jueves, 29 de octubre de 2020

2 DE NOVIEMRE: DÍA DE DIFUNTOS

 

Con motivo del próximo día de los difuntos, recordemos estos artículos con un tema que nunca pierde actualidad.


¿DÓNDE ESTÁN NUESTROS DIFUNTOS? (Artículos aparecidos en el diario

San Fernando Información,

de la Isla de San Fernando (Cádiz)

de 31-X-2003 a 27-II-2004)




 
¿CULTO A LOS MUERTOS? (I)



Se sabe que el enterramiento de los muertos fue uno de los primeros rasgos de los varios que caracterizaron los albores del homínido en esa curiosa transición a la humanidad tal y como la conocemos hoy. ¿Qué sentimiento motivó este acto entrañable entre los de continua y sangrienta hostilidad entre tribus e individuos entre sí? Tratados innúmerables de sociología se han escrito para desentrañar tal incógnita, que es, junto al amor y la paternidad, el anuncio de una madurez propiciadora de la civilización.



A todos se nos viene a la mente un clásico famoso del tema. Se trata del Libro egipcio de los muertos. Es un conjunto de papiros en los que se conservan los ritos funerarios de los antiguos egipcios. El cuerpo del volumen es un vasto monólogo que el difunto se dirige a sí mismo como a las entidades supraterrenas. Aquí no entraremos en detalles. Seguiremos con la intención que nos lleva, como dice el título del artículo, a preguntarnos si en ese acto piadoso hacia los muertos hay efectivamente un culto de negación a perder el difunto o bien una convicción de que el difunto exhala un alma que vive en otra dimensión. La obra anteriormente citada opta por esta última creencia.

Pero esto no ocurre así en muchos dolientes a los que vemos en ida y venida al cementerio como si velando los restos de un difunto propio continuaran poseyéndolo. Sabido es que en otras civilizaciones los familiares van al camposanto como a un romería llevando frutos como si el fallecido participara de ese esfuerzo de los vivos para negar la muerte. Tenemos el caso de ciertas costumbres mexicanas vistas en reportajes de televisión, y que no son las únicas. Evidentemente hay un residuo pagano en esta actitud que subsiste en las almas que no han meditado sobre la utilidad de esa ceremonia, que nada tiene que ver con la misa católica, consciente ésta de que se pide por el alma del difunto, con el fin de que encuentre en su viaje por el trasmundo, mediante la misericordia divina, ánimas benditas que le ayuden en su itinerario hacia la Luz definitiva, como es el caso de lo que se dice en el Libro egipcio de los muertos.

Que el protestantismo niegue la inutilidad de las oraciones por los difuntos no reduce en nada el deseo de un doliente protestante en lo que se refiere a anhelar para su fallecido un descanso eterno en el seno de Dios.

Incluso una iglesia de índole intelectual como es la Iglesia Católica Liberal, nacida de la reforma de los viejos católicos, y tan próxima a la Teosofía, considera positiva la oración por un ser querido que se pierde en las brumas de lo trascendente. Si analizamos desde el punto de vista humano esta íntima aspiración, comprendemos que ello es consustancial a la condición humana. El rito de las preces (y en el caso católico, el sacrificio de la Misa), es una etapa reflexiva y superior al primitivo culto a los muertos, que, a pesar de su folclorismo en ciertos lugares, denota un reiterado intento a no renunciar a la pérdida de los seres amados. De este amor ha nacido la fe en que de una u otra manera "no todo se pierde", como dice el tópico popular, y el realismo pragmático de la incredulidad o la indiferencia es una ruptura con ese hilo conductor que empieza en nuestro sentimiento de doliente y acaba en el Misterio de la unidad eterna y final del Amor. Después de todo, quién sabe.


¿DÓNDE ESTÁN NUESTROS DIFUNTOS? (II)

 
En la pluralidad de opiniones que caracteriza actualmente a nuestra sociedad, esta pregunta puede tener más de una respuesta. Más de dos o más respuestas habría que decir. En conjunto, la sociedad española se inclina por la creencia de que nuestros difuntos están en uno de los tres estados —que no sitios— que la religión católica ha definido dogmáticamente y que el presbítero Enrique Pardo Fuster expone en un libro, relativamente reciente, titulado La vida en el más allá.

Los tres estados—infierno, purgatorio y gloria—, que el protestantismo reduce a dos eliminando el purgatorio (sin tener en cuenta aquellas palabras dichas por Jesús en Mateo, 5, 26: "De allí no saldrás hasta que no hayas pagado el último céntimo", metáfora elocuentísima que da esperanza para concebir el segundo estado), son perfectamente correlativos y están en consonancia con la lógica de la vida en la escala de maldades y bondades. Otro ejemplo (Mateo, 18,30), que también puede servir para conjeturar la existencia del purgatorio (contra la negación protestante): "Y le hizo encerrar en la prisión hasta que pagara la deuda".

