jueves, 1 de febrero de 2018

RESEÑAS LITERARIAS: MARÍA AMPARO GORDILLO DE CELIS



Portada de COSAS DE AMPARO


Manuel Baturone Linares, esposo de la autora de este libro que hoy comentamos, tuvo a bien la idea de recoger textos en verso y prosa de su mujer para confeccionar un libro que dejara una afectiva constancia de su quehacer callado en el atomístico mundo de las Letras isleñas.
 
María Amparo Gordillo de Celis (1933-2001) fue una maestra nacional que ejerció de manera discontinua. Hizo algunas colaboraciones en “Mirador de San Fernando” a principios de los años setenta, pero no prodigó su presencia en tertulias ni tampoco quiso proyectar su afición en revista de poesía ni someterse a la lotería de los concursos literarios. Esta carencia de ambiciones la tuvo encerrada en una clausura voluntaria, mas no renunció por ello al ejercicio íntimo del verso y la prosa poética.

Cuando abrimos el libro, después de unas palabras a modo de prólogo, entramos en su primera parte, compuesta de poemas. En todos ellos existe un común denominador: una mirada amorosa a cuanto contempla. Sus referentes temáticos son siempre los mismos: La naturaleza domesticada de las macetas y los parterres, los niños (en concreto, sobrinos) y motivos variados —la nochebuena, Dulcinea, su automóvil o Platero mecánico, el mar de Cádiz, La Isla y otros poemas, todos ellos escritos en métrica variada.

En la segunda parte, a manera de pequeños artículos, aparecen sus impresiones sobre personajes y lugares -La Piconerita, La Virgen Negra, Jueves Santo, pescado de estero, el otro patio, el músico callejero…

Si tuviésemos que situar su estilo y su actitud ante el hecho de la escritura como creación, sin duda alguna este acopio de trabajos hallaría lugar en la poesía del intimismo pasado por la óptica de una estética tradicional anclada en los sesenta; una sencillez que está de acuerdo con su personalidad. Aquí no encontraremos los frutos del esfuerzo por escribir una poesía según imperativo de estilo de la época: culturalista, surrealista, clasicista, neobarroca, neoformalista…

Sin embargo, cuando se lee este poemario en verso y prosa, llega hasta nuestros recovecos el halo de un alma noble y limpia que manejaba el lenguaje con realismo próximo a la espontaneidad casi “naif”, es cierto, pero remozando el tópico con una intención loable: la de la autenticidad, la del amor a lo que está haciendo, a lo que ve todos los días, lo que roza; en suma, lo que ama.

De espaldas a las modas triunfantes, este librito nos invita a dar un paseo por el entorno de una cotidianeidad amable, como si respirásemos en otro mundo distinto a los convencionalismos impuestos por consignas e intereses de nuestra era del consumo.


 



Breve reseña biográfica



María Amparo Gordillo de Celis (San Fernando, 1933-Cádiz, 2001) fue una maestra nacional que ejerció de manera discontinua. Hizo algunas colaboraciones en “Mirador de San Fernando” a principios de los años setenta, pero no prodigó su presencia en tertulias ni tampoco quiso proyectar su afición en revista de poesía ni someterse a la lotería de los concursos literarios. Esta carencia de ambiciones la tuvo encerrada en una clausura voluntaria, mas no renunció por ello al ejercicio íntimo del verso y la prosa poética.

Fue Premio Puente de Zuazo de la Real Academia de San Romualdo de San Fernando (Cádiz) en su VIII convocatoria con el cuento titulado Madrugada (1981) 



Han sido recogidos póstumamente algunos trabajos suyos en el volumen titulado Cosas de Amparo (2010)








 Muestra antológica

 SONETO
 
Estoy sola y aquí.  Tantas mañanas
de esperanza fallida. Tantos días
con colgaduras de recuerdos, mías
como la luz filtrada en mi ventana.
 
Paredes de cristal por compañía
que parecen paredes de campana
y el badajo soy yo, sin alegría
tratando de las cosas cotidianas.
 
Afuera, gorriones piadores
y flores que cultivo por costumbre
tratando de apresar una belleza,
 
un pétalo que abre, unos colores,  
qué más da, para mí la pesadumbre,
sólo una flor conmigo: la tristeza.
 
 
             SILENCIO
 

Mi casa en la mañana es una barca
navegando en el mar de los silencios.
Afuera, pasan coches, ríen niños,
algún vecino adorna la mañana
con notas de una música estridente.
Me pongo a descifrar su melodía
y allí están, rojo vivo, los timbales
azul el piano, la trompeta negra,
amarillas las notas de platillos. . .,
tal vez un violín color de rosa
y aquí estoy yo, con mi silencio a cuestas,
el teléfono mudo, la puerta sin que suene
un timbre que me traiga un son amigo
pero el silencio es sólo una palabra.
El silencio absoluto no es posible
porque aun donde la vida se apaga poco a poco,
aun en los cementerios, la hierba abre la tierra
empujando hacia arriba la semilla que brota.
Eso, implica una serie de pequeños chasquidos
y el viento entre los árboles murmura por los muertos
y se caen los pétalos de seda de las rosas
y los huesos se extienden buscando su postura,
desapareciéndose luego para formar ceniza.
 
