jueves, 21 de mayo de 2020

LA AUTOFAGIA




Se preguntará el lector qué significa la autofagia. Hace unos años, conversando con el poeta Antonio Hernández, le oí esa palabra tan de resonancia del griego clásico.


 En efecto, hay individuos (estamos situándonos en el mundo literario y artístico) que se devoran a ellos mismos entre la ambición y los desencantos frustrantes. 


Son individuos mitad escritores —o aspirantes a escritores— y mitad humanos. Cuando el literato pone todo su empeño en sus ambiciones el hombre queda a merced de los resultados de sus proyectos. La alegría de ese literato no está en su deseo de felicidad familiar o la satisfacción con sus amigos sino en el logro de sus propósitos en el éxito, Vivir para él significa ser premiado, publicar, recibir buenas críticas y  estar presente en las referencias del mundo literario.


Esta actitud no crea nada más que psicosis obsesiva y, a la larga, el hombre deja de ser humano y se convierte en una máquina de crear para aumentar su gloria y, a ser posible, sus intereses económicos.


Para ello se ha tenido que comer a sí mismo, que es lo que significa autofagia. Ha desaparecido la persona y ha aparecido el hombre glorioso. Va de la ambición a la vanidad; del interés a la acepción de personas. Como no todo el mundo está a su altura, pasa su mirada por encima de los demás seleccionando a quién tiene que saludar (muy cortésmente si le conviene el saludado) y a quién menospreciar. 


Y ya en su decadencia física y próximo al lecho de muerte, volverse un poco amable con los que lo rodean. Eso sí: asegurándose la gloria literaria aunque deje una memoria repelente y vomitable de él mismo.

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