la tradición y la modernidad es la variedad
temática, la inspiración y la técnica poética que goza esta última entrega de Juan Mena
lo que quisiera resaltar. Unidad que es evidente porque la elección del soneto
como única
fórmula
poética contribuye a ello de un modo eficaz: presentación del tema en los cuartetos y
conclusión y cierre en los tercetos, especialmente en el segundo o bien en el verso
final, que siempre es más atractivo. Y todo ello utilizando
los recursos poéticos propios de este tipo de composición: la metáfora, la
anáfora, la metonimia y otras muchas figuras del lenguaje. Desde esta tribuna invito al
amante de la poesía al excelso deleite de su lectura.
Y no enaltezco el producto con esa fórmula tan manida de los anunciantes quienes después de exaltar las
excelencias de tal o cual artículo añaden
“palabra de fulano de fulano de tal”…. Lo hago porque quien ha escrito
este libro se llama Juan Mena, todo un poeta, toda una garantía de calidad. Adquieran el libro
pero, sobre todo, léanlo. Lo merece. Les encantará.
Agradecido. Juan,
por hacerme llegar,
conocer y disfrutar
con esta magnífica obra lírica. Estoy
seguro que no será la última. También por darme la oportunidad de presentarla hoy aquí
ante estos amigos. Les agradezco
muy de veras su presencia y atención. ¡Mucha suerte, Juan, para ti y para tu libro!
San Fernando, a 10 de
octubre de 2019.
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