jueves, 8 de marzo de 2018

RESEÑAS DE LIBROS: JUAN RAMÓN Y YO, DE ANTONIO BOCANEGRA



JUAN RAMÓN Y YO

(Memorias y ensoñaciones del burrito platero)


Antonio Bocanegra
Huerga y Fierro Editores, 2013 




Distinguida con el Premio de Prosa de la Fundación Escritor Francisco Montero Galvache, Juan Ramón y yo es un retorno a la famosa obra del poeta onubense, pero desde la óptica del burro, que en el libro del que este año se cumple el siglo, era, como sabemos, desde la visión del poeta. Se retorna a la obra, pero ahora es el propio burro el que habla a su amo, o más bien, acompañante en poético soliloquio. Parece como si Antonio Bocanegra volviera a inventar la historia de una especie de día a día, popular y campestre de Platero de la mano de Juan Ramón Jiménez. 


Se abre el libro con unos poemas del poeta de Arcos Antonio Murciano. Sigue con un prólogo de José María Rubio Rubio y una Justificación del autor. 


En principio, atendamos a la explicación que da el propio autor: «Releyendo la obra de Juan Ramón me hice la siguiente reflexión: en una relación tan bella, tan singular, tan pura y tan fecunda entre dos seres, ¿cómo es posible que solo tenga voz uno de ellos y el otro no tenga nada que decir, que sea un simple convidado de piedra? ¿Por qué no invertir los roles, que fuera el burrito el que hablara y opinara? Decidí reinventar, reescribir la historia de Platero». Y, efecto, el autor pone en boca de Platero una réplica a los capítulos que integran el libro, recurriendo a la actitud ingenua y a lo plástico como expresión del burrito que acompañó al poeta por tantos paisajes moguereños. 


Conocemos otras obras de Antonio Bocanegra, concretamente libros de poesía como Ronda y los poemas de súbita invasión, Lógica de nieblas y Ficciones y coplas de amor y mar.

Esta que nos ocupa hoy nada tiene que ver con las anteriores aunque se respire en ella la atmósfera poética también. El autor transita por los mismos lugares: un Moguer con colorido todavía modernista en sus adjetivaciones y un aire que evoca el bucolismo que le dio el poeta moguereño expresado en lo que él llamó la “versiprosa”, con lo que dio una artística brillantez al lenguaje lírico. Pues bien, Antonio Bocanegra, consciente de esta riqueza verbal, entra en los predios habituales de la obra y reorganiza en su admirada contemplación esa historia tan entrañable que hoy es conocida en todos los colegios e institutos de habla española. 


La valoración del trabajo de Bocanegra está en el derroche de imaginación que se necesita para poner en boca del burrito todo un mundo de sensaciones aprehendidas en la compañía del poeta. Las confesiones del tierno animal son como un eco de lo que el poeta hablaba con él. El autor de este libro que comentamos sirve como de “intérprete” de esa acostumbrada transición entre poeta y burrito. En Platero y yo el burrito permanece en silencio, pero este silencio ha sido provisional nada más. En esta obra, un siglo después, otro poeta -no podía ser otro género de intérpretes- recupera el alma de Platero y nos la explica detalladamente para que esas ocultas y desapercibidas vivencias sean conocidas por todos los que hemos crecido, literariamente hablando, al calor de esa fogata de auténtica llama poética. Antonio Bocanegra ha correspondido al calor de esa llama con un libro de fina sensibilidad y belleza en el lenguaje. En cada capítulo de su libro hace referencia de los personajes y lugares que figuran en Platero y yo. 


El libro está compuesto de cincuenta y una estampas. Todo un reconocimiento a esa obra universal hoy día. A modo de epílogo en verso, el autor nos obsequia unas Coplillas “Platerescas”, que dedica a los protagonistas del libro y al poeta arcense Antonio Murciano, con las que pone colofón a un entusiasta homenaje que viene de la mano del primer centenario.

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