Con la baja hoy día de los valores humanos, la gente se “suicida” entregando su pensamiento a estímulos banales y para colmo de esta dispersión mental, nos llega el móvil conectado a interné. Si vamos en un autobús, en una consulta médica, si estamos en casa reclinados en el sofá en compañía de familiares o amigos, la atención del que tiene su mente secuestrada por el móvil, se hunde en un silencio pétreo como si estuviese indagando en una pesquisa policíaca.
Los que crecimos en otros tiempos en que no existían tantas facilidades evasivas como hoy, nos asombrados de ver cómo se han olvidado cuestiones espirituales que nos equilibraban frente a los atropellos y desencuentros con la vida.
La pandemia es un motivo desgraciadamente respetable para que nos preguntemos que qué hay después de la vida que malgastamos todos los días, pero parece que el móvil nos da todas las respuestas posibles: entretenernos mientras no nos llega la hora de pasar la frontera de esta existencia, tan amenazada hoy, a lo desconocido.
De nada vale el agnosticismo, que es una manera de ignorar voluntariamente lo que nos acucia como seres inteligentes que somos.
Podríamos dejarnos absorber por el móvil si buscáramos en interné respuesta de sabios pensadores, pero lo que realmente nos atrapa es la frivolidad y el pasatiempo. Es cierto que estamos viviendo en una época de desmoralización producida por la falta de trabajo y otras carestías mayores. No se ha de olvidar la caída en la falta de interés que ocasiona una desgraciada circunstancia crónica que en muchos casos puede perder pie en la desesperación.
Pero ahora me refiero a este parón en nuestros deseos de saber que encuentran en el móvil una antesala en la que nos quedamos por comodidad. Lo dicho “suicidamos” como una zambullida nuestra inteligencia en un mar de muchísimas cosas que solamente nos sirven para esquivar las grandes preguntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario