lunes, 5 de marzo de 2018

RESEÑAS DE LIBROS : PONIENTE, DE JOSË CARLOS FERNÄNDEZ MORENO






Hay más de un estilo de narrar. No podemos entrar aquí en pormenores estilísticos, pero sí podríamos, a grandes líneas, separar la posición objetivista de otra posición en la que se maneja el lenguaje con unas miras enriquecedoras de la expresividad. ¿Está ello en razón de las observaciones que hace el autor de sus personajes? En este caso puede que sí. Lejos de perspectivas barrocas, José Carlos Fernández Moreno nos va presentando a esos hijos de su fantasía, pero sacados de realidades cotidianas, que nos sitúan en un denominador común: el drama del vivir de cada día. El autor narra y cuenta deteniéndose en algunos casos con cierta morosidad, como quería Ortega en sus observaciones en Ideas sobre la novela, libro que no debe faltar, a mi parecer, entre las lecturas de ningún narrador.


Los relatos se suceden formando un tejido variado en motivos y extensión.


En Los milicianos y las costureras de Dios tenemos un relato de predominio narrativo, En principio, de planeamiento tópico por su ambiente de guerra civil y enfrentamiento ideológico de los personajes, sin embargo, está bien llevado y su desenlace es sorprendente.

 



En la Lluvia en el patinillo se nos narra un relato que se apoya en lo descriptivo, pero con imágenes vinculadas a la vida del observador. 


En Aquel niño que miraba al mar la narración se apoya en la nostalgia y hace revivir la infancia. 


En Concha la morenita se recuerda a la madre sacrificada que se ve sola en la postrimería de su vida, abandonada por sus hijos. 


En Los amantes de la Isla nos hallamos ante la especulación de los dos esqueletos de dos amantes en el subsuelo de la Isla. El narrador da rienda suelta a su imaginación de lo que pudo ser el amor de aquella pareja, sus vivencias impregnadas del entorno.


En Uvedobleausencia@puntoes nos encontramos ante la historia de un hombre en tres momentos de su vida: Santi, Santiago y don Santiago, como la simbología de los cambios de los tiempos, desde la España de la posguerra hasta la complicación de la técnica, que le da al relato un final de ciencia ficción.


En Cuentos así de breves vemos bosquejos de relatos en los que se traza como un aguafuerte una idea que parece sugerirle o insinuarle al lector, más que definir el tema. 

En La esfinge de la adelfa asistimos a las reflexiones en sus últimos días de una actriz entre pequeños éxitos y muchas zozobras, cuyo triste fin sorprende al final entre la miseria y el suicidio.


En Las manos de mi madre hay una evocación con sucesivos recuerdos de las manos de la madre por las de las distintas figuras de la Virgen de un nacimiento navideño.


¿A quién le parto el higo? son las circunstancias aleatorias de un adulterio con calaverada y la necesidad de guardar las apariencias y triunfo de la hipocresía.

El homenaje en que se cuenta el sueño premonitorio de un pintor acerca de su muerte y las circunstancias devenidas de ella quedan desmentidos después por una realidad totalmente distinta a la entrevista en dicho sueño.


En Estrella sublime se cuenta la historia de un parado que se refugia en una iglesia junto a otros compañeros en señal de protesta, se arriesga, durante la procesión de la Patrona, a salvar la imagen de un incendio. Muere a consecuencia de las quemaduras y la mujer obtiene como compensación un trabajo fijo.

Finalmente, en La cuerda en el aire nos hallamos ante la historia sentimental de un costurero a cuya restauración se renuncia ya que en ese estado, unido a escritos antiguos hallados en él, conserva las esencias de su nostalgia.


Con un tratamiento sobrio en las descripciones y un moderado compás de narración, sin concesiones a argumentos abstractos, el autor nos introduce en las vidas de unos personajes que nos avisan de que en el tinglado de las peripecias cotidianas ocurren cosas que se nos pasan desapercibidas, pero que están ahí constantes y sonantes y que nos llegan por la línea de una narrativa con ribetes realistas en los que podrían estar guiñándonos algunos toques de Galdós, Baroja y Camilo José Cela, grandes marcadores de la narrativa española tradicional, que arranca en el Lazarillo y toma un punto de partida universal en el Quijote.

Si yo tuviera que definir las intenciones narrativas de José Carlos Fernández, diría que su realismo se libra de cualquier tentación decorativa y que la finalidad de su escritura está en la psicología de los personajes.




















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