lunes, 5 de marzo de 2018

RESEÑAS DE LIBROS; SEIS CUENTOS DE LA ISLA Y UN PÓRTICO VIAJERO... JOSÉ CERVERA PERY

SEIS CUENTOS DE LA ISLA Y UN PÓRTICO VIAJERO (Y CUATRO ESTAMPAS ADICIONALES)
Editorial Madrid (1991)
JOSÉ CERVERA PERY

  En 1992 escribíamos en San Fernando Información el siguiente artículo.

Los isleños hemos de estar enhorabuena por la ya sabrosa literatura —con la Isla de protagonista— de que actualmente disponemos en los escaparates de nuestras librerías. 

El libro Seis cuentos de la Isla y un pórtico viajero de José Cervera Pery viene a enriquecer esta afortunada bibliografía. Por si fuera poco, el aire isleñista del libro lleva un entusiasta prólogo de José Oneto y dos poemas, ambos premiados en certámenes convocados en nuestra ciudad: “Requiebro y gozo primero de la Isla y de su sal”, Flor Natural de los IV Juegos  Florales de la sal en 1970 —verdaderamente magnífico, estampa pintoresca en bellos alejandrinos de una Isla que ya se nos fue como ocurre con los relatos que lo anteceden, once en total con los cuatro estampas adicionales—. El libro lleva dibujos y viñetas de Mariano Morote.

Se inicia el libro con “El pórtico viajero”, luego siguen los seis cuentos constituidos por “El Barrero” (Paisaje de la Isla en cuatro tiempos), “La nocturna” (Apuntes taurinos con la Isla al fondo), “El Candray”(Estampa salinera sobre el caño), “El Refino” (Postal isleña de un tiempo distinto), “El solecito”(Cuento de jubilados de la Isla) “El día que en la Isla se rompió el primer play back (Imagen de una Isla que se fue). Y siguen “Las estampas adicionales”: “La comisión”, “El consumista”, “La aguja palá” y “El Paula inglés”. 

Remata el libro, como se dijo antes, una “Pequeña incursión poética” con los dos poemas aludidos.

De El pórtico viajero el autor nos da, a modo de clave, el pulso ambiental del libro: una nostalgia incurable de lo que se ha vivido, soñado —no idealizado— en la distancia, de ahí el título aclaratorio: la pérdida de una Isla ya irrecuperable cuando el autor, entre las visitas esporádicas y las ausencias, remoza en  la madurez ese tesoro íntimo en la memoria.
Desde Atenas, desde Londres, Nueva York, Camerún, Hamburgo el autor recuerda, como contrastes de recuerdos, como asociaciones complementarias, vivencias no desvaídas, sino más bien oxigenadas por ese artilugio intransferible del amor que opera en las entrañas del individuo que ama, en este caso el dulce echar de menos, el sentir por las venas la savia que sube por las raíces de lo vivido.

Sin embargo, esta semblanza corre el riesgo de que los méritos literarios de Pepe Cervera se reduzcan a glosar con entusiasmo los referentes circunstanciales de lugares, nombres y anécdotas. Nada de eso.

En Seis cuentos de la Isla y un pórtico viajero hay un lenguaje jugoso, consciente de sus potencias denominadoras; un  verbo que no se deja tocar por el peligro del tópico que conlleva ese cometido difícil de cantar lo autóctono.
Pepe Cervera nos menciona individuos —limpiabotas, pregoneros de todos conocidos—; lugares desaparecidos—la Alameda del Piojito, El Barrero, el Bar San Diego, el Patio del Maestro Luis, El Pálido, que ya están en la memoria.  

Sin querer, y a pesar del anecdotario que da vida a las narraciones, éstas son testimonio de otros tiempos que no han pasado en vano, puesto que el autor los recupera y los trasmite a las nuevas generaciones como si fuese historia. ¿Quién puede negar que esta épica cañaílla y costumbrista es  documento  vivo, pasado que vuelve a latir en nuestro corazón como un pulso contra el ingrato olvido?

Narrativa vivísima, con un toque barroco nunca exhaustivo, y, al mismo tiempo, preciso en un contexto en el que el lector forma parte del protagonismo que es lo isleño, esculpido y perfilado  con el cincel de una admirable capacidad evocadora.

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