En el mundo clásico, que es como decir en las religiones de las culturas mediterráneas, existia el Amenti egipcio, el Hades griego y el sheol hebreo. Era un estado en que las almas vagaban por valles tristes o siniestros, dependiendo de la experiencia acumulada por ella en la tierra. Incluso se admitía un estado de alma deambulando sin norte por las tinieblas de la inconsciencia. Para las más elevadas estaban los Campos Elíseos, en los que una mayor lucidez y una pureza de costumbres adquiridas en la existencia terrena, le propiciaban una proximidad a la vida de los dioses (¿podríamos en el cristianismo traducir por escalas angélicas?). En algunos casos, para tocar estas alturas gloriosas se necesitaba la llamada iniciación, llevada a cabo a través de diversos rituales que facilitaban a los aspirantes el paso a un nivel mayor de espiritualidad.

Por supuesto que la reencarnación era una creencia común en todos esos pueblos en el Mundo Antiguo. En Mateo, 16, 13-14 y en Marcos, 8, 27-28 Pregunta Jesús: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?". Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o algunos de los profetas". Esto, independientemente de que Jesús estuviera o no de acuerdo con esa especulación de sus interpelados, reproduce a las claras cómo este tema estaba candente en la sociedad de entonces.

La Teosofía ha tratado este tema con máxima escrupulosidad y en las obras de Arthur Powell el mencionado asunto está expuesto con lujo de detalles; ahora bien, la estratificación del peregrinaje del alma hacia otras regiones coincide con la mostrada por la Iglesia, con la diferencia de la terminología.

Sea como fuere, todas las iglesias y doctrinas pitagóricas dan una esperanza frente al atomismo. El atomismo de Leucipo, Demócrito, Epicuro y Lucrecio argumentaba que estamos compuestos de átomos y que éstos perecen todos después de la muerte. Modernamente el biólogo francés Jacques Monod renovaba esta teoría apoyándose en el evolucionismo. Pero, ¿hemos de perder la esperanza en la inmortalidad de nuestros difuntos? En el próximo artículo continuaremos dilucidando este tema que nos concierne a todos.




¿DÓNDE ESTÁN NUESTROS DIFUNTOS? (y III)

Escribía el poeta mexicano Amado Nervo: "No todos los muertos contemplan a Dios./ ¿Tú piensas que basta morir para ver/ese gran misterio del que vas en pos?" Incluso una lógica de para andar por casa nos asegura que quien en vida no tiene interés por los niveles superiores e intuitivos del espíritu, después de muerto tendrá conciencia solamente de lo que se ha llevado de su existencia temporal. Quien haya vivido de frivolidades, ambiciones, gulas, avaricia, lujuria, envidia, crímenes y otras pasiones vinculantes a la tierra, en el despertar de su conciencia postmortem sentirá como en un umbral de intenciones esa apetencia que las religiones han insertado en infierno (etimológicamente `lugares bajos`) y purgatorio para quienes han experimentado en vida periódicas o definitivas ansias de cambio de conducta. La Doctrina Secreta habla de siete planos. Hay un libro escalofriante de Arthur Powell titulado El plano astral, en se que da una descripción detallada de estas postrimerías.

La mentalidad popular tiende a apelar a la misericordia divina para quienes ni siquiera creían en una vida trascendente o para quienes cifraban todos sus intereses en este mundo. Pues bien, ni incluso las personas de buena conducta que sienten desvelos por los suyos, como los casos dramáticos de madres y padres que se angustian por el porvenir de los hijos que dejan en el mundo, encuentran "la paz del Señor", a menos que las vibraciones espirituales vayan aflojando hasta quedar desvinculadas de la memoria de lo terreno.

Si echamos mano a un libro titulado Los muertos nos hablan del sacerdote francés François Brune (podríamos consultar muchos libros más, por ejemplo los que cita Brune al final de su obra), nos percataremos de cómo los muertos, en una primera etapa después de su defunción, no abandonan nuestro entorno y, merced a unos poderes espirituales que se manifiestan en la otra dimensión, tienen capacidad de revelar síntomas de supervivencia desde su nuevo estado, y que el cura y teólogo galo testimonia honestamente, según él, con grabación de voces de difuntos en cinta magnética, filmación de vídeo del más allá, así como otros fenómenos que la parapsicología usual ya ha tipificado como si fueran "temas clásicos" del asunto.

