Quien odia la metáfora
confiesa que no sabe cambiarle
a la realidad su vestido, de
manoseado que lo tiene
EL MAR QUE GUARDA Y MECE TU RECUERDO
Sangre nutricia y acre tienes, mar, en verano, tú, vientre de las
especies, tú que eres ubre bronca de nubes...
Cuando con ella estuve yo a lomos de tus olas, tú, mar, remota madre que
fuiste de todo lo viviente como lengua inmensa de agua lamiendo los litorales, aldabón
en las rocas, arañazos de agua con recias uñas de salitre, nos diste tu
hospedaje, mansión de aves y vientos, y ella me sonreía olvidando aquel
terrible alacrán de su pecho, una hidra bajo su piel, orgía de tentáculos que
le agujereaban los sueños destronados ya; y tú, mar, con tu llanto bajo de los
cantiles, ¿llorabas porque era, seguro, aquel el último verano en que ella, cautiva en
su islote interior de pena, dejaba que pusieses en sus pies los grilletes de tus
espumas y tus algas, escorada la tarde como
en espera de entrar en su dique de sombras, muy cercana la noche en sus
carruajes de estrellas?
Pero ahora, el otoño, un ladrón de claridades, látigo de los parques, verdugo de las hojas, expoliador de los árboles, frío féretro de la luz, encerrando prematuramente a las tardes en su espesor
de sombras, hace de este contorno una casa de la tristeza, mansión
abandonada por los gozos del estío a la que enlutan pronto las adustas
penumbras; y yo, a solas estoy, conciencia fragmentada, reúno pedazos de un
ayer que rompió la desgracia con sus manazas de garfio, con su pétreo pico de
buitre, cizalla de presencias la muerte, va cortando con su hoja de lágrimas
las sombras amadas de los que estaban vivos.
Llave que abre las lluvias, el otoño, me ha atado al poste de una
impotencia, mástil de evocaciones de cuando los estíos eran predios solares, feudos
vacacionales con sus holganzas viajeras, y juntos nos bañábamos en esos amplios
resplandores.
Sé, mar, que tú eres túmulo de sombras en el otoño, o estampida de olas
si es un dragón la tormenta... Retornará, sí, el verano con sus pies encendidos, bocanadas
del ardor, con sus hoces de fuego, y yo, como si fuese con ella, seré huésped de
nuevo en tu palacio de rumor malaquita. Y triunfará el recuerdo aunque venga
enlutado.
Playa de la Victoria (Cádiz)
SALOBRE DESPEDIDA
Servil estela al barco
rúbrica de la popa
crencha del cabrilleo
garabato de espuma
mi corazón se va remolque
tu recuerdo
el barco que te lleva
rumbo la indiferencia
cremallera de agua la
travesía en fuga
todo el mar es tu cómplice
todo el adiós las brisas
la plëamar el bíceps
músculo de oleajes
yo subido a la duna
desencanto empinándose
pañuelo mi mirada la
distancia la estira
regazo es esta playa para
dormir la pena
acunada congoja por vaivén
de escancana
se desguaza una historia
en dársena de luto
se desnuda un idilio de
pétalos de besos
se cae la emoción como un
vaina seca
ni el plenilunio erige un
palacio en la luna
las rocas ya no tienen
cabelleras de algas
los sargazos raíces de la
mar se amotinan
la tristeza prepara sus
mansiones de otoño
las borrascas rellenan de
tormentas sus ubres
la costa ya es palestra de
riñas de aguaceros
los vientos se colocan su
armadura estridente
huesos del litoral
rompientes farallones
cruzan lanzas de vidrio
las bélicas marolas
rey de esta soledad corona
tu abandono
mi heráldica no luce nada
más que tu ausencia
mi reino ha derribado los
lindes de sus sueños
un maretazo astilla su
loza en los cantiles
plañidera la ola
traduciendo orfandades
vacío que me legas puente
la lejanía
clamor de estos mis ojos
donde reina habitabas
un telar de suspiros donde
hilamos mañanas
embarazando al día de más
horas de asueto
retardando el crepúsculo y
sus carros de fucsias.
De El vértigo de la memoria (2014)
BELLEZA DESAPERCIBIDA Y MAR QUE LA CELEBRA
Todos van a la playa para ahogar
el calor que incendiando está su piel.
Todos tienen las olas por vergel
con espuma por flores que cortar.
Se suele el horizonte contemplar,
la mirada en la brisa por corcel.
El ocaso amaranto es un bajel
que parece a lo lejos naufragar.
Tú, Erothya, bañador rojo, madura,
sola y hermosa bajo tu sombrilla,
ves cómo el mar junto a tus pies se
sienta;
y ese mar, como un canto a tu
hermosura,
se enoja cuando él, puesto de rodilla,
ve que el que pasa no se ha dado
cuenta.
Del libro inédito Erothya o los sonetos de una vida
TAMBIÉN
La mar
es un león enfurecido que da zarpazos
de voluble espuma
en las
frentes rugosas de las rocas, las azota
con cuerdas de salitre,
cubrir
las quiere con reventazones, con algas
y residuos de naufragios.
Pero
esa mar no sabe que la miro como ama un anciano
el calmo albergue
y que
le pido igual que a la roqueda, que inunde mi memoria
y la sepulte
bajo
del manto de las bajamares, como si fueran múcaras de olvidos,
como
están las conchuelas en el fondo, como están
los ahogados para siempre
bajo
los cementerios de madréporas, bajo un anonimato
de pleamares.
Hay
pandemia de amor entre las olas en la unanimidad
de la marea,
la mar
en su repunte es altiva doncella. La mar
se desamarra
de las sombras
y boga
día adentro remando claridades.
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