DÍA
DE LAS LETRAS
II
Encuentro en San Fernando
24 de abril de 2015
MANUEL PÉREZ-CASAUX MARTÍNEZ (1929-2015)
El Centro de Congresos
“Cortes de la Real Isla de León” acogió de nuevo este encuentro de amigos y
amantes de las letras. Nos recibieron las musas, erguidas, casi colosales, con
los brazos extendidos y la mirada de poliuretano. La sala nos aisló un rato del
mundo para vivir en el particular e íntimo de la literatura. Tras agradecer la
asistencia de un nutrido grupo de poetas y narradores, celebramos la creación
de una nueva tertulia, Rayuela, en cuya presentación disfrutamos también de la
música y de los poemas de quien homenajeábamos: Manuel Pérez-Casáux, poeta,
narrador, dramaturgo, filólogo, políglota y sobre todo amante de las palabras.
El Profesor Hernández
Guerrero refirió aspectos de la vida del poeta resaltando la amistad de ambos,
sus estudios comunes, sus conocimientos, todo ello salpicado con anécdotas que
además de resultar evocadoras nos hicieron sonreír. Seguidamente Juan R. Mena
habló de la última etapa de Pérez-Casáux, dividida entre los certámenes
literarios y la tertulia “Río Arillo”, creada por ambos y que aún continúa
reuniéndose todos los jueves. Concluyó en que su relevancia merecía más actos
como éste. A continuación los intervinientes leyeron relatos, poemas y
reflexiones de creación propia. Pilar Vidal convirtió un recuerdo infantil en
“polo azul”; Mª José Morales denunció la violencia de género con “Garbanzos en
remojo”; Loli Álvarez hizo una oración de su poema “La luz”; Mª Josefa González
Cid leyó “Retazos 3”; Manuel Cubero puso la nota de humor con “Ecos de
Sociedad”; José Manuel Alfaro reflexionó sobre la pérdida y la ausencia; Fini
Martínez y Carmen Navarrete dedicaron sus poemas a Pérez-Casáux; Ramón Luque
hizo un breve apunte sobre la dramaturgia del homenajeado y evocó al
“Invierno”; Maritxé Abad recitó su poema “Eternamente primavera”; Carmen Orcero
nos enterneció con “La leyenda”; Pedro Castilla profundizó en la ética, la
vocación y la transcendencia de la palabra; Eduardo Formanti iluminó su relato
con el “color naranja”; Luisa Niebla hizo una alegoría con el poema “Profetas
del Arte”; Carmen Franco abrumó con “La lotería”; Rafael Duarte dedicó a
Pérez-Casáux su soneto “Ícaro y Cía”; Josefina Núñez aterciopeló el tiempo con
su breve poema; Juan R. Mena evocó la fundación de la tertulia Río Arillo y
Adelaida Bordés comentó brevemente “La Cena de los camareros” de Pérez-Casáux.
El acto terminó con un
sentido y emocionante aplauso. Al salir, los brazos extendidos de las musas nos
dejaban marchar.
Adelaida Bordés Benítez
San Fernando 24 de abril de 2015
LA CENA DE LOS CAMAREROS
Obra teatral de Manuel Pérez-Casáux
Comentario breve
Se trata de una obra breve que consta de un solo acto,
en la que sobresale su lenguaje sencillo elaborado a partir de la frase corta,
lo que imprime intensidad y contundencia en sus diálogos. Al mismo tiempo, esta
brevedad es utilizada por el autor para transmitir espontaneidad. La obra la
componen un camarero VIEJO, uno JOVEN, un NOVATO y uno TRISTE.
Circunstancialmente aparece un COMENSAL y brevemente una VOZ FEMENINA. (Lectura
del comienzo, página 15).
En la introducción el autor ya nos presenta un argumento
interesante por donde planea la incertidumbre. Un argumento que plantea el
enigma humano, su destino en concreto, con un final tan sorprendente como
funesto, características que la asemejan a la TRAGEDIA GRIEGA. En la antigüedad
se la representaba como una mujer muy hermosa, llena de majestad, calzada con
coturnos (un calzado que llegaba hasta las rodillas, con suelas gruesas que
aumentaban la altura del actor), vestida de luto y con un puñal ensangrentado
en una mano, símbolo del dolor que causa y el terror que inspira. La musa era
Melpómene y en su nombre se otorgaba la cabeza del macho cabrío como premio a
la mejor pieza de este género. La historia recoge su definición como “obra de
asunto serio, antiguamente desarrollada entre personajes importantes, con
desenlace funesto por plantearse un conflicto humano, casi siempre, insoluble”.
La tragedia ha evolucionado sin embargo su contenido permanece, lo cual es
fácilmente comprobable en muchísimas obras actuales, como la que pasamos
brevemente a analizar: LA CENA DE LOS CAMAREROS.
