miércoles, 28 de febrero de 2018

RESEÑAS DE LIBROS: SUEÑOS INFANTILES. MARÍA HESLE: LOS DÍAS QUE NO VOLVIERON





 


Reseña de libros

Sueños infantiles

Ramón Luque
Editorial Fanes, 2017


Con un éxito de público muy considerable, nuestro compañero de tertulia Ramón Luque presentó en el Centro de Congresos de la Real Isla de León de la ciudad de San Fernando su libro Sueños infantiles.

No es la primera vez que el autor toca el tema de la niñez en su obra literaria. Las historias de Carmelo y Coro angelical, por poner dos ejemplos, dan fe de su amor a un género que no es tan frecuente en la poesía como otros libros de temática para adultos que tratan del amor, reflexiones sobre los recuerdos; o bien poemas de tono social. Ramón Luque también tiene libros editados en los que estos temas tienen protagonismo, como Remansos en el tiempo o La soledad del héroe.  Ahora nos ocupa  este poemario de lo entrañable como ya su título indica: Sueños infantiles.

Es Sueños Infantiles un poemario dedicado a los más pequeños, que tiene la facultad de seducir y gustar también a los adultos, es porque está dedicado al niño de todas las edades, a ese lector que va desde los cuatro hasta los noventa años, como comentó Mª Jesús Rodríguez Barberá después del acto de la presentación.

No es fácil ponerse delante de una página para establecer una especie de diálogo imaginario con la infancia, pero el autor nos prepara para su lectura dedicándoles a sus dos hijas, Pilar y Santos, sendos poemas en los que expresa su cariño filial sin olvidarnos de la dedicatoria expresa a su nieto Leonardo W. Aragón Luque, hijo de Pilar. Este preámbulo no nos debe apartar del camino que se traza el autor para recordar con la lectura de los poemas lo que hemos vivido y ahora el poemario nos actualiza como si abriésemos un cajón y en él aparecieran objetos y estampas de lo que años atrás nos hizo felices.

La fuerza de estos poemas reside en su capacidad de evocar unos sentimientos que fueron testigos de lo que fuimos y que en la madurez trasladamos, como hace el autor ahora, a nuevas generaciones  para que no olviden su niñez y que de paso aprendan a vivir conviviendo. Su métrica se inscribe dentro del arte menor, cuya sonoridad y ritmo encandila a los niños: el romance, en muchas ocasiones con rima aguda, que le da un sabor popular a las composiciones. A este ritmo de intencionada sencillez se añade el poema en verso alejandrino titulado: “Canción de cuna para dormir a una niña”, el único de arte mayor. Un poema que nos habla del amor a los hijos, pero también de la capacidad de estos para conquistar con su inocencia el corazón de sus padres, Afecto y ternura, imaginación y perfección formal consiguen amasar unos versos que atraparán al lector, como todo el libro.


Ahora bien, la proximidad a lo familiar en algunos poemas no se debe confundir con lo hogareño y elemental sino que, como el autor quiere despertar en el lector al niño que subyace en la persona madura, va mucho más allá de lo trivial y artificioso, como todo lo que se escribe desde el corazón, con el empuje del recuerdo. Esa intención le da una contextura humana a este libro que despertó una gran expectación en el público asistente por su inmediatez comunicativa y la sorpresa de que no era una poesía para niños al uso sino que en muchas ocasiones busca hacer pensar, vinculando al niño con su entorno humano, afectivo y social.

Se pudiera conjeturar al primer momento que se trata de   una poesía fácil pero nada más empezar a leer descubriremos que  nos encontramos con todo un  ejercicio creativo. Por ejemplo, veamos estos versos: “Como plantas de un jardín/ también los libros florecen, / es la ilusión del lector/ la que riega esta simiente”. Las imágenes, bellas e inspiradoras, se suceden a lo largo de la obra buscando sorprender y entusiasmar a niños y no tan niños.

Hay en el libro poemas que buscan arrancar una divertida sonrisa, otros emocionar al lector, otros jugar con las palabras y las ideas para sorprender y provocar, y todos ellos quieren ser motivo de inspiración para los niños, que encuentren en sus versos un incentivo para leer y escribir, y también para encauzar su vida desde los valores humanos y el compromiso solidario. La labor docente del autor a lo largo de los años ha sido determinante para dar vida a Sueños Infantiles.

Tienen los poemas la facultad de despertar una serie de sensaciones muy variadas, desde el asombro a la sonrisa, desde la ternura a la emoción. Rezuman todos ellos una gran fuerza lírica, que está bien orientada para la comprensión del niño, que también puede asimilar esta otra estrofa con un claro valor educativo:”Si los hombres y mujeres / trabajásemos unidos / haríamos un mundo nuevo / basado en el compromiso”.  O bien leemos versos más creativos que convencionales:”Ante tanta algarabía / como había en el portal / dudaba el Niño Jesús / entre reír o llorar”. Este detalle de originalidad rompe el convencionalismo con que se trata este tema de la Navidad.


