domingo, 4 de octubre de 2020

LOS TOSANTOS QUIEREN SEGUIR VIVOS

 


Recordar el colorido y el bullicio de los puestos de Tosantos parejos a la costumbre de visitar los cementerios con flores al día siguiente,es recrearnos en lo que han sido eventos tradicionales que estaban muy vivos en los pueblos andaluces cuando todavía la llamada modernidad no había tocado las lindes de los comportamientos populares en determinadas fechas. Después ha venido lo que  se ha llamado con énfasis la globalización.

A partir de entonces, lo que antes era una fiesta esperada durante todo el año, se convierte en un trámite que reúne todavía a la gente en torno a su celebración, pero  no ya con la calidez de otros tiempos más inocentes, digámoslo así.

Los Tosantos se organizaban en el mercado central con todo el entusiasmo  imaginable por parte de comerciantes que convertían sus puestos en un pequeño espectáculo imitando con sus mercancías de frutas, verduras y también cabezas de animales en las  carnicerías a los cuerpos humanos en una clave de humorismo. Es evidente que decir Tosantos es asociar a esa palabra los frutos de esa época, que se comían entonces y nada más que en esos días, lo mismo que en la proximidad de las Navidades  eran visibles en los escaparates de las tiendas la miel, el turrón y los demás dulces propios de ese mes que asociaba el optimismo de la lotería nacional como una esperanza para muchos aspirantes a ricos.

Volviendo al tema de los Tosantos, hemos de añadir, como si fuera una moneda, la otra cara opuesta a la de la fiesta de todos los santos: la visita a los cementerios con las flores como para yuxtaponerlas poéticamente a los restos de los difuntos como si con ello se afirmara la vida a modo de una resurrección en la memoria.

 Pero, con el paso de los años, las modas imponen unas novedades que la gente, sobre todo la gente joven que no tiene arraigadas las costumbres ancestrales, acepta como una diversión más que una conmemoración. Es seguro,y damos fe de ellos quienes lo vivimos, que en los tiempos de aislamiento de la España de posguerra la tradición echaba raíces en el sustrato sentimental del pueblo, incluso en la clase que aspiraba a media.

Se añadía a esa llegada cíclica de los días que comentamos la representación del  don Juan Tenorio de José Zorrilla, como un espécimen del carácter hispánico desde el amor que viola normas religiosas hasta el arrepentimiento que invoca el perdón divino. El don Juan de Zorrilla prevaleció sobre el de Tirso de Molina en la fama pública ya en el siglo XIX y esa interpretación del alma española fue asumida durante décadas por la sociedad española e hispanoamericana.

Hoy, debido a la fuerte influencia de lo inglés y lo norteamericano, las costumbres, creo que en casi toda Europa, han ido cambiando. El Haloween que nos vino de fuera ha invadido el gusto de un público joven que lo toma como una manera de pasar el rato sin subrayar ningún dramatismo.   

¿Se pierden de forma definitiva nuestras tradiciones?

Habrá quien objete a su mantenimiento que la expectativa que se tenía hace sesenta años, tanto en Tosantos como en Navidades, en lo que a frutos y dulces y bebidas se refiere, ahora no se lleva, pues que ese muestrario de mercado y cocina está al alcance de los usuarios durante todo el año, más aún si pensamos en las exposiciones de las grandes superficies, incluso mucho antes de que lleguen las fechas típicas que se preconizan con sus deleites palatales.

Incluso la tradición de las flores camino de los cementerios también se atenúa si pensamos en las incineraciones que restan la ocupación de nichos.

Como dije antes, la globalización está acabando con la peculiaridad de los pueblos que antes vivían de sus propias usanzas inveteradas, y esta igualdad, rasa de preferencias estéticas, tocará un día fondo y quién sabe si se retomarán símbolos que, con algunas ligeras modificaciones, valorarán lo que aún late en su alma, a pesar del peso ruidoso de las modas. 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario