martes, 13 de agosto de 2019

¿PARA QUÉ LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA?






Casa de la Cultura y Biblioteca Municipal de San Fernando (Calle Gravina)




En los objetivos de la enseñanza de la Lengua y la Literatura que se ha de exponer en la memoria exigida en las oposiciones, hay que ser muy precavido y tener la perspicacia de considerar la Lengua como la asignatura básica, incluso para aprender  y enseñar la Matemática, considerada hoy junto a la Física y Químira y las Ciencias Naturales, como disciplinas fundamentales para la cultura contemporánea con orientación científica. 

La Lengua, incluso entendida como habla, basada por supuesto en la norma, es el medio de que disponemos para el entendimiento de las personas, sólo así somos personas con todos los derechos jurídicos que ello comporta y, además, personas hablantes, aunque esto parezca una redundancia.

Ahora bien, lo que le interesa al autor de este artículo es ponderar de cara a los alumnos la importancia que tiene la Lengua en todos los niveles: hablada, escrita en los usos sociales y recreada en la Literatura. Sin la Lengua no nos podemos mover, pero no podemos restringir el empleo de la Lengua a las necesidades de cada día, de cada momento para relacionarnos; además, de esta instrumentalización práctica, la Lengua tiene capacidad de traducir nuestra imaginación, de darle voz a nuestras fantasías, de modo que esos contenidos de conciencia se quedan escritos como actas preciosas de nuestra intimidad; ése es, pues, el uso más querido de la Lengua, el que recoge nuestros sentimientos y, precisamente por esta confidencialidad, la escritura alcanza un grado de nobleza que incumbe a todos porque ¿quién no ha escrito alguna vez en su vida un bosquejo de su interioridad como para retenerlo en el papel con el fin de que le sirva de recuerdo en un inevitable deleite de sentirse protagonista de unas vivencias intransferibles? 

Por ello, la Lengua ha de ser enseñada en esos tres niveles: el educativo, el conversacional e instrumental y el creativo.

Dice Anacarsis, filósofo escita que vivió en el siglo VI a. C: "La lengua es lo mejor y lo peor que tiene el hombre". Eso significa que la Lengua tiene una responsabilidad incuestionable. Se educa al alumno en el valor de la Lengua. En las declaraciones que nos pueden comprometer así como en el uso descuidado y también como en la recreación de nuestros pensamientos en el papel, el hablante y el escritor ponen su corazón o bien lo ocultan con la palabra, que no se oculta esta opción manipulada de la Lengua.

Para el alumno la enseñanza de la Lengua es capital y el amor a ella lo conduce a la Literatura, que lo mismo amplía los horizontes del conocimiento que lo deleita con su lectura. La Literatura es la historia de los sentimientos del hombre durante los siglos. Querer ignorarla es renunciar a la propia identidad como ser humano. Toda la Literatura romántica o de ficción, filosófica o humanística, publicitaria o periodística enriquecen al ciudadano y la renuncia a ella es condenarse al empobrecimiento mental y a la marginación social en el orden de las relaciones entre ciudadanos de una misma comunidad lingüística.


La Lengua tiene sus límites como los tiene el pensamiento, aunque está claro que la riqueza del pensamiento va más allá de las posibilidades del lenguaje; aun así, oigamos la frase  siguiente de Ludwig Wittgenstein : "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”. 

Sigo creyendo que hay ideas que la Lengua no podría expresar, como  aquel “un no sé qué que quedan balbuciendo” de San Juan de la Cruz, como impotencia o limitación de la Lengua, al revés de lo que dice el filósofo alemán (aunque él dice su lenguaje) y que se queda en lo inefable,  pero ya es bastante de agradecer el servicio que nos prestan las palabras.  


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