No lo tendría fácil un estudioso
que buscara en la
Literatura Española todas las citas en las que los versos
adoptan actitud de plegaria y como las oraciones cristianas que todos conocemos
se pudiesen convertir en rezo ordinario de los devotos, tales como el Credo
de San Atanasio, el Padrenuestro de los Evangelios, de donde también la
primera parte del Avemaría, la Salve de Pedro
Mesoro, la décima Bendita sea tu pureza del franciscano Antonio Panes,
por poner algunos ejemplos.
Pero haciendo una lectura somera de las obras
más conocidas, saltará a nuestra vista la acción de gracias que hace el Mio Cid
"¡Grado a Ti, Señor Padre, que estás en lo alto"! Más adelante nos
encontramos con este pasaje: "Llegó a Sancta María, luego descavalgaba;/
Fincó los hinojos, de corazón rogava./ La oraçión fecha, luego cavalgava".
También insta a doña Jimena a que ruegue a Dios para que pueda volver y casar a
sus dos hijas. El Libro de Buen Amor
comienza con una oración a Dios. En las Coplas de Jorge Manrique,
su padre don Rodrigo se dirige a Cristo con evidente fervor.
No
hace falta afirmar que toda la literatura medieval está entreverada de
expresiones que tienen un significado religioso y las alusiones serían
interminables. Como no es mi intención espigar detalladamente todas las
ocasiones que se ofrezcan como tales, dedico el articulo a aquellos poemas que
me parecen más representativos.
A pesar de que el Renacimiento fue mucho más
variado en su temática, hubo escritores que tuvieron presente la tradición
cristiana de manera muy profunda como Fray Luis de León, san Juan de la Cruz, santa Teresa, el mismo
Fernando de Herrera... Exceptuando a Garcilaso de la Vega, todos los poetas
rindieron un pequeño o gran vasallaje de sentimiento al motivo de la fe, que
tanto calaba entonces en la
España Imperial.
Pero de todos los autores fue
Lope de Vega el que rezó con más poemas propios. Son conocidos algunos sonetos
suyos como "¿Qué tengo yo que mi amistad procuras,/qué interés se te
sigue, Jesús mío...?" También otro que comienza: "Pastor que con tus
silbos amorosos/me despertaste del profundo sueño..."
Sin embargo, de toda la poemática
religiosa de los dos siglos áureos, tenemos que citar como un ejemplo
inigualable el célebre soneto "Oración a Jesús Crucificado", de autor
lamentablemente anónimo. Rafael Morales
en su magnífica Antología de Los 100 mejores poetas de la lírica castellana
vacila en su atribución a Santa Teresa, a San Francisco Javier, a san Ignacio
de Loyola, a fray Pedro de los Reyes, a fray Miguel de Guevara.
El
valor literario no está solamente en su comunicación religiosa, sino en la
estructura maravillosamente cerrada compuesta por paralelismos y justeza
expresiva que hacen de este soneto una joya de la literatura religiosa
universal, espécimen de fervor que sintetiza
todo el Barroco hispánico. Pongamos atención a esta estrofa que puede
servir de plegaria a quien la sienta como
suya: "No me mueve, mi Dios, para quererte/el cielo que me tienes prometido,/ni
me mueve el infierno tan temido/para dejar por eso de ofenderte./ Tú me mueves,
mi Dios, muéveme el verte/ clavado en una cruz y escarnecido;/múeveme ver tu
cuerpo tan herido;/muévenme tus afrentas y tu muerte./ Muéveme, en fin, tu amor
de tal manera,/ que aunque no hubiera cielo, yo te amara,/y aunque no hubiera
infierno, te temiera./ No me tienes que dar porque te quiere;/ pues aunque lo
que espero no esperara,/lo mismo que te quiero te quisiera". Fíjese bien
el lector en el juego te los tiempos verbales y el contenido de sus versos y se
dará cuenta de que hay en ellos todo un compendio de fe cristiana.
Y
con el ánimo conmovido por la visión del Crucificado de este privilegiado
soneto que a tantas generaciones de la cultura hispanoamericana ha servido de
oración, estamos preparados para entrar en el próximo artículo en el realismo
de la imaginería barroca, en lo referente a su intención catequística por medio
de los sentidos y el sentimiento. .
De Literatura de la Pasión (2011)
TOMADOS DE
SAN FERNANDO INFORMACIÓN
Y EDITADOS
EN LA CUARESMA DE
2004 Y 2005
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