Guillaume Apollinaire
Foto de internet
Dos exponentes métricos muy recurridos son el romance como estrofa tradicional y el soneto como composición empleada en todas las épocas, a partir del Renacimiento.
Con el modernismo se pone de moda el
verso alejandrino, formado por dos hemistiquios de siete sílabas. Se abre paso
y se convierte en el metro más empleado desde entonces. El romance es un buen
ejercicio de aprendizaje, como el alejandrino en el arte mayor. Ambos tienen
sobre el endecasílabo esa ventaja de ser más pegadizos al oído. Veamos
este romance de Gerardo Diego.
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja:
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera, como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso,
pero con distinta agua.
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso,
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
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Ahora leamos este poema de Pablo
Neruda.
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Hoy, un poeta que tenga un dominio
del lenguaje poético actual -libre de tópicos y frases más o menos manidas-,
tendría éxito poniendo al día esas formas tradicionales, haciendo gala a su vez
de una capacidad de síntesis admirable. Clásico por la forma y moderno por el
lenguaje. El mármol podría hacerse eterno con la palabra en el tiempo.
No sabemos lo que diría don Antonio Machado.
No sabemos lo que diría don Antonio Machado.
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