sábado, 25 de mayo de 2024

LENGUAJE ORIGINAL Y LENGUAJE LASTRADO

 


 

A partir de las vanguardias los poetas más sensibles a las potencialidades de la expresión literaria, comenzaron a reflexionar inquietos sobre cuál era el verdadero registro que se había de emplear en la escritura creativa. La herencia del pasado, incluso los recursos heredados del modernismo, no bastaban para algunos que dejaron de mirar atrás y vieron en la metáfora y la sinestesia del ultraísmo un tesoro de imágenes brillantes para hermosear la nueva literatura. Las grandes palabras del pasado, algunas trascendentes y altisonantes, así como los tropos convencionales, empezaron a parecer fuera de curso legal como si se tratara de monedas ya devaluadas y para el coleccionismo de los anticuarios.

Realmente tampoco se podía ser original al cien por cien. Había que pactar con parte de la sintaxis sometida a la lógica. Esto ya lo había previsto y defendido el ruso Vixtor Shklovski frente a su compatriota Potebnia, que propugnaba un lenguaje totalmente original y sin deudas al pasado.

Creo que esa tesis del primero es la que se lleva, al menos por los poetas que tuvieron conciencia de la necesidad de la renovación. Los poetas de la llamada Generación del 27, en especial Federico García Lorca en su espléndido Romancero gitano (dejemos aparte su Poeta en Nueva York, donde el surrealismo se despacha a su gusto), a pesar de las burlas de Buñel y Dalí, también Gerardo Diego en su sorprendente etapa creacionista…

Dejando atrás Perito en lunas y El rayo que no cesa, más tarde Miguel Hernández,  bajo la influencia de Pablo Neruda (después de que éste se despidiera del modernismo con su libro Crepusculario), ahonda en su mina de unas metáforas y sinestesias que motivaron a María de Gracia Ifach (Josefina Escolano Sopena, 1905-1983), en su presentación de la Antología que le editó  la Editorial Losada, a decir que era sobrecogedor leer a Miguel Hernández en castellano, dada la originalidad de su lenguaje poético.  

Mientras Antonio Machado, a pesar de su “Ni mármol duro ni eterno/ ni música ni pintura/ sino palabra en el tiempo”, conserva un continuismo en su estilo, Juan Ramón Jiménez, después de su Diario de un poeta recién casado, emprende nuevos caminos tras la desnudez del modernismo mitad becqueriano, mitad rubendariano, hasta llegar a la fase que él llamó “suficiente”, después de pasar por la “intelectual”.

Sin embargo, para mí, el poeta que más avanzó en esta persecución del verso despojado de los atavíos del ayer desgastado, fue el genio oriolano. Véase su Viento del pueblo y su Cancionero y romancero de ausencias, obras en las que ese registro nuevo llega a su plenitud.

En otros artículos de este tema he citado su poema “Eterna sombra”, así como “Se querían” de Vicente Aleixandre. Dos poemas muy representativos de esa evolución del lenguaje poético a que me estoy refiriendo.

Repito con Shklovski que es imposible no pactar un poco con ciertas estructuras gramaticales ya redichas o previstas por el lector, lo cual disminuye su sorpresa en la lectura, pero hemos de comprender que la poesía, en los poetas que luchan a brazo partido contra las frases hechas y lastradas, hace grandes esfuerzos por renovar su capacidad expresiva. Parafraseando a Alejandro Duque, tenemos que convenir en que el lenguaje, sea en el poema, sea  en el aforismo, tiene que sorprender. De lo contrario, una escritura prevista no emociona.

 

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