domingo, 4 de marzo de 2018

ARTÍCULOS LITERARIOS: GABRIEL GONZÁLEZ CAMOYANO



GABRIEL GONZÁLEZ CAMOYANO (1893-1967)




Nació y falleció en San Fernando (Cádiz). Escribiente de Marina y profesor en la Politecnia, colegio del que fue fundador. Colaboró en varios diarios y revistas de poesía. La Real Academia San Romualdo de San Fernando editó con motivo del centenario de su nacimiento una muestra de su poesía, tal como una Antología poética. Por su año de nacimiento, González Camoyano debería estar vinculado a la Generación del 27, pero su aislamiento lo retuvo en una poesía entre el realismo decimonónico y la musa popular andaluza.



LA REJA ANDALUZA
 
Hierros de verde pintado
por entre los que serpean
las hojillas atrevidas
de un loca enredadera,
que subir intenta siempre
y a su anhelo nunca llegan.
 
Una maceta de albahacas
olorosas, verdes, frescas
son el adorno mejor
de aquel idílico alféizar;
junto con unos claveles
rojos, cual labios que besan,
rosas de varios colores,
nardos, lirios, azucenas,
y unos pensamientos negros
como los que me atormentan,
que a pesar de ser tan tristes,
los plantó alegre morena.
 
Una moza entre las flores
por su presencia descuella:
es la andaluza de ojos
tan negros como la pena.
Ha escuchado esta ventana
las más clásicas endechas
que un trovero medieval
no soñó para su dueña.
 
Ha oído besos amantes,
ha escuchado amantes quejas,
y ha sentido las primicias
de un a inocente promesa,
mientras cantaba un jilguero
dulces trovas prisioneras
y un gato dormía al sol
y dormitaba una vieja.
 
Y cuando la blanca noche
poetizaba la calleja,
bajo la reja andaluza
de gracias y hechizos llena,
se ha oído los acordes
de guitarras lastimeras,
y de unas coplas que son
moriscas y nazarenas.
 
¡Qué raros deleiten tienen
esas andaluzas rejas,
que hablan sin decir palabras
y sin tener labios, besan!
    12 de julio de 1911


MEDITACIÓN EN EL PRÓLOGO DE LAS NOVELAS EJEMPLARES


Este que veis aquí de cabellos castaños,
rostro aguileño y frente bien desembarazada,
de alegres ojos y nariz proporcionada,
y de barba argentina, que fue de oro otros años...

Este que envejecieron los muchos desengaños,
de estatura no corta ni tampoco elevada,
con la espalda por muchos sinsabores cargada
y los pies no ligeros, es, por propios y extraños


llamado don Miguel de Cervantes Saavedra.
Fue soldado en Lepanto y en Argel fue cautivo.
Le atrapó la desdicha como a un árbol la yedra.
Sufrió prisión injusta. No gozó lenitivo...
Y como fruto egregio de tanta desventura
dio al mundo "El Caballero de la Triste Figura"                                    

                                           Julio 1920
 
 
ROMANCE DEL PUENTE ZUAZO
 
 
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
cuántas cosas nos contaras
si tú ojos fueran lenguas
y sus rumores palabras.
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
pétrea bandera clavada
que está en medio de los caños
siempre enhiesta, siempre brava.
 
Por ti no pasó el inglés
cuando mandó sus piratas,
ni el galo, triunfante un día
de una Europa horrorizada.
 
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
yo, ante tu cuerpo de grava
y de granito, fornido
te rindo mi enamorada
canción de breve romance;
y ante tus rotas espaldas
hinco mi rodilla, alzando
hacia el cielo la mirada
con el corazón diciendo
una oración a mi patria.
 
Puente Zuazo, Puente Zuazo,
la vieja puente romana.
 
                     Abril 1930


 
 
ROMANCE DE LA NOVIA ENFERMA
 
 ¡Echa la cortina, madre,
que no quiero que me vea…!
 
Lo he visto doblar la esquina,
con risa, de primavera
y si me ve, va a burlarse
porque me he puesto muy fea…
 
No descorras la cortina
pues si una muralla fuera,
detrás de ella me tapara
para que así no me viera.
 
No quiero que oiga mi tos
ni que nunca, nunca sepa
que amapolas mi pañuelo
mancharon de mi dolencia.
 
¡Echa la cortina, madre,
que no quiero que él me vea;
que me recuerde bonita
y no de color de cera …


       Noviembre de 1935

 
 MI RELOJ DE PARED
 
Pendiente en la pared de una alcayata,
quieto allí, como un drago milenario,
tengo un viejo reloj que con su horario
marca las horas de mi edad de plata.
 
 
Con lentitud su toque se desata,
como sin prisa, en su rumor diario.
pues no marca un minuto extraordinario,
sino la hora feliz y la hora ingrata.
 
 
Alguna vez mi mente no se acuerda
y el anciano reloj se queda mudo,
esperando el aliento de la cuerda.
 
Y él comienza su marcha alegremente,
como dándome gracias porque acudo
a que él cuente mis horas lentamente.
 
 
                   Diciembre 1966
 
 
 
 
 

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