Este libro, como otros que tratan de esta delicada y fascinante materia, tiene una visión positiva de nuestro viaje a la otra orilla. Brune no cree en la reencarnación y cifra toda su esperanza en la presencia de un Ser luminoso tras el adentramiento de una zona en la que lo que había en nuestra vida temporal de profundo, limpio y noble se desarrolla debido a un clima propicio que pone a prueba, por otra parte, lo que de espiritual hemos sido capaces de acumular aquí. En suma, nos llevamos al más allá lo que hemos acumulado en nuestro haber de experiencias decisivas.

¿Dónde están nuestros difuntos, a tenor de esta teoría nada descabellada, sino por lo contrario, sensata y plausible si aceptamos que en nuestra insondable intimidad hay potencialidades de las que no somos conscientes y de las que la llamada "ciencia extrasensorial" nos pone en sobre aviso?

Si, como decía el poeta, no todos los muertos han llegado a contemplar a Dios 
( o sea, participar de la amplitud del conocimiento en pos de la Verdad, del amor universal y la sed de Vida eterna), ¿qué podemos hacer por ellos para que se acerquen a esa órbita privilegiada? La Iglesia católica aconseja el rezo por sus almas, como si la concentración de nuestra mente y la invocación a Dios y a sus fuerzas intermediarias pudieran ayudar a quienes lo esperan en el reino invisible. Después de todo, ¿no es una esperanza?




¿Y QUÉ HAY DESPUÉS?



Parece que nuestra negativa a perder a nuestros difuntos nos impeliese imperiosamente a rezar por ellos; incluso, como en el caso de los distintos esoterismos, a creer que están en planos de la mente muy superiores a los de la tierra, interferida nuestra mente en tal caso por las necesidades inexorables del cuerpo.

Estamos acostumbrados a una visión simplista del más allá y nos imaginamos a las almas de los desencarnados como ascendiendo entre nimbos soleados de cuadros del Barroco. Sin embargo, la percepción de los videntes nos proporcionan con más sensatez un proceso complejo que reseñaremos brevemente, por lo que tiene de curioso y, para algunos, tal vez de pintoresco. Dice la Enciclopedia iniciática mínima de M. Saurina Mateu que la muerte aparece como un progresivo abandono de los principios que lo animan: cuerpos etérico y astral. Los sentidos se van perdiendo lentamente desde el de la vista, que es el primero hasta el oído, que es el último. La energía vital se retira de los nervios psíquicos hasta desaparecer por la coronilla, la respiración cesa y la vida se extingue.

Aunque el organismo físico esté clínicamente muerto (y aun enterrado), la conciencia y el cuerpo vital siguen unidos a él mediante el llamado "cordón plateado". Por su parte, Javier Parra Alvarez, en su obra La reencarnación dice que, según la tradición iniciática, durante tres días el espíritu del fallecido puede visitar todos los puntos de la tierra que desee visitar. Puede acompañar incluso a su propio cortejo fúnebre, como acontece con frecuencia. Puede aparecerse asimismo, sea en sueños, sea en estado de vigilia, a algunos de sus familiares.

Es entonces cuando, tras la pérdida del cuerpo físico, nuestro cuerpo mental funciona exclusivamente con los deseos, que vinculan al difunto con los referentes del mundo que ha dejado. Tiene que acostumbrarse —en algunos casos con grandes dificultades y sufrimientos, debido al arraigo que haya tenido con los objetos de sus pasiones terrenales— al plano llamado astral, constituido por una materia mucha más fluida que la física, en la que se ha de desenvolver la voluntad en una ardua tarea de adaptación. (Se advierte que esta exposición a grandes líneas se autolimita y prescinde de rasgos minuciosos, que son importantísimos.) Nuestra estancia en el mundo astral —el purgatorio del catolicismo, el Amenti egipcio, el Hades griego, el Sheol hebreo— depende de las vibraciones con las que hayamos sobrecargado a nuestra mente en la vida temporal. Por eso la Iglesia, que sabía mucho de esto por las visiones de sus místicos, aconsejaba la vida ascética. Con ello el creyente se libraba de este plano astral y pasaba, después de su óbito, a un plano que la tradición iniciática llama el plano mental, compuesto de siete subplanos, en razón de la vocación en la tierra del alma, ya purificada. Las grandes ideas desinteresadas que mueven la evolución—el amor a la familia, la religión, el afán de ayudar a la humanidad y la cultura en todas sus manifestaciones— constituyen cuatro de los siete subplanos, los inferiores. En parte, es lo que las religiones llaman la vida celestial. Los otros tres, superiores, son para los místicos profundos, que han superado sus deudas psicológicas con los planos físicos, astrales y mentales inferiores. Son los subplanos que el Budismo llama Nirvana y la Iglesia describe como la Gloria, la máxima aproximación a lo divino.



