ANTOLOGÍA EN VERSO Y PROSA
GABRIEL
GONZÁLEZ CAMOYANO
ISPREN, 1993
En la Antología en verso y prosa del poeta isleño
Gabriel González Camoyano (1893-1967), publicada con motivo del primer
centenario del nacimiento del poeta, nos encontramos los isleños que ya
frisamos el medio siglo, en parte, y en cierto modo, con aquella Isla que se
nos fue. De hecho, don Gabriel -que así se le conocía por ser el fundador y
director de un centro de estudios llamado la Politécnica, aunque él trabajaba
como escribiente de Marina- arranca de otra Isla anterior, pero las connotaciones
de una y otra son parecidas en lo que se refiere a su arquitectura y en el
pintoresquismo de sus tradiciones. Se le consideraba por ello como el poeta de
la Isla, ya que se le identificaba con el convento del Carmen y su devoción
escrita a la Virgen del mismo nombre, así como poemas en metro corto en los que
la mar, la sal, los patios, los caños y otros motivos locales le dieron fama
entre lectores de la clase media de San Fernando, para lo que hay que añadir
que colaboraba en periódicos y revistas.
Se divide el libro en dos partes, como reza el título. En la primera hay tres
secciones bien delimitadas que se corresponden con tres ángulos de visión del
tema poético: ”Versos de motivos isleños”, “Versos íntimos” y “Otros versos”.
En efecto, poemas como “El Patio Maestro Lui”, “La reja andaluza”, “Breve
elegía al cierro isleño”, “Romance del Puente Zuazo”, “Romance de la Isla de
León”, “Cómo se hace la sal”, “Cosas de la Isla”, así como los dedicados a la
Patrona, incluido en ocasiones el barrio de las Callejuelas, son muestras
prioritarias de su poesía, entre otros poemas menos costumbristas, pero no
desvinculados de lo específicamente isleño.
Esta sección queda complementada por la segunda parte, que recoge trabajos en
prosa casi notarial, referentes a la historia de nuestra ciudad: ”Mitología,
historia y devoción” (Apuntes rápidos de la Isla de León). Es como una amorosa
y emocionada réplica a la poesía de temas populares que enriquecen la primera
sección.
Dada su formación literaria, su musa culta se inspiró en temas post-románticos
y modernistas, con influencia de autores como Zorrilla, Núñez de Arce, Rubén
Darío y, sin duda, también, ya en el contexto de la ciudad en la que vivían los
dos, Servando Camúñez, rastreada la huella del poeta extremeño José María
Gabriel y Galán. Quizá por ello su tono, en algunas ocasiones, tienda a la
grandilocuencia.
Hemos de atenuar, sin embargo, ese registro que solamente se da en algunos
poemas de arte mayor. Cuando Camoyano se siente isleño hasta la médula, es
entonces cuando le salen los versos que le hicieron poeta deliciosamente
cañaílla, celebrado y recordado por sus lecturas en determinados círculos y
ámbitos culturales de la ciudad.
Es, precisamente, en estos temas donde su poesía reclamaba una revalorización,
y por los que su musa quedará en el devenir literario de nuestra ciudad como un
testimonio sencillo y amable que él lleno, en principio codo a codo con
Servando Camúñez y, como poeta, en solitario, una vez fallecido Camúñez en
1936.
En la segunda, en prosa, el poeta nos lleva de la mano por los albores de la
Isla. Como se ve, un libro incardinado en una especie de lírica menor, no
exenta de lirismo tamizado por su sentir isleño con talante de buen burgués,
que observó y amó la pequeña historia cotidiana de su pueblo y aquellos lugares
y anécdotas más sabrosas o características de nuestra sociedad de entonces.
Considero que nada más que por su memoria y su significación durante más de
medio siglo en aquella Isla que se nos fue -repito-, Camoyano se merecía ser
conocido en una edición como la que acaba de hacer la Academia de San Romualdo,
la Fundación de Cultura e Ispren Editorial.
Bienvenida, pues, a esta antología en verso y prosa de Gabriel González
Camoyano, que es como recuperar la Isla del pasado, libro que enriquece la
bibliografía literaria de nuestra ciudad, tan sensible últimamente a todo lo
que tenga el sonido valioso y esperanzado de la cultura como un bien local.
(Esta reseña apareció el mismo año de la edición del libro en ARENA Y CAL)
Añadimos aquí dos muestras de su poesía, la culta y la popular.
MEDITACIÓN EN EL PRÓLOGO DE LAS NOVELAS EJEMPLARES
Este que veis aquí de cabellos castaños,
rostro aguileño y frente bien desembarazada,
de alegres ojos y nariz proporcionada,
y de barba argentina, que fue de oro otros años...
Este que envejecieron los muchos desengaños,
de estatura no corta ni tampoco elevada,
con la espalda por muchos sinsabores cargada
y los pies no ligeros, por propios y extraños
llamado don Miguel de Cervantes Saavedra.
Fue soldado en Lepanto y en Argel fue cautivo.
Le atrapó la desdicha como a un árbol la yedra.
Sufrió prisión injusta. No gozó lenitivo...
Y como fruto egregio de tanta desventura
dio al mundo "El Caballero de la Triste Figura".
ROMANCE DEL PUENTE ZUAZO
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
cuántas cosas nos contaras
si tus ojos fueran lenguas
y sus rumores palabras.
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
pétrea bandera clavada
que está en medio de los caños
siempre enhiesta, siempre brava.
Por ti no pasó el inglés
cuando mandó sus piratas,
ni el galo, triunfante un día
de una Europa horrorizada.
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
yo, ante tu cuerpo de grava
y de granito, fornido,
te rindo mi enamorada
canción de breve romance;
y ante tus rotas espaldas
hinco mi rodilla, alzando
hacia el cielo la mirada
con el corazón diciendo
una oración a mi patria.
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
la vieja puente romana.
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