domingo, 4 de marzo de 2018

ARTÍCULOS LITERARIOS: QUINTÍN DOBARGANES MERODIO



Quintín Dobarganes Merodio

De galopín a académico


Imprime Ingrasa, Cádiz, 1992

En 1992 aparecía este artículo reseñando la publicación de un libro, a modo de biografía, titulado  De galopín a académico, del que es autor, don Quintín Dobarganes Merodio. 

Como bien dijo Germán Caos R. en el prólogo del libro, todo lo que se diga después de leerlo es mera reiteración. En efecto, quienes hemos conocido a don Quintín Dobarganes —don Quintín— yendo de aquí para allá, en los Hermanitos, en la Casa de la Cultura, en el atrio del ayuntamiento y otros lugares de cita con eventos ciudadanos donde se incubara la noticia expectante, cuando oímos que él preparaba un apretada síntesis de sus experiencisas vitales y profesionales, nos alegramos porque sabíamos ya de antemano que en esas narraciones tendría que estar la Isla como un telón, no de fondo, sino de horizonte prometedor, porque lo que ha hecho don Quintín durante 36 años ha sido precisar un tramo histórico de la ciudad; en fin, una labor que ha de ser continuada de cara al futuro, y quien se encargue de ello sabe bien que su quehacer tendrá con el paso del tiempo un valor de señas nunca perdidas. 

Divide el autor su libro en catorce apartados. Parte desde la aldea montañesa que le vio nacer. Su marcha en busca de fortuna por Andalucía, por América como uno de los muchos emigrantes de a principios de siglo. Su regreso luego, su incorporación al Juan Sebastián de Elcano. Su vivencia de la guerra civil y de la postguerra. Nuevas navegaciones. Destinos y cursos en San Fernando, y después —y esto es importante de cara a los receptores isleños— su labor periodística.
Éste es, a mi parecer, el núcleo que más nos interesa del libro, ya que en ese transcurso don Quintín nos cuenta la vida isleña en cuanto que la ciudad se hace acontecimiento o discurrir cotidiano de incidencias más o menos oficiales en su día a día.

Siempre he visto con buenos ojos esas publicaciones que cumplen cometidos, por una parte como recordatorio de una ciudad que se evoca a sí misma en sus sucesos más interesantes, y por otra, el escenario —en este caso nuestra ciudad y sus avatares— en que se desarrolla esa vida individual unida a experiencias colectivas.
Enhorabuena, don Quintín, y gracias por el valor testimonial de su periodismo afectuoso e isleñísimo.




San Fernando, a mediados de los años 50, Plaza de la Iglesia

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