En su obra Ideas sobre la novela (1924), escribe el filósofo Ortega y Gasset: “No en la invención de las ‘acciones’, sino en la invención de almas interesantes veo yo el porvenir del género novelesco”.
Mi intención al citar esta frase orientadora de cómo ha de ser la novela según el escritor madrileño, me sirve para defender contra cualquier objeción que me salga al paso mi intento de novelar. Hasta ahora ha salido a la calle Vete a Madrid (Editoral Dalya, 2020). En mayo, aproximadamente, saldrá El amor tras los visillos, en la misma editorial.
¿Qué propósito me ha llevado a escribir estas novelas —cinco en su serie titulada “Cántigo Llano o cómo aprende a cantar un mirlo blanco”—, podría preguntarme a mí mismo?
El asunto a tratar está dentro de unas posibilidades bien delimitadas que se definen por la experiencia del autor. Esa experiencia recoge en su cosecha de frutos tardíos lo más esencial de su propias vivencias insertas en la vida de cada día, engarzada a las circunstancias que amalgaman la vida propia con las demás.
Creo que no es posible ni deseable desvincular la propia visión de la cosas de los lazos que unen la vida, íntima incluso, de las peculiaridades de los demás individuos. El yo está, queramos que no, interferido para bien y para mal con otras personas que lo rodean. El lirismo puede subirse a una torre y ver desde su cúspide el mundo, pero la novela tiene que apencar con la interrelación de ese poeta con la realidad de la que él se beneficia como participante de su reciprocidad.
Aunque se considere que esas novelas son autobiográficas, ello no deja de entrever que fluye en sus páginas la vida de una determianda ciudad, lugares, gentes, costumbres (sin que por ello esas novelas sean costumbristas), caracteres y descubrimientos culturales a través de la conversación y el libro.
Que sus líneas asuman un guiño poético no es de extrañar si la novela la escribe uno que tiene un trato continuo y hondo con la poesía. Lo contrario sería un falseamiento. Que hay se lleve, ya como un abuso que petrifica el tópico, la novela “negra”, no es obstáculo para que se escriban otras que nada tienen que ver con la intriga, la famosa maraña de detalles que llevan a un final sorprendente por la vía del suspense.
La novela, como la entendemos hoy, nacida, parece que en el despertar y el auge de la burguesía y de espalda a la épica caballaresca o aristocrática, tiene derecho a contar las incidencias de la vida diaria por parte de gente que se gana el día a día bañándolo en el sudor de su fatiga y cruzando la maleza de las vulgaridades cotidianas.
Mis novelas, por tanto, participan de un aspecto y otro de la vida: el lirismo propio del poeta incipiente que quiere superar una situación de limitaciones por medio de su anhelos culturales y las servidumbres a las necesidades diarias.
El despliegue de su yo en otros alteregos ya dice de su complejidad de sentimientos e ideas pasado todo por el tamiz de una formación libresca que va creciendo a pesar de los inconvenientes, cuando no por las dudas y las crisis de conciencia entre la fe y la certeza que le deparan las trampas que encuentra en su andadura: de ahí el subtítulo de esas novelas, con el símbolo del mirlo blanco como especie de individuo insólito en un ambiente poco afín al estudio y la contemplación.
Pero he de advertir, volviendo a la teoría de Ortega, que en estas futuras entregas se valora más la forja de un carácter haciéndose y definiéndose frente a otros caracteres —pienso que correctamente diseñados—, que una acción resuelta en un movimiento continuo de gentes dispersas, lugares improvisados y hechos ya previstos o no. La pintura de caracteres por encima de la acción.
Lirismo mitigado por las obligaciones que imponen unos deberes laborales y un roce con situaciones sociales de las que no se puede prescindir. Biografía sí, pero clavada en la ineludible realidad, transcurso de una vida que se va haciendo.
No sé si “alma interesante” o no, como gustaba a Ortega y teorizaba en la obra citada arriba. Eso hay que dejarlo a la calificación de los lectores, pues eso no me corresponde a mí.