Desde mi ventana yo la veía peinarse o alisarse la cabellera rubia, a la que yo con exagerada metáfora, decía para mí que era un trigal por cabellera. Ella, después de unos minutos recreándose en su imagen, besó con detenimiento el espejo, suelta la cabellera de la amorosa prisión de sus manos, y me acordé de aquellos versos de Bécquer, "dándome celos/ el cristal que su boca acariciara".
MUNDO ESCRITURA, LA LUPA, NOVIEMBRE, 2023
Recogido en EN EL DESIERTO (2023)
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