Sabemos que el auto sacramental es un
género dramático típico de la España Imperial. Deriva de las formas del teatro
litúrgico y sacro de la
Edad Media. Resumiendo la definición, podemos decir que el
auto sacramental es una obra dramática, en un acto, de sentido alegórico, y
referente al misterio de la
Eucaristía. Se representó en las fiestas del Corpus Christi y
fue una forma de la expresión católica de la fe, frente a las innovaciones de
la reforma luterana.
Es, por tanto, a partir de esta época
cuando tiene una presencia viva entre los creyentes de la catolicidad. Dejando
atrás múltiples pormenores, continúo diciendo que fue Carlos III quien decretó
su prohibición allá por el 1765, época en la que los autos arrastraban una vida
lánguida y decadente.
A pesar de que la exaltación de la Eucaristía era el tema
central, otros motivos enriquecieron también la nómina de los autos -Sagrada
Cena, vida de santos, episodios del Antiguo Testamento, parábolas evangélicas,
sucesos históricos, incluso asuntos sacados de la mitología.
Era la alegoría el principal recurso
con el que se conseguía abundantes personificaciones, además de la plasticidad
y los elementos escénicos complementarios; de este modo el pueblo llano y en
escenario montado ex profeso, al aire libre y en pleno día, captaba las
abstracciones, las ideas puras que aquellos juegos alegóricos encarnaban -el
Eterno, el Hombre, la Fe,
la Gracia, la Esperanza, el Pecado, la Virtud, el Vicio, la Culpa, etc.-; así pues, este
medio didáctico de hacer comprender las esencias religiosas cobraba una fuerza
considerable.
Pero vayamos a lo que motiva este artículo. La celebración de la Eucaristía era con estas representaciones una apoteosis que calaba en la sociedad y por esta misma exaltación el sacramento se hacía más presente, se imponía como cumbre de la vida cristiana, afirmando a su vez el dogma de la Transustanciación, puesto en peligro por aquellos días con la efervescencia luterana en Europa y en puntos clandestinos del imperio que regentaban los Austrias. Los románticos reivindicaron la importancia y la belleza del auto sacramental, y en nuestros días es particularmente estimado, incluso se utiliza su estructura teatral para representar otros problemas de carácter laico y relacionados con la problemática del mundo actual.
Pero el verdadero auto sacramental,
como lo dice su denominación, habrá que buscarlo siempre en las postrimerías
del siglo de oro, y concretamente, en Calderón de la Barca. Gran actualidad
la del auto, porque encierra verdades que no pasarán de moda, ya que afectan a
la vida humana mientras que ésta sea lo que hoy es. Oigámosle: "No olvides
que es comedia nuestra vida /y teatro de farsa el mundo todo/, y que todos en
él somos farsantes/; acuérdate, que Dios, de esta comedia/ de argumento tan
grande y tan difuso/ es autor que la hizo y la compuso".
Quizá no estemos de acuerdo con que
Dios sea el que manipula como quiere a los personajes; eso sería un
determinismo teológico peligroso para quien así lo creyese, ya que Dios sería
responsable de los males que acontecen en la tierra. Sin embargo, los temas de
que tratan los Autos siguen siendo de ahora, si personificásemos las ideas que
mueven al hombre, aunque actualmente otras ideas contemporáneas como la Angustia, que pusieron de
moda los existencialistas, la
Incertidumbre, la Frivolidad, el Agnoticismo, la Prisa, el Consumo, también
el Miedo (al terrorismo), etc., puedan convivir con las ideas vivientes de
Calderón.
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