¿Y QUÉ HAY DESPUÉS? (y II)



No podemos pormenorizar aquí esos detalles que los videntes y místicos han revelado acerca del más allá. Por supuesto que yo no reaccionaría como un escéptico. ¡Hay tantas cosas que ignoramos!... 
 
De cualquier modo, es una visión moderadamente racional, legitimada por un común denominador: no podemos en "la otra dimensión" aspirar a un estado de paz y deleite en intuiciones elevadas si no las hemos deseado y esbozado en nuestras intenciones terrenales. Dios se convirtiría entonces en un ser justo que nos da a cada uno lo que merecemos por una ley ínsita de causa y efecto. Los siete subplanos de los deseos vinculadores al mundo —el plano astral, infierno en su parte ínfima y purgatorio en la más alta— deben de estar "superpoblados" ya que toda la Humanidad iría destinada a esos "lugares inmateriales", o sea, estados de conciencia. Tan sólo la gente de pureza de corazón y nobles ideales desinteresados optarían a los siete subplanos del plano mental o celestial, en el que la jerarquía angélica deja traslucir —de más a menos en la escala— la magnificencia de un Dios inaccesible.

Se preguntará el lector: ¿Para siempre ese estado de ida y venida como un ciclo de reencarnación-muerte-reencarnación en un peregrinaje por tantísimas vidas hasta no tener necesidad de renacer en la tierra por haber alcanzado la iluminación como el Buda? 
 
 La tradición iniciática está de acuerdo con ella. No se olvide que hasta el Concilio de Constantinopla del año 553 la Iglesia no la anatematizó. Hettie-Henriette Vedrine en su obra La Reencarnación y la vida eterna trae a colación citas de las sagradas escrituras y, de una manera especial, expone que Orígenes, padre de la Iglesia naciente, deja entrever su adhesión. Sin embargo, los cristianos gnósticos —creyentes ilustrados de educación griega— hicieron la siguiente consideración ya en los siglos II-III: "Pues bien, desde la venida del Salvador Jesús, la reencarnación ha cesado y se predica la fe en la remisión de los pecados..." Hipólito de Roma, Refutación de las herejías, VIII, 10.

La Iglesia, como se ve, no acepta que esos estados de conciencia sean transitorios, sino definitivos, a no ser su carácter de estado purgativo en quienes lo necesiten para la posterior visión beatífica, que no sería igual en todos los afortunados, sino que este privilegio tendría gradaciones en razón del nivel de santidad alcanzado en vida. Las palabras del cristiano gnóstico citadas por el obispo Hipólito darían apoyo a la Iglesia en su lucha contra los reencarnacionistas posteriormente, a pesar de que el episcopo las registró como denuncia a los que se habían desviado.

Lo cierto es que —para mi parecer— lo que no cabe, si aceptamos la inmortalidad del alma o como se llame, es pensar que Dios tenga predeterminado quién se salvará o condenará, como decía Calvino.

La doctrina reencarnacionista nos lo pone duro, pues en esta vida estamos laborando nuestro después y nuestra futura reencarnación con todas sus consecuencias negativas o positivas, según nuestra conducta. La Iglesia confiará, en última instancia, en la misericordia divina. Que el lector medite. ¿No merece la pena?


LA MUERTE Y LA MODERNIDAD

La frivolidad del mundo contemporáneo animada por los medios de comunicación de la imagen televisiva y el cine han condicionado ciertas actitudes ante la vida.
 
 En otra época solamente teníamos la radio. Los entierros eran de carruajes de fúnebre pomposidad y la habitación donde permanecía el difunto era desnudada de cuadros y cortinajes, con pequeño altar funerario a un lado o enfrente del cadáver, velatorio y luego largos lutos... Eran años de carestía, de fiado en las tiendas, de remiendos y diteros. La visión de la vida estaba a tenor de como se vivía. Parece que el sufrimiento y la lucha ante los obstáculos propicia una concepción dramática de nuestro vivir, incluso marca con un sello de experiencia trágica ante la que no vale para nada una fe ingenua en la providencia del buen Dios, sino que más bien se da el fenómeno contrario, como en el soneto de Blas de Otero, el gran poeta lírico de la España de posguerra ("Basta.Termina, oh Dios de malmatarnos./O sí o no, déjanos precipitarnos/sobre Ti...").

En resumen, lo que vengo a decir es que las épocas moldean a las grandes masas como les es conveniente a los demagogos de la publicidad del momento. Ese demiurgo de las conveniencias empieza siendo el Tiempo mismo con sus crisis espirituales; luego vienen los avispados —políticos, cienestas, escritores, filósofos a ras de coyunturas históricas, artistas, modistos...— y entre todos, como en una rentable complicidad, determinan qué debe creer la gente, cómo debe comportarse, cómo debe vestir, cómo debe divertirse, qué debe ver en las pantallas, la pequeña y la grande...

