¡Tanta
gente escribe hoy día!..., se oye a menudo en reuniones circunstanciales
después de presentaciones de libros y como comentarios, a veces malévolos o
irónicos.
Si
lo miramos de cerca, cualquiera se lanza en estos tiempos a escribir una novela
como quien escribe una carta a un familiar o amigo/a.
Nos sorprende a quienes hemos recurrido a las fuentes de la enseñanza, a las que estamos agradecidos, para aprender cómo se ha de escribir, la valentía de gente aficionada a adentrarse en la selva de la escritura sin más guía que su propia imaginación por esos vericuetos a veces oscuros del estilo, la caracterización de los personajes y los registros de éstos con el fin de que la novela en cuestión pueda ser leída sin baches en la lectura.
La mano tentadora de la autopublicación empuja por la espalda del entusiasmo al
escritor o escritora en ciernes.
Yo
no voy a dar consejos, pero sí expongo que hay que leer mucho, iniciativa que
los aspirantes no asumen. Hay que familiarizarse con los recursos literarios
para que la novela o el relato aguanten tiempo en el interés de los lectores más
allá del día de la presentación y las palabras felicitadoras de los amigos.
La paciencia es imprescindible para sentirse capacitado. Luego el diseño maduro de los personajes, sus caracteres y su registro, de manera que el argumento fluya.
Son mis palabras dichas desde la experiencia y no desde ningún magisterio. No
entro en la poesía, que es jardín más delicado para el que se necesita unos utensilios
de jardinero en cuya descripción no vamos a entrar ahora.
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