Los hermanos Machado cultivaron el teatro,
algunos de cuyos títulos son hartos conocidos por el gran público, como La Lola se va a los
Puertos o La Duquesa
de Benamejí, entre otros. Antonio y Manuel se querían
entrañablemente; juntos estudiaron, juntos estuvieron en París y juntos
compartieron alegrías y sinsabores familiares.
Sin embargo, los dos tenían unas
diferencias ideológicas mantenidas insobornablemente. Sabido es que durante la
guerra civil Manuel se inclinó al bando de las derechas y Antonio al de las
izquierdas. El uno escribió sonetos en los que exaltaba la tradición y
desconfiaba de las revoluciones; el otro se siente atraído por el socialismo
mitigado como una solución a los problemas de aquella España de "charanga
y pandereta", según su verso. Después de la guerra, Antonio y su madre
mueren en el exilio del sur de Francia. Su hermano Manuel morirá en la España de Franco ocho años
más tarde.
Manuel y Antonio siempre fueron cristianos.
Y cristianos fervorosos cada uno a su manera. Manuel, tradicional, sensorial y
popular. Antonio, meditabundo, intimista y pragmático a lo protestante; no en
vano, un poema dedicado a Ortega y
Gasset, acaba así: "Y que Felipe austero (se refiere a Felipe II, defensor
del catolicismo a ultranza),/ al borde de la regia sepultura,/asome a ver la
nueva arquitectura/ y bendiga a la prole de Lutero".
Hay un breve, pero profundo poema de
Antonio en que expresa su fe en Jesús en unos versos que comienza con "Yo
creo en Jesús que dijo..." Ahora bien, esa interioridad de una fe
reflexiva con apoyaturas filosóficas a lo Henri Bergon, le llevaba a un claro
rechazo de lo semanasantero. Lo podemos ver en el poema en el que retrata a don
Guido, un cofrade sevillano: "Gran pagano,/ se hizo hermano/ de una santa
cofradía;/ el Jueves Santo salía/ llevando un cirio en la mano/—¡aquel
trueno!—,/vestido de nazareno..." De hecho, Antonio critica la semana
santa de su época. También lo hizo Eugenio Noel poniendo el dedo en la llaga de
la superficialidad, la bullanga, la borrachera y la emulación de los exornos.
En esos años, y en otros aspectos, también
la criticó Cansinos Asséns, y posteriormente Alfonso Grosso en su novela El
capirote.
Pero, para ironía del destino, el poema de
Antonio titulado "La saeta", en el que opone al Jesús del madero, el
Jesús que anduvo sobre el mar —o sea, el Jesús profundo que iba más allá del
culto externo y periódico—, se convirtió en tema musical con J.M. Serrat y
luego en marcha cofradiera, y hoy está presente en los desfiles procesionales,
casi codeándose con la marcha "Amarguras", santo y seña de la semana
santa andaluza.
Manuel sigue unas pautas muy de devoción
en la calle. Su amor al Gran Poder y a la Macarena está recalcado en sus versos con aire
luminoso y ecos de alma sevillana. "¡Ay, mi Sevilla, que lo tiene todo,/
cuando Jesús del Gran Poder le ofrece/ la
Fe y la
Caridad...Tú, la
Esperanza!".
Creo que las referencias sobre el hecho
cofradiero andaluz de Antonio y Manuel son complementarias. Si Antonio corrige
los excesos humanos de los cofrades y opta por una religiosidad de puertas
adentro del alma, Manuel exalta los derechos de los sentidos a alabar una fe
pública que está en las raíces del alma colectiva. Lo ideal sería que todos los
cofrades tuvieran un compromiso eclesial con la misma fuerza que su devoción
artística y un interés por la cultura cristiana como lo tienen por los detalles
de los enseres cofradieros.
De Literatura de la Pasión
(2011)
TOMADOS DE ARTÍCULOS APARECIDOS
EN SAN FERNANDO
INFORMACIÓN EN
LA CUARESMA DE
2004 Y EN LA DE
2005
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