La muerte se ha convertido en el trámite de desaparición legal de un cuerpo sin vida. Ya no tiene, por lo menos en amplios sectores de las muchedumbres, aquel trance patético que transformaba las vidas interiores de muchos dolientes. A juzgar por estas impresiones me pregunto: ¿Es que somos tan creyentes en el más allá hasta el punto de no darle importancia a esa estremecedora postrimería? 
Por supuesto que esta interrogación no es la apropiada para nuestra época, para nuestro consumidor y acomodado Occidente que opta por un epicureísmo barato, un irrenunciable disfrute que inspira en el subconciente colectivo la idea de que goce y éxito son las dos consignas de la actualidad y se ríe de que " se están perdiendo los valores espirituales y morales".¿Se oye en la televisión comentarios en torno a esos valores que han regido durante siglos la vida o más bien se nos ametralla la atención con los dimes y diretes de gente insignificante envueltas en anécdotas a menudo inmorales? En una sociedad como ésta la muerte es un tema tabú al que ni siquiera se debe aludir.

No es de extrañar que la muerte de un ser querido e irreemplazable (como lo son casi todos los muertos) tenga en nuestros tiempos de mucho ajetreo, mucha televisión frívola, confort y ligereza de ideas una resonancia fácilmente neutralizable.

Cuando una sociedad carece de vida interior, se ha embotado y ya vive al día llegando a la vulgaridad, a la despersonalización y a la pérdida de la propia estima. El poeta Cavafis esperaba a que vinieran los bárbaros otra vez... ¡Pero los bárbaros ya están aquí llenando los televisores, la vida pública y los miedos que nos acechan, señor Cavafis!



martes, 27 de octubre de 2020

EL EXTRAÑAMIENTO EN EL ARTE COMO ARTIFICIO

 

Para Shklovski (véase El arte como artificio), el extrañamiento nos permite percibir de forma desautomatizada y remozada lo que está automatizado y redicho por el uso, por el hábito inconsciente en el uso de la mayoría de la gente que no siente el lenguaje como suyo, sino como un instrumento de usar y tirar. Sólo el poeta auténtico siente el lenguaje como suyo y lo selecciona aunando en un conjunto de palabras aquellas que le revelan una vivencia íntima tal vez intraducible, pero, de momento, satisfactoria para configurar una emoción poética.

Por su percepción el lenguaje verbal halla unos tesoros metafóricos, rítmicos y léxicos que antes no se habían manifestado, pero que estaban en su depósito de sistema como lengua; sólo que ésta esperaba a quien se hiciese sensible a sus sugerencias. Para llegar a este nivel de actualización ha sido necesario un largo trayecto de experiencia lingüística. Un verdadero poeta-creador no se contenta con un lenguaje heredado. Nunca será deudor de un pretérito, aunque sea inmediato, que ha desgastado todo el caudal de nombres, adjetivos y verbos que emplearon otros que no se cuestionaron si había que refrescarlos ya para que la emoción creadora sirviese de compensación a su esfuerzo.

Sin embargo, el extrañamiento no es posible si no hay una percepción que trasmitir, y ésta viene de una nueva visión del mundo. Nuevas formas de conocimiento provocan nuevas formas de expresión, como dijo Knechenik. Más tarde, algo parecido diría Leo Spitzer. “A toda excitación psíquica que se aparte de los hábitos normales de nuestra mente, corresponde también en el lenguaje un desvío del uso normal; o bien, a la inversa!” (Alicia Illera, 1979). Un idiolecto requiere un mundo interior que lo fuerza, que lo exige como expresión adecuada o sugerida.



Por eso, se puede distinguir entre el disparate y la expresión afortunada. La improvisación es mala consejera. Quien no ha llegado a madurar ese mundo, no podrá “revolucionar el lenguaje”, a menos que lo haga fragmentaria y esporádicamente. Recurramos a los romanos: Ten la idea y las palabras seguirán.

El poeta puede empezar en una fase realista en la que describe lo que ve, de manera directa, sin seleccionar su registro, que casi siempre es deudor de otros poetas de generaciones anteriores.

La personificación y la imagen, incluso la metáfora suelen ser sus recursos figurativos más comunes. La humanización y las comparaciones son sus más queridos instrumentos de calificación de su entorno y de sus propios sentimientos. Tendríamos que repasar la noción de “literaturiedad” de Jakobson y, a partir de todo lo dicho, buscar la metapoesía, sin dejar el texto aprisionado en el lenguaje convencional y sin brillo del texto literario al uso.







Véanse en estas citas argumentos a favor de la poesía que defienden los estilistas rusos.



"Dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia".

Aristóteles

"Lo importante no es hacer cosas nuevas sino hacerlas como si nunca nadie las hubiera hecho antes".

