sábado, 18 de abril de 2020

EL AGUA O EL DON DESAPERCIBIDO


   




Hoy, que nos hace falta el agua más que nunca por las razones higiénicas que todos conocemos frente a la pandemia, presumo que los poetas y escritores no le han dado importancia literaria al agua. 


A decir verdad, no conozco textos en los que el agua sea protagonista única del poema o de la página narrativa. Recuerdo ahora uno de Amado Nervo donde el poeta habla de la Hermana Agua, y poco más, como por ejemplo, de soslayo Neruda, Gabriela Mistra o García Lorca.


Una tarde de verano sentí la necesidad de beber agua fresca de una cantarilla o búcaro y fue entonces cuando me di cuenta de la importancia que tiene ese elemento en nuestra vida. Escribí un soneto que fue publicado en la algecireña revista de poesía “Bahía”, creo que allá por el año 1969. Fue la fruición la que me llevó a esa escritura momentánea, como si fuese un agradecimiento. Los humanos no somos agradecidos con lo que nos sirve y usamos a diario, quizás porque contamos con ello y sabemos que no nos va a faltar. Una vez leído en la revista, lo pasé a un libro que edité en 2000, titulado Erytheia o poesía de circunstancias elegidas


Cuando resbalas dulce y cadenciosa
por mi boca, apacible a tu venida,
me despiertas la sed y se me olvida
el interés que he puesto en otra cosa.

Con cuánta sed mi lengua se desposa
contigo y con deseo te convida
a estar en ella y evitar la huida
      hacia la sed que te reclama ansiosa.

Dios te hizo callada y transparente
y has venido buscando la manera
de cumplir tu misión calladamente.

Mas no serías agua si no fuera
porque al cruzar mi codicioso puente
tu murmullo en mi tierra se perdiera.

 Hoy, además de apagar la sed y otros menesteres, la necesitamos para tener continuamente las manos muy limpias huyendo de la temida infección del coronavirus o cuernovirus al que se lo mete en su cuerpo.

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