“y
la vida no es noble, ni buena, ni sagrada”.
Una
vieja leyenda cuenta que durante mucho tiempo el rey Midas había intentado
cazar en el bosque al sabio Sileno, acompañante de Dioniso, sin poder
atraparlo. Cuando por fin cayó en sus manos, el rey pregunta qué es lo mejor y
más preferible para el hombre. Rígido e inmóvil calla el demón; hasta que
forzado por el rey, acaba prorrumpiendo en estas palabras, en medio de una risa
estridente: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¡por
qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de
todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y
lo mejor en segundo lugar es para ti -morir pronto”. Dejemos este fragmento
tomado de una obra de Internet y sigamos con una reflexión propia.
¿Es
tan dura la vida como la consideran esos autores aludidos? Antonio Machado
escribió: “Y no es verdad, dolor, yo te conozco,/ tú eres nostalgia de la vida
buena”. ¿Suave epicureísmo por parte del autor de Campos de Castilla? Quizá sea una expresión de equilibrio entre lo
deseado y lo perdido. Recuérdese su efímera felicidad con Leonor Izquierdo, su
joven esposa.
Sin
embargo, el pesimismo es tan viejo como la existencia humana. Recuérdese las
palabras del poeta Teognis:” Mejor no nacer, o al menos, morir pronto”.
Otro
ejemplo de pesimismo lo tenemos en el poeta español Vital Aza:
“Escéptico
y pesimista,/¡me hacía unas reflexiones!.../Sirva de ejemplo esta lista/ de
varias composiciones…”. Pero en el caso
de este poeta, le da la vuelta a su mirada triste sobre la vida y empieza a
gozarla con la mesura del buen sentido.
El
mismo García Lorca en su Romance de la
pena negra, dice: “Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona”.
El
pesimismo podría ser relativo y proceder de una experiencia parcial de la vida
pero no de su totalidad. Sin alegría, sin un optimismo prudente, la vida no
continuaría en su rodaje por el tiempo. De ahí que cuando el pesimismo llega a
niveles muy alarmantes, se pone el individuo al borde del abismo de una
catástrofe personal. Puede que el verso citado arriba del poeta granadino
proceda de su choque con la moral de la sociedad de su tiempo, de gran
intolerancia con la homosexualidad.
Podríamos
acabar este artículo recordando unos versos del poeta José Hierro: “Llegué por
el dolor a la alegría./ Supe por el dolor que el alma existe./ Por el dolor,
allá en mi reino triste/un misterioso sol amanecía”. Digamos como este poeta,
Premio Adonais 1947, estos versos finales de ese mismo poema: “Y
mientras se ilumina mi cabeza/ ruego por el que ha sido en la tristeza/ a las
divinidades de la vida”.
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