Goethe

Sólo hay poesía en el deseo de lo imposible y el dolor de lo irreparable.

Leconte de Lisle



"El placer superior en literatura es realizar lo que no existe".

Oscar Wilde

"El arte busca lo insólito, lo que rompe la costumbre, por eso
es incómodo".



"La poesía no es, ni puede ser, una ocupación habitual"
(OC, VI, 249).

 
Ortega y Gasset

"Yo hago lo imposible, porque lo posible lo hace cualquiera".

Picasso 


"En arte no es suficiente la sinceridad".

Homo Sum (Frases, Austral, 319)



"La primera condición de la poesía es que sea sorprendente". 
 
Jean Carlos Duque Franco



He aquí un poema de André Bretón entre el surrealismo y la jitanjáfora (si por ello, se entiende aquí deformación o creación de palabras). Posiblemente no sea este poema el más indicado para poner ejemplo de lo que se especula anteriormente. Es un acercamiento aunque sea por la vía del onirismo, aunque en este caso el poema está sometido a una cierta estructura lógica.



La breve escalada



Pasa una nubearrodillada

Ante las palabras que son la luna

(Los cuernos de la giraventana)



He perdido un cafelino
...No nada de crecimientos del monte

Lo que era espacetoria

Se hace moscandado

Para la acción enteramente nueva

He aquí el vidriero sobre el postigo 
 
En la lengua totémica Mattatucantárida 
Mattalismanzanillo.



Este artículo, como todos los que figuran en este blog, pueden leerse también en la web Arena y Cal. También han sido editados en varios cuadernos de artículos literarios.

















 
 
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lunes, 26 de octubre de 2020

UNA FRASE SABIA DE MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

 


No se debería juzgar a un escritor hasta después de cincuenta años de fallecido, vino a declarar este hombre extraordinario en el mundo de las letras, más excelente aún cuando dijo esas palabras de denotan un conocimiento profundo del mundo de los escritores.

 

Me parece una frase  que debería ser tenida en cuenta por los críticos o aficionados a la crítica literaria y artística.

 

No hay cosa más decepcionante que escuchar en tertulias  “que ese poeta es muchísimo mejor que el otro”, cuando ese otro tiene bastante calidad, o “que este poeta es le mejor que escribe hoy en lengua española”. 

 

Causan decepción estos  juicios valorativos por parte de quienes lo abanderan sin más discernimiento que un estado grato de ánimo al calor de un café con tostada.

Causa desencanto porque ese lector se deja llevar por un sentimiento fugaz de emoción sin advertir que hay muchos poetas que escriben y no son entendidos y conocidos porque la crítica al uso los ignora voluntariamente o porque realmente no los ha conocido.

Es difícil examinar los entresijos de un texto literario sin que no nos quedemos un poco confuso con los recursos que emplea y el tema de que trata. La valoración es más peliaguda cuanto más compleja es esa obra.

Hay críticos que encomian un libro de un autor ya consagrado y lo elevan al rango de obra magnífica, pero cuando esa obra es leída por otros literatos con larga experiencia, se llega a la conclusión de que el que pondera la obra la ha valorado con el mismo criterio que adoptado para otras anteriores del autor que sí merecieron justos elogios, pero la que les sigue ha dado un bajonazo; claro que el prestigio cubre todo el quehacer de ese artista, cualquiera que sea. 

 

Ese tipo de análisis, si es que lo es, es mucho más frecuente en esa atmósfera un tanto venal o aduladora del mundo literario y artístico de las provincias.

 

La frase de Marcelino Menéndez Pelayo es muy verdadera. Hasta que no pasan cincuenta años, y quizás más de muerto el autor, no se lleva a cabo una crítica desinteresada de una obra suya. Ya no valen las simpatías, las presiones de la editorial, el favoritismo, el amiguismo o, en caso contrario, la animaversión y el menosprecio. Entonces el autor que vale sale a flote del mar donde otros lo hicieron naufragar de manera inclemente.

Por fortuna siempre ha habito gente imparcial que a la hora de leer un libro se ha desentendido de influencias externas y lo ha valorado con extrema delicadeza y justicia. Entonces se descubren los valores literarios o artísticos del que escribe, pinta, compone o talla. Valores que le negaron los críticos contemporáneos de él, sancionadores mediocres o falsamente arrogados de una autoridad ficticia.

 

Podríamos citar aquí autores y críticos. Un día añadiré casos que se han dado de manera desconcertante en la literatura. Ahora vamos a contentarnos con la famosa frase del insigne polígrafo santanderino.

