Reseña de libros
Sueños infantiles
Ramón
Luque
Editorial
Fanes, 2017
Con un éxito de público muy
considerable, nuestro compañero de tertulia Ramón Luque presentó en el Centro
de Congresos de la Real Isla
de León de la ciudad de San Fernando su libro Sueños infantiles.
No es la primera vez que el
autor toca el tema de la niñez en su obra literaria. Las historias de Carmelo y Coro
angelical, por poner dos ejemplos, dan fe de su amor a un género que no es
tan frecuente en la poesía como otros libros de temática para adultos que
tratan del amor, reflexiones sobre los recuerdos; o bien poemas de tono social.
Ramón Luque también tiene libros editados en los que estos temas tienen
protagonismo, como Remansos en el tiempo
o La soledad del héroe. Ahora nos ocupa este poemario de lo entrañable como ya su
título indica: Sueños infantiles.
Es Sueños Infantiles
un poemario dedicado a los más pequeños, que tiene la facultad de seducir y
gustar también a los adultos, es porque está dedicado al niño de todas las
edades, a ese lector que va desde los cuatro hasta los noventa años, como comentó
Mª Jesús Rodríguez Barberá después del acto de la presentación.
No es fácil ponerse delante
de una página para establecer una especie de diálogo imaginario con la
infancia, pero el autor nos prepara para su lectura dedicándoles a sus dos
hijas, Pilar y Santos, sendos poemas en los que expresa su cariño filial sin
olvidarnos de la dedicatoria expresa a su nieto Leonardo W. Aragón Luque, hijo
de Pilar. Este preámbulo no nos debe apartar del camino que se traza el autor
para recordar con la lectura de los poemas lo que hemos vivido y ahora el
poemario nos actualiza como si abriésemos un cajón y en él aparecieran objetos
y estampas de lo que años atrás nos hizo felices.
La fuerza de estos poemas
reside en su capacidad de evocar unos sentimientos que fueron testigos de lo
que fuimos y que en la madurez trasladamos, como hace el autor ahora, a nuevas
generaciones para que no olviden su
niñez y que de paso aprendan a vivir conviviendo. Su métrica se inscribe dentro
del arte menor, cuya sonoridad y ritmo encandila a los niños: el romance, en
muchas ocasiones con rima aguda, que le da un sabor popular a las
composiciones. A este ritmo de intencionada sencillez se añade el poema en
verso alejandrino titulado: “Canción de cuna para dormir a una niña”, el único
de arte mayor. Un poema que
nos habla del amor a los hijos, pero también de la capacidad de estos para
conquistar con su inocencia el corazón de sus padres, Afecto y ternura,
imaginación y perfección formal consiguen amasar unos versos que atraparán al
lector, como todo el libro.
Ahora bien, la proximidad a
lo familiar en algunos poemas no se debe confundir con lo hogareño y elemental
sino que, como el autor quiere despertar en el lector al niño que subyace en la
persona madura, va mucho más allá de lo trivial y artificioso, como todo lo que
se escribe desde el corazón, con el empuje del recuerdo. Esa intención le da
una contextura humana a este libro que despertó una gran expectación en el
público asistente por su inmediatez comunicativa y la sorpresa de que no era
una poesía para niños al uso sino que en muchas ocasiones busca hacer pensar,
vinculando al niño con su entorno humano, afectivo y social.
Se pudiera conjeturar al
primer momento que se trata de una
poesía fácil pero nada más empezar a leer descubriremos que nos encontramos con todo un ejercicio creativo. Por ejemplo, veamos estos
versos: “Como plantas de un jardín/ también los libros florecen, / es la
ilusión del lector/ la que riega esta simiente”. Las imágenes, bellas e
inspiradoras, se suceden a lo largo de la obra buscando sorprender y
entusiasmar a niños y no tan niños.
Hay en el libro poemas que
buscan arrancar una divertida sonrisa, otros emocionar al lector, otros jugar
con las palabras y las ideas para sorprender y provocar, y todos ellos quieren
ser motivo de inspiración para los niños, que encuentren en sus versos un
incentivo para leer y escribir, y también para encauzar su vida desde los
valores humanos y el compromiso solidario. La labor docente del autor a lo
largo de los años ha sido determinante para dar vida a Sueños Infantiles.
Tienen los poemas la
facultad de despertar una serie de sensaciones muy variadas, desde el asombro a
la sonrisa, desde la ternura a la emoción. Rezuman todos ellos una gran fuerza
lírica, que está bien orientada para la comprensión del niño, que también puede
asimilar esta otra estrofa con un claro valor educativo:”Si los hombres y
mujeres / trabajásemos unidos / haríamos un mundo nuevo / basado en el
compromiso”. O bien leemos versos más
creativos que convencionales:”Ante tanta algarabía / como había en el portal /
dudaba el Niño Jesús / entre reír o llorar”. Este detalle de originalidad rompe
el convencionalismo con que se trata este tema de la Navidad.
