Sinopsis
La vida nos sorprende con
experiencias bellas y por ello agradables, suministradas por los sentimientos
de admiración y también por otras que necesitamos expresar aunque no sean del
gusto deseado. Oh, la experiencia: ella se va haciendo muro que nos rodea
nuestra inocencia para que no la muerdan más los lobos de la realidad cruel.
Las imágenes de mariposas y abejorros cumplen esas dos tareas del asombro y el
desencanto.
Dos personajes, Erothya y Cántigo, se
envían escritos literarios para gozar de la libertad de pensamiento y
expresión. En ambos, tanto las impresiones amables como las menos gratas, se
suceden como una especie de diálogo aproximadamente, de modo que, tanto en una
como en otro, es insoslayable la denuncia del fondo de la condición humana sin
que esto menoscabe una cierta voluntad estética como compensación.
Erothya
Cántigo, sé por propia experiencia
que el fondo de los humanos no está bien explorado y en su fondo gruñe, como en
las tuberías atascadas, el cieno de las insatisfacciones, de manera que sube un
olor de malestar que se puede traducir con el idioma de la envidia. No temas,
Cántigo. Los poetas y escritores mediocres son brillantes nada más que cuando
ponen zancadillas con las palabras arteras y los silencios intencionados a los
que ellos temen que los puedan cubrir con la más talentosa de sus sombras.
Pero vayamos a otro tema; por
ejemplo, el paso del tiempo que nos lleva como una ventolera. También la
memoria se oxida y los recuerdos hermosos que nos acompañaron como escolta
contra la tristeza, van perdiendo el brillo de la risa de nuestra juventud,
aquel resplandor del que todavía nos llega en la madurez algunos reflejos para
consolarnos.
Cántigo
Bien dicho, Erothya. ¡Menuda
inteligencia la tuya escarbando en esa
cantera de los pedregales humanos!
Consolémonos, sí, con la paloma de
la imaginación lanzada a los aires lluviosos de la vida para que vuelva, como
la de Noé, a nosotros con la ramite del árbol. En nuestro caso, el árbol de la
belleza.
EL PODER DEL TIEMPO
Cuando voy a la playa el oleaje
canta tu nombre al
filo de la arena.
Cuando la brisa se
desencadena
también dice tu nombre
en su abordaje.
Cuando el sol oscurece
su plumaje
hago un recuerdo de tu
piel morena.
Cuando la noche el
infinito ordena
recuerdo tu mirada y su mensaje.
La memoria es la carga que llevamos
en los hombros de todo lo vivido.
Es justo que por eso recordamos.
Cierto es que pasa todo lo que ha sido.
Mas, menos mal, que lo que un día amamos
nos da luz en las nieblas del olvido.
de JARDÍN DE MARIPOSAS Y ABEJORROS (de futura aparición)
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