domingo, 21 de febrero de 2021

EN LA SELVA LITERARIA


Solamente cuando se mete un iindividuo en una selva experimenta el miedo a causa de los animales que acechan como depredadores, aunque también  hay fieras que dan un paso atrás debido al temor de ser presas de otros animales superiores.

En el mundo literario y artístico (no sé en el ámbito filosófico) el celo por la propia satisfacción de ser tenido en cuenta, recibir un lauro notable, convertirse en tema de conversación, siempre laudatoria, es una obsesión que forma parte de los ingredientes de su cocido de vanidad, de pensarse a sí mismo todo el día como único, arrinconando el miedo a que otro sea alabado en su presencia, a que otro sea mejor en labios de contertulios que dan un traspié en el cruce de críticas o elogios en torno del humo grato del café, humilde y negro testigo de pensamientos que quedarán inéditos, que no descenderán al ruedo de la palabra libre, por temor a herir la flamante sensibilidad de un poeta o artista premiado o la gloria local de un ídolo provinciano experto en veleidades periodísticas, que utiliza la ventana de papel para halagos de los oídos agradecidos de gente importante de la pequeña ciudad en cuestión.

Quien tenga una idea idílica de una tertulia o de unas relaciones convencionales verbales de literatos, está equivocado. Hay una guerra atrincherada detrás de las sonrisas más o menos educadas.

Uno siente pena de observar la pobreza de mente de unos escritores y poetas que amurallan su alma contra posibles encomios de otros colegas y, por lo contrario, con ballestas de narcisismo preparadas para el disparo cuando la ocasión lo requiera con fanfarria de premios o con un festival de cohetes  verbales laudatorios.

Es posible que el símil de la selva quede corto pero sí es contundente por desgracia.

¿Llegará ese día en que los poetas y escritores serán más humanos que geniales y carecerán de envidia porque otros publican un libro mientras ellos están a la defensiva de su propia desnudez editorial, o porque algunos de esos otros han recibido un premio?

 

He visto que, cuanto más mediocre es un poeta o escritor, más vive para sus ambiciones soterradas y amordazadas por una falsa conformidad de triunfar. Pesan más en su alma sus anhelos rabiosos de triunfar y estar en labios de admiradores que su tranquilidad de conciencia como honestos padres de familia con respecto a la felicidad doméstica.

Por esta selva literaria hay que pasar como de incógnito, recelando de tertulias y lecturas colectivas; caminar bajo un paraguas de precauciones para que los peores animales que acechan desde las ramas de sus frustraciones no se lancen encima de un inocente poeta que ha sido premiado o ha publicado un poema o una novela. ¡Cave feras!

 

 


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