Hay que volverse niño para
darle sinceridad a un texto; de otra manera, el poema sería un tanto alambicado
y no surtiría efecto emocional. Vemos estos versos dedicados a su hija:
“Esperaré a que duermas y te diré princesa / porque sólo los hijos en sus
padres gobiernan. / Esperaré a que duermas para inventarme versos / que te diré
al oído como si fuese un sueño, / y al besarte la cara sentiré esa ternura /
que sedujo mi ser mientras mecía tu cuna.”
Todos los poemas van
dirigidos al niño, ya que son como varillas de una rueda cuyo centro es el
corazón infantil: el del niño de ahora y el de esa criatura que subsiste en
nosotros, los adultos, a pesar de la madurez de los años. Los hay que motivan
al lector a la paz, al amor a los libros, a la banda de música, a la escuela que
educa en la naturaleza, tal un bosque. También están los destinados a una
abuelita cocinera, un poema al Parque del Oeste (el de San Fernando), al niño
inocente que está o vive en el limbo, al abuelo bailarín, al encanto de las
ferias, a un pirata sin nombre, al fantasma de su casa, que es la ilusión que
cada uno albergamos en nuestro corazón…, incluso uno dedicado a Andalucía. Una
variedad en la que el común denominador es el amor en todos sus géneros, desde
los buenos sentimientos a la amable convivencia.
Como dice la prologuista
Adelaida Bordés Benítez, secretaria de la Real
Academia de San Romualdo, novelista y autora de artículos en
el semanario “San Fernando Información”, que también fue su presentadora:”Sueños infantiles está concebido como un
juego de voces en el que destaca la que nunca dejaremos de escuchar porque nos
acompaña desde que nacimos”.
No acabaríamos la reseña de
este libro si no citásemos las atractivas ilustraciones a color realizadas por
Elías J. Guerrero Moreno, profesor de Dibujo, cuya colaboración ha redondeado
el encanto de este texto de bella factura que ha editado la Editorial Fanes,
de Torrelavega (Santander)
RESEÑA
MARÍA HESLE: LOS DÍAS QUE NO VOLVIERON
RESEÑA
MARÍA HESLE: LOS DÍAS QUE NO VOLVIERON
Con un prólogo de Amelia Retamero Martín, María Hesle, gaditana, nacida en 1929, nos regala esta colección de pequeños poemas en los que la espontaneidad y la frescura de su palabra configuran un poemario de una cierta riqueza de sentimientos al trasluz de su sencillez expresiva. Además del prólogo, hay una breve reflexión de la autora sobre los libros y también unas dedicatorias. Cada poema lleva una cita en su entrada.
El libro se divide en tres partes que se corresponden con épocas de su vida: 1994, 2000 y los años siguientes hasta la actualidad.
Se dice que cada libro es una fe de vida del autor/a y en él entrevemos parte de una vida. Veamos en estos versos:
“El pasado ya no existe,
¿qué diría del mañana?
Sólo acaricio el presente,
el hoy…
porque tengo tu mirada.
La poesía de María Hesle se asienta sobre la humildad ante la vida, evocando el amor que se fue debido al poder del tiempo. De ahí sus nostalgia llenando una soledad que se puebla con una mirada, una brizna de hierba, el refulgir de una ola, un pájaro atravesando el lienzo azul del aire, volátiles circunstancias que pueden motivar su sentimiento y dejar en su retina una siembra de poema:
“La plazoleta con la fuente,
los bancos son de madera.
Había soledad en el aire
porque tú no estabas”.
A veces, a modo de aforismo poético, nos hace ver una huella que pasa desapercibida:
“Las hojas secas
de amarillo intenso
ponen alfombra donde
el caminante
deja sus sueños”.
María Hesle reaviva la tradición de la unidad del poeta con la naturaleza, hoy tan maltratada:
“Viva está el agua,
su murmullo es sólo mío.
Hago mío el árbol sólo mío.
Una flor me adorna la mirada,
su aroma es eco del paraíso,
lo hago mío…”
La poesía de María Hesle es menuda en su deambular por la naturaleza, la vida y los recuerdos. Su estructura, como ya hemos dicho es espontánea y juega con los vocablos más tradicionales en la cobertura literaria:
“Tierno el final de la luz.
Cayó la tarde en los lirios
silvestres, emoción pura
que lleva el alma consigo”.
Démosle la enhorabuena a este libro de poemas breves que pueden ser leídos como si la autora llevara de la mano a quien lo lee por caminos donde el amor a lo bello y un susurro de bondad le acompañarán un rato por encima de la melancolía que acecha a todos los otoños de la vida, como el suyo, y en el que, como dice la prologuista, ella ha tejido esas páginas con “hilos de estrellas y alas de mariposas”.
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