 

domingo, 25 de octubre de 2020

SONETOS SELECCIONADOS 2

ESTOS SONETOS HAN SIDO SELECCIONADOS Y EDITADOS EN DIVERSOS CONCURSOS, QUE FIGURAN DEBAJO DE CADA POEMA.

           

 

CALZANDO EL ZAPATO DE LA CIRCUNSTANCIA

 

 

Mañana que se estira en claridades.

Camino de su casa, la imagino,

mientras silbo a lo largo del camino,

perfumándose sus intimidades.

 

 

En el barrio, quietud de soledades.

Mejor para un amante clandestino.

A su portón, temblando, me avecino.

La emoción late a ritmo de ansiedades.


Entro. En su dormitorio, dulce aroma.

Su rostro por la sábana se asoma.

Pero el semblante incita a la desgana.

 

 

Se queja. Hasta ni quiere que la vea.

Toda la noche estuvo de diarrea.

Me pide que le haga una tisana.

 

CREATIVIDAD LITERARIA, Calzando…

Junio, 20

CON EL MAR POR TESTIGO

 

Íbamos por la playa de la mano.

Me dijiste…No sé qué me dijiste.

Vimos el sol hundiéndose lejano.

Naufragio lento en un naranja triste.

 

Me miraste otra vez y sonreíste.

Yo me sentí, más hombre, más ufano.

La mirada con que me conmoviste…

Para mí, inolvidable aquel verano.

 

Azahares rompimos de la ola

con nuestro paso. Solo yo y tú sola.

La soledad qué buena consejera.

 

Ay, los dos nos sentamos en la orilla.

Novios, probamos ya la maravilla

del beso que por siempre nos uniera.

 

EL MURO DEL ESCRITOR, POSTALES   ENERO, 2021

CAUCES OCULTOS O LOS SONETOS DE DON JUAN, MAYO (2021)

 



FRANCISCO DE QUEVEDO, A PESAR DE SU PESIMISMO, ECHA UNA MIRADA BENÉVOLA A LA CONDICIÓN HUMANA

 

           Polvo será, mas polvo enamorado

                                                    F.de Q.

Aunque me veis, vivo en un cielo, pero

no dejo el mundo, campo de batalla.

Mundo difícil donde el hombre calla

cuando gritan la carne y el dinero.

 

 

Mundo sin horizonte y pordiosero.

Mundo en que el alma, barca limpia, encalla.

Mundo que a su salud loco avasalla

sin saber que cuidarse es lo primero.

 

 

Habito como en cumbre de montaña.

Nunca diré que el mundo ofende y daña

ni que es tampoco por su mal un necio.

 

 

Desde esta cumbre de una libre altura

lo miro y lloro, ausente su cordura,

pero nunca diré que lo desprecio.

 

LETRAS COMO ESPADAS, “Francisco de Quevedo”, 

marzo, (2021)

 

    RECORDANDO APRENDÍ LA 

NOSTALGIA

 

No puedo ver el mar sin recordarte.

No puedo ver la tarde cuando vira

hacia el mar y en sus brazos ella expira

y en tanto insisto yo para olvidarte.

 

La memoria se obstina en enredarte

a aquellos años dulces, y me tira

del corazón, nostalgia que delira

y me empuja de nuevo a desearte.

 

Años que se nos fueron de las manos.

Años llenos de ti pero lejanos

que vienen a traerte aquí conmigo.

 

Ay, ¿qué tiene este amor por recompensa

sino una deuda para el que lo piensa

por ser entonces tan feliz contigo?

 

 CREATIVIDAD, RECORDANDO APRENDÍ, 

MARZO 2021

 

                HIJOS EN LA EMIGRACIÓN

 

Los hijos han crecido como el día

que sale de la cuna de la aurora

que llega a su altitud de mediodía

y horizonte de cóndor avizora.

 

Los hijos ya son dueños de la hora

y del espacio de su autonomía.

Tienen un duro navegar ahora,

ya marineros de su travesía.

 

Vosotros, solos en la casa —aquella

que se llenó de risas y algazara…—,

os viene grande casi toda ella.

 

Consuela la llamada desde lejos

y el teléfono entonces se almibara

si oís que os dicen con amor: “Mis viejos”.

 

 

LETRAS COMO ESPADAS, “Valores humanos”, 

enero 2021


VALORES SILENCIADOS DE LA VEJEZ

 

Mira la soledad de los mayores:

la última estación de la existencia.

Es un fruto maduro la experiencia.

Ternura y compasión son sus sabores.

 

Van y vienen por sus alrededores,

agridulce la luz de la conciencia.

Han descorrido el tul de la apariencia

y vencieron sus rayos cegadores.

 

Su futuro se vuelve ayer, presente,

ahora mismo, y el alma se hace fuente

en que los suyos van bebiendo amor.