Hay que volverse niño para darle sinceridad a un texto; de otra manera, el poema sería un tanto alambicado y no surtiría efecto emocional. Vemos estos versos dedicados a su hija: “Esperaré a que duermas y te diré princesa / porque sólo los hijos en sus padres gobiernan. / Esperaré a que duermas para inventarme versos / que te diré al oído como si fuese un sueño, / y al besarte la cara sentiré esa ternura / que sedujo mi ser mientras mecía tu cuna.”

                        
Todos los poemas van dirigidos al niño, ya que son como varillas de una rueda cuyo centro es el corazón infantil: el del niño de ahora y el de esa criatura que subsiste en nosotros, los adultos, a pesar de la madurez de los años. Los hay que motivan al lector a la paz, al amor a los libros, a la banda de música, a la escuela que educa en la naturaleza, tal un bosque. También están los destinados a una abuelita cocinera, un poema al Parque del Oeste (el de San Fernando), al niño inocente que está o vive en el limbo, al abuelo bailarín, al encanto de las ferias, a un pirata sin nombre, al fantasma de su casa, que es la ilusión que cada uno albergamos en nuestro corazón…, incluso uno dedicado a Andalucía. Una variedad en la que el común denominador es el amor en todos sus géneros, desde los buenos sentimientos a la amable convivencia.
 

Como dice la prologuista Adelaida Bordés Benítez, secretaria de la Real Academia de San Romualdo, novelista y autora de artículos en el semanario “San Fernando Información”, que también fue su presentadora:”Sueños infantiles está concebido como un juego de voces en el que destaca la que nunca dejaremos de escuchar porque nos acompaña desde que nacimos”.
 
No acabaríamos la reseña de este libro si no citásemos las atractivas ilustraciones a color realizadas por Elías J. Guerrero Moreno, profesor de Dibujo, cuya colaboración ha redondeado el encanto de este texto de bella factura que ha editado la Editorial Fanes, de Torrelavega (Santander)



RESEÑA

MARÍA HESLE: LOS DÍAS QUE NO VOLVIERON





Con un prólogo de Amelia Retamero Martín, María Hesle, gaditana, nacida en 1929, nos regala esta colección de pequeños poemas en los que la espontaneidad y la frescura de su palabra configuran un poemario de una cierta riqueza de sentimientos al trasluz de su sencillez expresiva. Además del prólogo, hay una breve reflexión de la autora sobre los libros y también unas dedicatorias. Cada poema lleva una cita en su entrada.
El libro se divide en tres partes que se corresponden con épocas de su vida: 1994, 2000 y los años siguientes hasta la actualidad.
Se dice que cada libro es una fe de vida del autor/a y en él entrevemos parte de una vida. Veamos en estos versos:

“El pasado ya no existe,
¿qué diría del mañana?
Sólo acaricio el presente,
el hoy…
porque tengo tu mirada.

La poesía de María Hesle se asienta sobre la humildad ante la vida, evocando el amor que se fue debido al poder del tiempo. De ahí sus nostalgia llenando una soledad que se puebla con una mirada, una brizna de hierba, el refulgir de una ola, un pájaro atravesando el lienzo azul del aire, volátiles circunstancias que pueden motivar su sentimiento y dejar en su retina una siembra de poema:

“La plazoleta con la fuente,
los bancos son de madera.
Había soledad en el aire
porque tú no estabas”.

A veces, a modo de aforismo poético, nos hace ver una huella que pasa desapercibida:

“Las hojas secas
de amarillo intenso
ponen alfombra donde
el caminante
deja sus sueños”.

María Hesle reaviva la tradición de la unidad del poeta con la naturaleza, hoy tan maltratada:

“Viva está el agua,
su murmullo es sólo mío.
Hago mío el árbol sólo mío.

Una flor me adorna la mirada,
su aroma es eco del paraíso,
lo hago mío…”

La poesía de María Hesle es menuda en su deambular por la naturaleza, la vida y los recuerdos. Su estructura, como ya hemos dicho es espontánea y juega con los vocablos más tradicionales en la cobertura literaria:

“Tierno el final de la luz.
Cayó la tarde en los lirios
silvestres, emoción pura
que lleva el alma consigo”.

Démosle la enhorabuena a este libro de poemas breves que pueden ser leídos como si la autora llevara de la mano a quien lo lee por caminos donde el amor a lo bello y un susurro de bondad le acompañarán un rato por encima de la melancolía que acecha a todos los otoños de la vida, como el suyo, y en el que, como dice la prologuista, ella ha tejido esas páginas con “hilos de estrellas y alas de mariposas”.


María Hesle Cruz falleció en Cádiz,su ciudad natal, en 2017





















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