Revista poética sevillana "Cal", años 70
Tomado de Arena y Cal, diciembre 2015
Toda la poesía escrita hasta ahora se ha apoyado en el discurso
gramatical lógico, en el que el poeta ha intentado explicarnos el mundo
(o su mundo), como si el mensaje de su contenido fuese el indispensable en poesía
(al menos para él); o sea, que nos habla desde su necesidad de comunicar,
desnudar su conciencia como si nos interesara su confidencia. Es la poesía que
hemos escrito siempre.
Llega Eugenio Montale y nos dice en su libro En nuestro tiempo que la
crisis contemporánea de las Humanidades ha barrido esa poesía que pretendía
seguir la tradición de la comunicación, la necesidad de explicarnos el mundo a
modo de certezas del entendimiento humano entre el lector y el autor, o bien
trasmitirnos una experiencia neorromántica o neomodernista.
Para que el poeta siga escribiendo, Derrida recurre a la sacudida de la
semántica, la desgramaticalización del texto poético. O dicho más exactamente:
la deconstrucción semántica.
Ya Shklovski había advertido acerca de la automatización del texto,
propugnando para ello inventar expresiones propias, metafóricas o no. También
la sinestesia de los simbolistas fue un intento de descomponer la realidad
cartesiana. No digamos, para tal efecto, las vanguardias, en especial el Ultraísmo
con su culto a la metáfora (Cansinos Assens, G. de Torre, Borges)
¿Con qué procedimientos se ha de seguir escribiendo poesía como se ha
hecho hasta ahora?
Como dice Montale, ya estamos cansado del arte de contar literaria
o poéticamente, pues parece que la historia del ser humano no nos interesa, al
menos en cuanto ser de hondura metafísica o sentimental. Ése es su razonamiento
ante el tema que nos concierne.
¿Seguiremos siendo viaductos de la literatura y nos contentaremos con
las viejas historias que no les llegan a determinados lectores experimentados
como Shklovski, como Montale, como Derrida?
¿Hemos de quedarnos entonces en la poesía experimental o bien de juegos
icónicos?
La poesía no puede abdicar tampoco del significado con comunicación o
no. Pero aquí surge el problema: ¿Hemos de replantearnos la cuestión en los
mismos términos que hace treinta o cuarenta o más años atrás, o mantendremos la
esperanza de lograr una escritura creativa sin lastres del pasado literario? No
olvidemos, antes que nada, que la literatura es arte.
He aquí un ejemplo de poesía que con un mínimo de significado desarrolla
un tema que tiene una sola idea. Lo importante es rodear esa idea de elementos
que nos quieren transportar a un mundo onírico. Por otra parte, los sustantivos
y adjetivos son mayoritariamente concretos, desvinculando el texto de un
lenguaje convencional y abstracto. Un toque surrealista le da al poema una
cierta atmósfera onírica que lo salva del predominio aplastante del
significado, como ocurre en la poesía social y también en la poesía de la
generación siguiente, la de 68 ó 70 (a pesar de que los poetas de ella se
opusiesen al lema de “la poesía es un arma cargada de futuro” de Celaya). Ellos
escribieron una poesía situada en los mitos actualísimos de la modernidad, pero
seguían siendo inevitablemente contenidistas.
Tomando la dicotonía de Dámaso
Alonso nos podríamos preguntar: ¿O significado o significante? ¿Poesía de
contenido o poesía de experimentalismo?
Vamos ahora a este poema de Vicente Aleixandre que representa un giro
inusitado en la poesía, no sólo de su generación, y va más allá del contenido,
tomando de él un mínimo, lo necesario para motivar lo inefable en la
imaginación del lector. ¿Es lo que se proponía el surrealismo?
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
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