 

Mas también los mayores, silenciosos,

igual están mirando jubilosos

que callan sonriendo su dolor.

 

LETRAS COMO ESPADAS,“VALORES HUMANOS”, ENERO 2021

 

          

 

 EL POETA AMADO NERVO EVOCA A LA QUE FUE SU AMADA, 

ANA CECILIA LUISA DAILLIEZ

 

Se me para la noche larga y lenta.

A cuestas el insomnio empedernido.

Lejos aún de estar después dormido.

Llega el recuerdo que a evocar me tienta.

 

Una felicidad viene y me cuenta

noches en que el amor se vio servido.

Feliz el tiempo del amor cumplido,

con el ayer que fue hoy se contenta.

 

Con un frío crepúsculo partiste.

La casa sin tu voz lloró desierta.

Fui prisionero de un silencio triste.

 

Tienes, para volver, la puerta abierta,

pero no volverás porque te fuiste

adonde estás ya para siempre muerta.

 

 Creatividad.  VI Concurso literario de poesía

"El color del invierno", enero, 2021

 

 

 MAYOR SOLITARIO

 

Serás bocado de la muerte un día.

Lo sabes y en olvido te atrincheras.

Miras a las casadas y solteras.

No te tienta ni un soplo de osadía.

 

Pero te asedia la melancolía.

Mas te propones disfrutar de veras.

Las horas te amenazan puntilleras.

Una tu vida rematar podría.

 

Viejo ya, solitario y descreído.

Aquella tu moral das al olvido.

Busca a una puta ya que no a doncella.

 

Tú, que cobarde ante el Misterio fuiste,

quieres ser héroe y a la puta triste

alegrarla y morir de amor con ella.

 

MUNDO ESCRITURA, SEPTIEMBRE 2020

 

MUJER INSOMNE Y SOLA

 

La mirada del gato en el sofá

es testigo del tedio de su dueña.

Frente al televisor, ella se empeña

en dormir, pero no lo logrará.

 

El insomnio, rebelde, no se va

y de su noche, sin piedad, se adueña. 

Reza sus oraciones de pequeña

creyendo que el insomnio, al fin, se irá.

 

Se acuerda del piropo que le echara

un tío que en la calle la abordara,

apasionado pero no grosero.

 

Mas, ay, quién a su lado lo tuviera

su soledad llenando aunque eso fuera

sólo para tener un compañero.

 

CONCURSO LITERARIO (CREATIVIDAD  LITERARIA),  septiembre 2020



CELEBRACIÓN DE CÁNTICO (HOMENAJE

A JORGE GUILLÉN)

 

Un rayo con el mundo la desposa,

un edén la enamora clandestino,

la vereda invisible de un camino,

un nombre original para la rosa.

 

Para nada me sirve y es valiosa,

con ella no podrá, ciego, el destino,

tiene un labio secreto y sibilino,

sin cuerpo, es la entelequia más airosa.

 

El marfil de su torre no la engríe,

si se la ofende, con perdón sonríe,

risa que canta con melancolía.

 

Plural, y que es por eso indefinible.

sólo por el candor es accesible

y quien sepa invocarla: la poesía.

 

LETRAS COMO ESPADAS, Homenaje 

a Jorge Guillén , septiembre 2020

 

DESGRACIADO RECUERDO 

 

Ella ignora que todo el día pienso

en su voz, en su cuerpo y en sus ojos.

Ella no sabe que me da sonrojos

esta debilidad que nunca venzo.



Yo sé que inútil es y me convenzo:

debo olvidarla y eso me da enojos.

Así en el corazón quemo rastrojos

de un amor que ayer fuera bosque inmenso.



Quemado está el ayer tan florecido.

Un campo de batalla es humeante.

Más valiera no haberla conocido.



Sé que este oculto amor no es elegante,

mas lo cierto es que fui yo su marido

y ella está ahora en brazos de un amante.



MUNDO ESCRITURA, SEPTIEMBRE ”Cosas pequeñas”, 2020


DON JUAN RECUERDA A LAS VECINAS QUE LO ENAMORABAN EN SU PUBERTAD



Maduras de mi barrio, las frondosas

vecinas, niño yo enamoradizo.

Hembras a las que ahora memorizo

desde su entonces
todavía hermosas.



Con idas y venidas, con ociosas

conversaciones en la tienda, atizo

su encanto, y ya, fisgón, las visualizo,

las escucho, sus voces deliciosas.



Años y libros que al olvido dieron

las costumbres que luego se perdieron,

nombres y rostros que me enamoraron.



Hoy, restos sólo en una sepultura,

olvidar no podría su hermosura

con que, de niño a hombre, me marcaron.



LETRAS COMO ESPADAS SONETOS, JORGE GUILLÉN, SEPTIEMBRE, 2020