EL
AÑO QUE BEBÍ DE LAS AGUAS DEL LETEO
Enrique Rojas Guzmán
Fundación
Vipren, 2005
Desde que triunfó el
verso libre con el simbolismo, la proliferación de éste ha sido exhaustiva. Y
no se ha prodigado sólo porque dé acceso a una poesía libre de trabas métricas,
sino porque también favorece la opción de darle a la palabra toda su capacidad
de recrear expresivamente sus potencialidades lingüísticas. Ya lo dijo Antonio
Machado: “Ni mármol duro ni eterno/, ni música ni pintura/, sino palabra en el
tiempo”. Y eso es lo que procura el versolibrismo: darle libertad a la palabra.
Enrique Rojas en su libro nos ofrece un feliz maridaje del verso sin correajes
silábicos y la expresión tocando el surrealismo en muchos de sus
poemas:”Aquella simple risa que parecía de piedra/ se apagó con la sombra que olía a lluvia transparente/,
aquellas noches cerradas que me enseñaron el abecedario de la vida ausente”.
Editario este
poemario por Vipren junto con Molnars, novela breve de Benjamín López
Gómez, el lector agradece esta libertad de ideas y vocablos que se juntan para
una lectura fluida en la que el poeta nos seduce con su búsqueda de un mundo
interior en el que la lógica al uso se extravíe felizmente entre expresiones
sorprendentes.
ALMA SIN LICENCIA
Enrique
Rojas Guzmán
editorial
Fanes, 2016
Cuando
en Francia Jules
Laforgue en sus Derniers Vers, Gustave
Kahn en sus Chansons d’Amant, Vielé-Griffin,
en su libro Joies y en los
Estados Unidos Walt Whitman en sus Leaves of Grass ensayaron el verso libre, no imaginaban la
multitud de seguidores que tendrían durante el siglo y medio, podríamos decir,
que llevamos de historia de esa modalidad versal en la que se expresa el
pensamiento sin encorsetarlo en un esquema métrico determinado.
Con
prologo del escritor chiclanero Jesús Romero, una dedicatoria a su hija Ana y
precedido de citas orientadoras, el poemario, compuesto de dos partes, “Alma
sin licencia” y “Trozos” fluye por ese curso fluvial como un torrente de
imaginación valiéndose de imágenes que, fiel al espíritu que entraña el título,
roza en ocasiones el surrealismo, como en el poemas “Mis ojos”: Mis ojos han
visto la muerte ajena,/los hijos mde otros llorando en deseos,/las almas
disparadas hurgando/ en las flores./Hoy han visto mis ojos/ penas en vilo/ y
crisantemos ocultando llagas […] Mis ojos/ se han inventado gritos de
guerra,/agujeros negros,/pecados capitales/y ha eliminado los falsos besos/ que
fueron mandamientos…
Sin
embargo, por debajo de este río de palabras. late un sentimiento de amor que es
lo que pone un denominador común al libro, como en el poema titulado ”Mi casa”:
Mi casa tiene dos sonrisas que la bendicen./Tiene un sueño con vistas a un
futuro inmediato/ y un lote de libros con páginas deshechas./ “Tiene ilusiones
para que juegue una niña/y mil besos cambiados por caprichos./Mi casa tiene un
vestido blanco rodeándome la vida,/un rincón lleno de versos /una ama llena de
sueños/ y una fe distinta a la mía colgando por las paredes./Tiene mi casa un
reloj de arena, que maneja mi suerte/y un álbum de recuerdos más o menos
olvidados…
A pesar
de su verso libre y un lenguaje que huye de cualquier amenaza de
lexicalización, hay en este poemario, que se confiesa sin licencia para nacer
en la cuna de la lengua literaria, un sentimiento, una visión de la gente y la
vida que lo hace social, por lo que tiene de humano, como cuando dice su
prologuista Jesús Romero:”Esa capacidad de Enrique Rojas para el nosotros. Ese
ejercicio suyo —perseverancia de su vida, recurrencia de su verso— de aproximación,
en el que, como sentenciaba el clásico, nada humano le resulta ajeno”.
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