No es mi deseo destacar nombres de genios y epígonos que vemos con frecuencia en nuestra literatura; ello podría provocar enfados en lectores eruditos que ya tengan la clasificación ultimada. Además, para tal despliegue de nombres, tendríamos que empezar en la literatura latina en nuestro caso. Por ahora se me ocurre pensar en los poetas gongorinos, los becquerianos y los garcíalorquistas como talentos trenzando los cabos geniales de las cuerdas del buque del jefe de fila.
En la literatura contemporánea sería para nosotros más fácil de objetivar. Prefiero que sea el lector el que por su cuenta y lectura deduzca ese límite que separa al genio que crea del talento que sigue sus huellas como por un camino en que no se puede ser tampoco un criado servil de un señor que va dejando tras de sí en su caminar frutos maravillosos que saca de su canasto de creaciones.
No obstante a mi reticencia para el cotejo de tales diferencias, tal vez algún día amplíe, a modo de ejemplo, este artículo con los nombres correspondientes a las dos categorías de autores. Pero queda en pie ese prurito de diferenciación, que equivale a no confundir ambos accidentes geográficos en el mapa de la escritura.
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