sábado, 4 de febrero de 2023

EL JESÚS DE LA GNOSIS

 


Cuando se habla de la multitud de evangelios antes de los canónicos, tendríamos que aludir también, además de los apócrifos, a los evangelios gnósticos que pulularon por el ámbito de la koiné griega. Gnosis, como sabemos, significa ´conocimiento secreto´.

Es cierto que que ese Jesús en nada se parece al otro, al hebreo, que está enraizado en el subsuelo de su tradición bíblica con los profetas como humus de esa tierra ancestral sobre la que se asienta toda una concepción religiosa.

Del Jesús de la gnosis, muy en concreto de los evangelios más conocidos y estudiados como el Evangelio de los egipcios, el Evangelio de Tomás, y el Evangelio de Felipe, por poner una síntesis elocuente de todos ellos hallados en Nag Hammadi, alto Egipto, en la segunda mitad del siglo XX, hemos de obviar la oración y la confianza en un Dios que nos protege. Incluso en los escritos de los gnósticos más próximos a la fe, como son los valentinianos, seguidores del obispo Valentín, por oposición a los gnósticos ofitas, los más alejados tal vez de la noción de un buen demiurgo, se puede rastrear una opción de credibilidad en el Dios de lo que fue futura ortodoxia. No entramos en el docetismo para no complicar el articulo.

Frases como éstas son bien definitorias de las posiciones de estos creyentes atípicos: “Si ayunáis, atraeréis el pecado sobre vosotros. Si rezáis, seréis condenados, si dais limosnas haréis daño a vuestros espíritus “(Evangelio de Tomás, 14). Otro ejemplo lo tenemos en “Quien haya llegado a conocer el mundo, ha descubierto un cadáver” (Evangelio de Tomás 56). También tenemos otra frase inquietante que entraña la reencarnación, como ésta: “Vigilad y rogad para que no nazcáis en la carne, sino para que podáis dejar las amargas ataduras de esta vida”.(Evangelio de Tomás 9,5). Como se ve, estas sugerencias, si las tomamos como reflexiones previas a la búsqueda de lo absoluto, no se parecen en nada a las posiciones de una fe que monta guiardia defendiendo los dogmas que se elaboraron después en el Concilio de Nicea, en 325, una fecha en la que los buscadores dentro de ellos mismos (recuérdese que San Agustín, el mayor padre de la Iglesia occidental, decía que habia que buscar dentro de uno mismo la verdad trascendente: “No salgas fuera; en el interior del hombre habita la verdad”), habían desaparecido, sin duda alguna huyendo de las persecuciones de los creyentes a ras de formulaciones dogmáticas.

Ya es un tópico decir que los gnósticos fueron perseguidos y esos escritos enterrados en la ocultación, pero descubiertos siglos después, tal vez de manera fortuita pero cuyo descubrimiento zarandea y turba a quienes los lee. Hoy, que los valores religiosos y humanísticos están despedazados en el suelo de la Historia,

la gente de buena voluntad necesita por imperativo de honestidad de espíritu, replantearse la significación del mensaje de Jesús. Así pues, tanto futuro ortodoxos como indagadores ocultos podrían esgrimir en esta batalla sin fin la frase del Evangelio de San Jua, I, 5: ”La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron”. Épocas de gran altura  espiritual en cuyo campo de batalla por el dominio de la cultura guerrean  mentes privilegiasdas de diferentes banderías pero unas y otras de alto signo espiritual. ¿Qué dirían esos grandes hombres del materialismo de baja frecuencia hedonista en que se apoltrona el mundo de hoy?


 PLEYADES, revista de letras y artes de la TERTULIA RÍO ARILLO, número 20

De CRESPÓN DE PRIMAVERA O LITERATURA DE LA PASIÓN

de próxima aparición

 


 

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