Su lectura nos desvela unas analogías (unos rasgos)
que nos acercan a una de las obras que más ha influido en los textos referentes
al género humano: LA REPÚBLICA de Platón, una obra que presenta un modelo de
ciudad donde domina la justicia frente al desorden, la confusión y la
perversión. Sin embargo en ella el diálogo no apunta a la construcción ideal de
una sociedad perfecta de hombres perfectos, sino que es un tratado de medicina
política con aplicación a los regímenes de su tiempo. En ella se discuten temas
y uno de ellos es la idea del bien (et vidit Deus quod esset bonum) que Platón
plantea con entusiasmo y misterio, pues para él el Bien es el sol que ilumina
lo inteligible, lo que puede comprenderse. Para ello recurre al Mito de la Caverna que reproduce el gráfico: En una caverna
subterránea hay un grupo de hombres que desde niños permanecen atados por las
piernas y el cuello. No pueden moverse ni volver la cabeza, por lo que sólo han
visto la pared del fondo de la cueva.
Detrás de ellos hay un tabique y tras él un camino
elevado por donde pasan unos hombres que portan bultos. Más lejos aún, la luz
de un fuego que arde bastante lejos proyecta sobre la pared las sombras de los
porteadores. Estas sombras y los ecos de sus voces son la única conexión que
tienen los moradores de la caverna con el mundo exterior, ya que la entrada
está mucho más detrás por lo que es necesaria la luz de la hoguera. Según
Platón, la caverna y sus espectáculos de sombras como marionetas representan el
mundo y sus apariencias agitadas, donde el alma debe salir para contemplar el
verdadero, el real, el de las necesidades, el de las ideas, el de lo opinable.
Según Platón, la vida verdadera corresponde a la que
la opinión común considera la muerte o bien el estado en el que el alma renace
cada vez que se separa del cuerpo. A continuación estableceremos unos
paralelismos.
La cena de los camareros puede dividirse en tres
partes o niveles: el INTERIOR, formado por los camareros; el INTERMEDIO
compuesto por los comensales; y el TÉRMINO que es la muerte simbolizada en el
camarero triste. En la obra éstos esperan a que llegue el momento de acudir al
nivel superior. En la caverna, unos hombres están inmóviles desde niños de
espaldas a la luz y no ven más que sombras moviéndose. Los camareros oyen las
voces de arriba donde se celebra un banquete, evento que conocen posteriormente
por el comensal, todos arreglados para la ocasión. Los camareros no pueden ver
nada, sólo intuyen lo que sucede por las voces y las sombras. En la caverna,
los hombres conversan sobre lo que puede haber en el exterior por las sombras
que pasan tras ellos y que se proyectan en la pared. Los camareros intentan
frenar el nerviosismo del novato, cuya curiosidad le lleva a querer enfrentarse
antes de tiempo a lo desconocido (página 22, especulación). Los veteranos saben
qué les va a pasar, pero no quieren desvelar su destino. Lo ideal sería no
salir de allí, no conocer el mundo superior. Lo mismo sucede en la caverna, si
uno de sus moradores se liberara no podría ver el mundo exterior pues la luz lo
cegaría y querría volver a las tinieblas, no querría vivir en el mundo de las
ideas, de lo opinable.
A partir de aquí, el autor abandona su “propia
caverna” para darle su voz al COMENSAL que acrecienta el suspense de la obra y
en consecuencia el interés, al manifestar que existe una ventana por la que
puede verse la parte de arriba (página 25 y 26). El camarero VIEJO simboliza la
experiencia, la vida que acaba de manera inminente; el camarero JOVEN representa
la entrega del testigo, el camino hacia la madurez con un toque paternalista;
el camarero NOVATO simboliza al espectador, al lector que se enfrenta a la
incertidumbre, a lo nuevo, a lo desconocido con la inquietud propia de un
estreno; el COMENSAL es la unión entre lo real y lo imaginado, el enlace entre
la obra, su autor y el lector o espectador; los camareros y el comensal tienen
la palabra como medio para seducir y atrapar al lector; en cambio, el camarero
TRISTE sólo utiliza la mirada y el gesto (página 19). Su figura se asemeja al
verdugo o a la muerte. Recuerda al mítico CORIFEO mudo que dirige este “coro”
de camareros a los que ha de mostrar la cruda realidad: la muerte o la vida
real con sus necesidades y sus apariencias. El final funesto recuerda a un
ajusticiamiento de la antigüedad, aunque también se adivinan los vestigios de
un rito iniciático (pagina 40).
La Cena de los Camareros puede decirse que es un
compendio, porque en ella encontramos el origen, el método y la distribución de
los elementos para la elaboración de una obra literaria. En ella apreciamos el
trabajo de la obra primigenia, la clásica, y su sorprendente actualidad, un
trabajo en el que la profundización, el análisis y la asimilación se proyectan
de acuerdo al ingenio del autor, una labor en la que la talla es el medio para
hacerla única.
Adelaida Bordés Benítez
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