jueves, 29 de marzo de 2018

RESEÑAS DE LIBROS: EL AÑO QUE BEBÍ DE LAS AGUAS DEL LETEO Y ALMA SIN LICENCIA



    

EL AÑO QUE BEBÍ DE LAS AGUAS DEL LETEO 

Enrique Rojas Guzmán

Fundación Vipren, 2005




 Desde que triunfó el verso libre con el simbolismo, la proliferación de éste ha sido exhaustiva. Y no se ha prodigado sólo porque dé acceso a una poesía libre de trabas métricas, sino porque también favorece la opción de darle a la palabra toda su capacidad de recrear expresivamente sus potencialidades lingüísticas. Ya lo dijo Antonio Machado: “Ni mármol duro ni eterno/, ni música ni pintura/, sino palabra en el tiempo”. Y eso es lo que procura el versolibrismo: darle libertad a la palabra. Enrique Rojas en su libro nos ofrece un feliz maridaje del verso sin correajes silábicos y la expresión tocando el surrealismo en muchos de sus poemas:”Aquella simple risa que parecía de piedra/ se apagó con  la sombra que olía a lluvia transparente/, aquellas noches cerradas que me enseñaron el abecedario de la vida ausente”.

     Editario este poemario por Vipren junto con Molnars, novela breve de Benjamín López Gómez, el lector agradece esta libertad de ideas y vocablos que se juntan para una lectura fluida en la que el poeta nos seduce con su búsqueda de un mundo interior en el que la lógica al uso se extravíe felizmente entre expresiones sorprendentes.



                                           


ALMA SIN LICENCIA

Enrique Rojas Guzmán
editorial Fanes, 2016


Cuando en Francia Jules Laforgue en sus Derniers Vers, Gustave Kahn en sus Chansons d’Amant, Vielé-Griffin, en su libro Joies y en los Estados Unidos Walt Whitman en sus Leaves of Grass ensayaron el verso libre, no imaginaban la multitud de seguidores que tendrían durante el siglo y medio, podríamos decir, que llevamos de historia de esa modalidad versal en la que se expresa el pensamiento sin encorsetarlo en un esquema métrico determinado.

Con prologo del escritor chiclanero Jesús Romero, una dedicatoria a su hija Ana y precedido de citas orientadoras, el poemario, compuesto de dos partes, “Alma sin licencia” y “Trozos” fluye por ese curso fluvial como un torrente de imaginación valiéndose de imágenes que, fiel al espíritu que entraña el título, roza en ocasiones el surrealismo, como en el poemas “Mis ojos”: Mis ojos han visto la muerte ajena,/los hijos mde otros llorando en deseos,/las almas disparadas hurgando/ en las flores./Hoy han visto mis ojos/ penas en vilo/ y crisantemos ocultando llagas […] Mis ojos/ se han inventado gritos de guerra,/agujeros negros,/pecados capitales/y ha eliminado los falsos besos/ que fueron mandamientos…

Sin embargo, por debajo de este río de palabras. late un sentimiento de amor que es lo que pone un denominador común al libro, como en el poema titulado ”Mi casa”: Mi casa tiene dos sonrisas que la bendicen./Tiene un sueño con vistas a un futuro inmediato/ y un lote de libros con páginas deshechas./ “Tiene ilusiones para que juegue una niña/y mil besos cambiados por caprichos./Mi casa tiene un vestido blanco rodeándome la vida,/un rincón lleno de versos /una ama llena de sueños/ y una fe distinta a la mía colgando por las paredes./Tiene mi casa un reloj de arena, que maneja mi suerte/y un álbum de recuerdos más o menos olvidados…

A pesar de su verso libre y un lenguaje que huye de cualquier amenaza de lexicalización, hay en este poemario, que se confiesa sin licencia para nacer en la cuna de la lengua literaria, un sentimiento, una visión de la gente y la vida que lo hace social, por lo que tiene de humano, como cuando dice su prologuista Jesús Romero:”Esa capacidad de Enrique Rojas para el nosotros. Ese ejercicio suyo —perseverancia de su vida, recurrencia de su verso— de aproximación, en el que, como sentenciaba el clásico, nada humano le resulta ajeno”.



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