jueves, 1 de febrero de 2018

RESEÑAS DE LIBROS: EL PSICOANÁLISIS Y SUS VENTAJAS







El Psicoanálisis y sus ventajas

Antonio Brea Pérez

Ante de hacer una reseña al libro de un autor es requisito indispensable conocer la idiosincrasia de ese autor; es decir, su personalidad, personalidad que, a su vez está compuesta de elementos que pueden ser conocidos por medio de su comportamiento social, aunque otros queden desconocidos para quien lo trata, puesto que todos tenemos un trasfondo que queda oscurecido en los umbrales del subconsciente, y utilizamos este término ya que el autor al que nos estamos refiriendo, a medida que pasó el tiempo, debido a esa fase de su vida en el desierto del Sahara, ahondará en el fondo humano y con ello se implicará en una tarea tan complicada y siempre terreno casi virgen como es la psicología, disciplina que lo embarca para navegar por las aguas nada tranquilas de la índole humana.

Pero, ¿cómo querer conocer a un autor si antes no lo hemos oído hablar de sí mismo, como si sus palabras nos abrieran un tul que con su silencio se haría opaco?
Oigamos estas palabra escritas por él mismo a modo de confesión, como allanándonos el terreno para pisar las orillas de su sinceridad.

“En la vida hay cosas que no decidimos y una de las más fundamentales es que no eliges el lugar de nacimiento y tampoco la familia que te trae al mundo”.

Realmente el lector puede quedar sorprendido por lo que se puede conjeturar de esas líneas. En verdad, ese desparpaje tiene más de lirismo que de confesión social. Partimos de que todo el mundo acepta, una vez nacido, su nacimiento y familia en que se desarrolla su vida. Son premisas irrefutables. No hay posibilidad de renuncia porque nuestra protesta también la podrían haber proferido nuestros padres y nuestros abuelos. 
Sigamos con la confesión del autor:
“Y en este proceso puedes ser cautivo de la misma como el hecho de no vivir en libertad y armonía.
“Cuando se nace o vienes a formar parte de esta unidad familiar, puedes venir en la cuna de la pobreza y de la miseria y para colmo de males puede coincidir como en caso de muchos en tiempos de la postguerra, momentos difíciles en la Historia de España en la que se cierran las puertas a esa felicidad que de niño demanda y es imprescindible para llegar a la adolescencia y posteriormente a ser adulto”.

Tampoco podemos elegir la familia ni el entorno circunstancial de nuestra niñez. Crecemos en una isla acotada por las posibilidades económicas y educacionales. La mayor o menor felicidad de nuestros primeros años depende de quienes tienen  la responsabilidad de criarnos y educarnos. Pero su preparación puede remitirnos a la que tuvieron ellos, posiblemente más deficitaria, y así hasta el infinito de los progenitores ancestrales.  Se impone, pues, la disculpa a los fallos que puedan devenir de sus actuaciones en ese barco de la casa que nunca navega por un mar permanentemente tranquilo y con la bonanza a su favor.

Pasamos a otra etapa de la vida y en la que el joven se abre a la realidad y la percibe como un mensaje cultural que conlleva un reto de aprender:

“Al ir adquiriendo conocimientos al mismo tiempo que te vas haciendo adulto y vives la realidad de los hechos presentes, en los cuales ves cómo te apartan del camino que deseas, cómo el tener que conformarse con venir de una cuna humilde y sin opciones a un acceso a estudios universitarios, a pesar de tener un expediente de sobresaliente, es el primer tropiezo que tuve en la vida”.

Vemos cómo el autor nos expone unas circunstancias que en situaciones de inferioridad cultural y económica pueden dar como resultado la frustración y la infelicidad. El que vive esta experiencia sobrenada en un naufragio de difícil acceso a una costa de salvación profesional y afectiva, que le deja un arsenal de malos recuerdos que en cualquier momento pueden estallar con pólvora de tristeza.

Y ello lo podemos comprobar en esto que sigue:

“Esa espinita la tuve clavada mucho tiempo debido a que tenía que trabajar pronto por ser de una familia humilde y además numerosa.
“Para colmo, el servicio obligatorio a España o sea la mili, rompió todos los moldes y expectativas de mi vida”.

Trabajo obligado para remediar la pobreza, que es un trabajo siempre en estado de discordia que se conlleva con la insatisfacción consigo mismo. Si a eso se le añade un periodo de la vida del individuo en que pertenece al Estado, entonces la pesadumbre se agrava como si a la conciencia se le echara más peso de lo que se puede soportar humanamente hablando.

 Entramos en otras declaraciones en las que el autor resume su experiencia laboral y sus frutos de subsistencia.
“Después de cotizar 40 años en Seguridad Social, pasando por varias actividades, me dediqué a adquirir conocimientos universitarios, para esa edad bastante difícil y complicada”.

El autor, a modo de conclusión de una etapa de su vida, como es la laboral en su tránsito a la jubilación, emprende una nueva vida en la tarea de observar la realidad, lejos desde aquellos comienzos duros de su vida y de una continuación en la lucha de sobrevivir con  un sueldo para llevar adelante a la familia creada por él.

