domingo, 4 de marzo de 2018

ARTÍCULOS LITERARIOS: LA OBRA DE JOSÉ MARÍA HURTADO EGEA



LA OBRA DE JOSÉ MARÍA HURTADO EGEA





El día 18, viernes, abril de 2008, en el Museo Municipal se celebró un acto en homenaje a José María Hurtado Egea, fallecido el martes santo de ese mismo año. Para ese homenaje escribí las siguientes palabras.


Hace seis años Publicaciones del Sur (se refiere a 2002) sacaba a la luz un libro de artículos editados previamente en el diario San Fernando Información, del autor de este artículo.


El título del libro era MEMORIA REVERDECIDA O LA ISLA QUE SE FUE (1950-1965). En él, como es de imaginar, yo evocaba lugares de nuestra ciudad que habían desaparecido o estaban en trance de desaparecer.


Pues bien, lo que Pepe Hurtado estaba haciendo en el plano de la imagen, fue lo que yo hice en el del verso y en la prosa. Es cierto que la imagen, debido a la fidelidad a lo que reproduce, tiene una ventaja inmediata sobre la palabra escrita. La imagen llega a la vista con una fuerza persuasiva inevitable y con un testimonio que no se pueden revocar. La fotografía es un pasatiempo en manos de aficionados, pero en las de un enamorado de sus objetivos adquiere categoría y proyección social.

Y eso fue lo que hizo Pepe Hurtado. Convirtió la fotografía en una especie de historia arquitectónica de la Isla. Pasarán los años y sus libros COSAS, CASAS Y PLAZAS DE LA ISLA DE SAN FERNANDO, COSAS DE MI PUEBLO, EFEMÉRIDES ILUSTRADA DE SAN FERNANDO y SALINAS se convertirán -si ya no lo son- en una fuente imprescindible de lo que fue nuestra ciudad en el pasado.

En los colegios y en los institutos de la Isla esas publicaciones estarán como montando guardia frente al olvido, para que el paso inclemente de los años con sus nuevas construcciones y su inevitable desfiguración de lo que antes había sido, no borre de la memoria de los isleños aspectos de la fisonomía local que nuestros padres y nosotros mismos en nuestros años jóvenes conocimos y llevamos en nuestro corazón como una reliquia de la Isla de otros tiempos, antes de que la modernidad con sus exigencias e intereses inaugurase la era de las postales del recuerdo, como ocurre en su libro SALINAS, con esa jerga característica que nos deja todo un pequeño mundo de vocablos y costumbres que fueron santo y seña de nuestro pueblo. La obra testimonial de Pepe Hurtado es como un archivo del corazón cañaílla. Su crónica, particularmente salida de la cámara, nos tiene presentes esas almenas, esas fachadas, esas hornacinas y esos rincones que pasan desapercibidos para la gente con prisa, pero que para los curiosos están ahí en esos libros inestimables con una riqueza fotográfica que nos fortalece la identidad como nacidos en esta geografía entre las salinas y los edificios que han vinculado a la Isla con su Alma Mater, como es la Marina.


Yo invito a todos los que tengan interés en abrir los libros de José María Hurtado Egea a hacer un itinerario por sus fotos, tanto a los jóvenes, que verán aspectos desconocidos para ellos porque han desaparecido, como para los que hemos lamentado lo que teníamos ante nuestros ojos sin darle valor y un día vimos cómo se nos borraba del mapa urbano por imperativos que todos conocemos.


Nos queda en el corredor de la memoria la imagen de Pepe Hurtado caminando por la Isla con una incansable curiosidad hacia todo aquello que mereciera la pena retener en la querencia fotográfica, o bien en un acto cultural donde se tratara de un tema concerniente a la arquitectura, a los patios y costumbres isleñas, además de retransmitir los eventos anuales que alegran las fibras sociales de un pueblo, como es su Carnaval, su Feria, su Semana Santa...Yo le quedé agradecido cuando me regaló un dibujo de la puerta que daba a Pomar -calle Lepanto- del antiguo palenque para mi libro de sonetos LAS SEÑAS PERDIDAS, poemario de trazos populares de la Isla de barrios, con sus huertas y salinas.


Que estas palabras mías sirvan para que, junto con otras también de homenaje, rubriquen la presencia permanente de Pepe Hurtado en la historia gráfica de la Isla, que le debe esos cuatro libros, santo y seña para quienes se preocupen por el pasado arquitectónico de San Fernando con su fondo de crónica sentimental incluida.




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