miércoles, 31 de julio de 2019

BÉCQUER Y LA SEMANA SANTA








Que la nostalgia de muchos sevillanos fuera de su Sevilla natal está relacionada consciente o inconscientemente con la semana santa, es tan obvio como indiscutible. El registro sentimental de la infancia se convierte en la madurez en secretaria e insobornable memoria. Cuántos sevillanos, muy lejos de su Plaza del Duque y la calle Sierpes, oyen en esos días morados retazos de marchas en el fondo de la evocación y creen que huelen a incienso de catedral en las alas fugaces del aire que los circundan...

Entre los que guardaron en un rinconcillo de su corazón esos sones nostálgicos, están, entre otros menos conocidos para el gran público, Manuel Machado, Rafael Montesinos (De la niebla y sus nombres), Manuel Díez-Crespo (colaboraciones en "Diván meridional") y  el mismo Cernuda  (poema "Luna llena en semana santa").

Sin embargo, hay otra corriente paralela que la evoca también, pero con cierta disidencia por algunos detalles externos más que sustanciales. Entre ellos podemos citar a José María Blanco (Blanco White), a  Antonio Machado y a Bécquer. El poeta de las Rimas, de exquisita sensibilidad tradicional (trabajaba en un ambicioso proyecto, tal como una suntuosa historia de los templos de España), se fue joven de Sevilla a Madrid y llevaba en su recuerdo la semana santa que se reinicia en Sevilla hacia 1850, después de postraciones y reveses políticos, que en la España del siglo XIX fueron tan continuos debido a un forcejeo entre conservadores, liberales y progresistas.

Con el apoyo de los Duques de Montpensier muchas corporaciones cofradieras hispalenses se levantan de su letargo y adquieren vistosidad, además de una cada vez mayor expectación, que impresionaron la retina observadora del joven poeta. Cuando Bécquer, un año antes de su fallecimiento, desalojado por la Revolución de 1868 —"La Gloriosa"— del gobierno que le mantuvo como censor de novelas en el Ministerio, permanece semidesterrado en Toledo con su hermano Valeriano, destacado pintor, y escribe el artículo titulado "La Semana Santa en Toledo". En este trabajo opone la semana santa de la ciudad del Tajo como ejemplo de religiosidad frente al bullicio y al colorido de la semana santa de las riberas del Guadalquivir.

La descripción que hace de un desfile procesional por la céntrica Plaza Nueva es de una curiosidad excitante para un aficionado al tema, ya que puede tomar nota de ciertos peculiaridades semanasantiles  desaparecidas después.

Debido a su extensión no es posible reflejarlo aquí, pero sus detalles, enumerados con primor (y un poco de disgusto) por parte del autor, nos dan una idea del carácter introvertido y grave de Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, que era su verdadero nombre, nacido, por cierto, en el barrio de San Lorenzo, calle Conde de Barajas precisamente. Habría visto de niño y adolescente  el impresionante desfilar por su calle de dos cofradías del centro y de las llamadas "serias": El Gran Poder de madrugada y la Soledad de San Lorenzo el sábado santo.  Como más adelante manifestará Antonio Machado de manera semejante, el sentido religioso de Bécquer era más íntimo y austero.
  
Era, sin duda, lo que tenía que sentir y valorar un alma desgarrada por las circunstancias, que ve en la religiosidad un acercamiento a Dios, pero a través de la conformidad con las duras pruebas de la vida.

De Literatura de la Pasión (2011)

TOMADOS DE ARTÍCULOS APARECIDOS 
 EN  SAN FERNANDO INFORMACIÓN EN LA CUARESMA 2004 Y EN LA DE 2005































No hay comentarios:

Publicar un comentario