Hay un grato silencio en las playas vacías
pero vienen las olas con su canción de algas
y pequeños moluscos, debajo de la arena,
se aseguran un hueco o el sustento diario.
En los bosques salvajes tampoco se percibe.
Aunque a primera vista parezca que hay silencio,
los árboles se envuelven con su manto de música
y de pronto, despliegan su vegetal caricia.
Se desprenden las hojas, apenas un chasquido
o un pequeño animal cruza por un sendero
buscando alguna presa que llevarse a la boca.
 
Es tan sólo un instante, pero ya no hay silencio.
En el aire despliegan las aves sus dos alas
batiendo suavemente, la mañana o la noche
y un sonido de plumas que, apenas es sonido,
se esparce como el eco de un llanto que se vierte.
Hay un silencio vivo en los vientres gestantes,
donde los hijos crecen, hasta tener su hora
el exacto segundo, previsto para ellos
que salen a la vida a ser niños, un tiempo.
 
Dentro de cada hombre, el silencio se entierra
se vuelve sentimiento para ser percibido.
Orgullo, amor y odio; emociones que existen,
ambición  sin palabras, ternura contenida
pero, aunque lo parezca, tampoco eso es silencio.
Dentro de mí yo siento los recuerdos,
mi casa está en silencio y allí estoy yo sentada.
 
Desde fuera dirían que nada está ocurriendo
pero, desde el más leve crujir de la madera,
el silencio me habla sin cesar de otros días.
 
Mi boca está callada y parece que esté sola
pero el silencio es algo que me hace compañía.
Durante horas y horas no se oye qué sonido
pero aquí, en mi sillón escucho los recuerdos.
Monótonos  recuerdos que ya no se renuevan
pero debo fingir que sigo mi camino,
sonreír y pensar que, aunque no lo parezca,
el Silencio no existe, lo aseguro.
       
 
        TIEMPO DE GORRIONES
 

Vienen de aquí, de allá, de todas partes
a buscar la pequeña providencia
del pan que se les pone en la terraza.
Son como  niños en un patio abierto
donde no importa que la lluvia caiga.
Tienen el nido, yo no sé por dónde.
Se bañan en la taza de una fuente
o en cualquier charco que espejea el cielo.
Atraviesan la fronda como flechas
y luego, de repente, están a tu lado
en la arena pardusca del sendero
picando cualquier resto de merienda.
Siento sus trinos roncos de reclamo
y oigo el  piar menudo de las crías.
Trenzan sus vuelos un ballet de alas,
entrecruzan rutas siempre nuevas.
Oculta espectadora de sus vidas
no puedo ni decirles,  Muchas gracias
por vuestra involuntaria compañía,
porque me hacéis sentirme amable y útil.

Gracias por estos años de presencia.
Habéis atravesado el silencio
fronda yo, de minutos como hojas,
flechas con corazón, vosotros solos
y el mundo, de ventana para afuera
sin pararse a escuchar mis sentimientos
ni vuestros parloteos en la tarde.
 




Anagrama para Marta


Miel como tu dulzura y tu inocencia.
Aroma de una infancia que se acaba.
Raudal de suavidad la de tus ojos.
Talla en la luz de tu presencia clara.
Amor que se despierta al contemplarte.
Y ya tu nombre está completo, MARTA.



Seguidillas

Aceptado tu reto
vuela mi pluma
como una gaviota
sobre la espuma.

Mar y cuartillas,
dos guitarras con ritmo
de seguidillas.

Hoy la sangre me canta
mientras me inquieta
canciones de tomillo,
romero y menta.

Qué loca sangre
floreciendo amapolas
sin derramarse.

 

Mirando al mar inquieto
te estoy mirando.
Con cada nueva ola
me estás llegando.

Buena marea
para pescar los peces
de tus ausencias.

Las campanas sonando
me tienen loca.
Si callan las de afuera,
me suenan otras.
 

Mira qué suerte:
las de dentro repican
mucho más fuerte.


Tiempo de mar amigo


Ya no más golpear piedras y muros.
Ya no más, llanto inútil empapando la noche...
Tus caracolas cantan un tiempo de ternura
porque llegó tu hora de involuntaria entrega.
Generosa, tu piel consiente las heridas;
te rasgas, mar, te rompes en pedazos...,
te haces, cuna de niños,
sábana azul donde el amor se tiende
y es campo sosegado
para cansados cuerpos que buscan el reposo.


Olvidando tu abismo, tu incontrolable fuerza
te vas poniendo humilde, minimizas tus olas
para que el pie de un niño
pueda jugar contigo sin herirse.
Abierto estás las veinticuatro horas.



 Primavera y lluvia

Hoy primavera y lluvia,

marzo y nublado mediodía, a solas,
busco un camino para mi esperanza
unos paisajes nuevos donde la fe se aliente
un estanque tranquilo, un arroyo, agua clara
donde eI dolor se bañe como un niño.


Inauguro señales, banderas de victoria
sobre todas las cosas que me hirieron un día,
puñales  de la memoria quiero enterrar ahora
bajo un prado crecido de amapolas
apuntando hacia un cielo de nubes amansadas.





  


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