Es ahora cuando inicia una nueva andadura, pero en un camino que antes le estaba vedado: el conocimiento intelectual. Y Antonio Brea asume esa trayectoria como si toda su vida hubiese sido un largo suspiro hasta llegar hasta esta cota de voluntad de poder sobre sí mismo, que es un desafío más para conseguir, gracias a sus esfuerzos, un título que es como una corona a su esfuerzo, la loma de una conquista que le da una altura a sus miras para entender ciertos aspectos de la vida que anteriormente no estaban al alcance de sus medios ni de su tiempo como trabajador.

Hasta ahora hemos circunvalado la vida de Antonio Brea, sus vicisitudes y sus anhelos para llegar a una cierta altura de perspectivas desde la que observa el devenir de cada día. Precisamente desde esa victoria sobre unas circunstancias difíciles, empieza una andadura de hombre preocupado por la cultura, de manera que echa a rodar sus aspiraciones de penetrar en el mundo donde el pensamiento, más allá de las imposiciones materiales, se eleva a unas cotas felices desde la que se puede estudiar las actividades culminantes del hombre, como son las del conocimiento, desvelo que culmina en su licenciatura en Humanidades por la Universidad de Cádiz.

Antonio Brea no llega a la escritura por un placer fugaz y recreativo, sino por la experiencia condensada en un libro editada en 2012: Mi paso por el Sahara, del que decíamos en una reseña, entre otras palabras, las siguientes: 

“Dentro del género autobiográfico, este testimonio del autor se va llenando de matices que le dan un colorido, a veces estridente por lo que tiene de dureza, pero nunca gris, debido a que la disciplina no toleraba términos medios en su expresión social. Desde el reclutamiento, con el añadido de la muerte del padre —a quien despide en la estación y no volverá a ver, como no sea de cuerpo presente— y la de un hermano suyo quinceañero unos años antes, pasando por la marcha hacia el Sahara, hasta Smara en concreto, con el buen recuerdo del Teniente Torres; después la llegada a Hausa, donde Antonio Brea tuvo una variopinta experiencia con sus compañeros entre compartir el rigor del régimen militar en aquella zona, el calor insoportable, las deficiencias en las instalaciones y en la alimentación, hasta la convivencia normal con esos compañeros, alguna que otra copa circunstancial, misa y coro incluidos, luego el capítulo del regreso, en que se cambió el panorama del desierto por el del océano, con la angustia de no encontrar salvavidas, según la orden del Capitán —por si acaso— debido a la proximidad de un barco no identificado”.

Este fragmento es elocuente de ese contacto con la vida. Pero el autor no se queda en una literatura biográfica, que podría ser suficiente para quien desee volcar vivencias que piden ser puestas a la luz a modo de testimonio, sino que se acerca a un terreno muy delicado de pisar como es la psicología. Y su gusto por ella guía su interés como una lámpara minera en las sombras de la condición humana. En esta disciplina hace un alto de su marcha por la vida y desde una almena de curiosidad lanza una ojeada por los alrededores con un catalejo de búsqueda, de indagación por todo lo que palpita, humanamente hablando.


En una obra inédita aún, El psicoanálisis y sus ventajas, tomando como ambientación argumental la vida de Federico, que nace en unas condiciones sociales desoladoras, dentro del marco social de la posguerra española, el autor, valiéndose de ejemplos sacados de la realidad, propugnará por el papel que tiene el método freudiano para la aplicación a casos patológicos que emanan de una vida maltratada por  las circunstancias adversas en una época en que la Seguridad Social ignoraba estos casos de vida extorsionadas por las manos implacables de situaciones irredentas.

En la primera obra, el autor nos muestra en carne viva su alma después de un itinerario de vivencias vividas desde su infancia, rememorada brevemente, su servicio militar y su entrada en la vida de los hombres que trabajan para su sustento. En ella ya observamos que hay materiales para una autobiografía como la que Brea nos entrega haciendo de paso una revisión histórica de un espacio atípico como es el servicio militar en un desierto, con todos los obstáculos que ello conlleva.

En la segunda, aún inédita como hemos dicho, con un trasfondo de experiencia, entra en el sinuoso mundo de la psicología, y a través de un personaje ficticio, ahonda en cuestiones que implican a todos el que lean la obra, ya que la vida psíquica nos importa a todos los que somos sus participantes en esta aventura del vivir cotidiano en lo que vemos por medio de nuestras actuaciones, es decir, en lo patente, que oculta muchas veces a lo latente y pone máscaras a la conciencia como un medio para subsistir tanto en lo material como en lo invisible que palpita en nuestro fondo, siempre casi desconocido, como si fuera una selva todavía no explorada del todo. Si se ha citado esta obra es porque entre la primera y esta que señalamos hay una relación importante e inexcusable, ya que con lo vivido en Mi paso por el Sahara, Brea recala en la psicología para darse una respuesta a muchas preguntas de tono dramático que surgieron en su conciencia en la época de su milicia.

Pero ahora lo que nos interesa señalar es el valor de una experiencia y con esa advertencia hemos de concluir este prólogo que ayuda a introducir al lector a que se disponga a entrar en una edición ampliada de Mi paso por el Sahara, en la que el autor ya nos expuso con lenguaje sencillo y como fruto real de su experiencia, una historia con sus ribetes de anécdotas aquilatada en la memoria de esos años jóvenes inolvidables hacia los que se mira desde la edad madura como una fuente de imágenes y sensaciones que piden ser revestidas con las palabras; las mismas que adquieren ahora un valor testimonial en la difícil reconquista del tiempo; en este caso no tiempo del todo perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario